De-generación, a propósito del cumpleaños de Fidel Castro

Erasmo Calzadilla

Ilustración por Onel

HAVANA TIMES — Hoy quiero volver sobre otro tema caliente en Cuba: el proceso de degradación cultural y social que avanza por nuestros campos y ciudades. No soy el único que lo nota, es un tema recurrente acá.

El sistema implantado por los Castro (que no quiero llamarle socialismo, por respeto al socialismo) erosionó profundamente el tejido social y el riquísimo patrimonio cultural de la nación, fortalezas que ni el capitalismo salvaje había logrado abatir. A continuación muestro en síntesis los cañonazos que, desde mi punto de vista, más daño hicieron:

  • Destrucción del trabajo como fuente de vida, provocado por los míseros salarios y el igualitarismo que premiaba a los majases.
  • Destrucción de valores, costumbres y prácticas tradicionales a raíz de la implantación de un modelo de desarrollo de estilo moderno: industrial, intensivo, nihilista.
  • Destrucción de la cultura política y la vida civil vía paternalismo, verticalismo, prohibición de organizarse para cualquier actividad cívica o económica independiente del Estado (castigando a quienes se atrevían) e imposibilidad de participar en la cosa pública.
  • Destrucción del patrimonio cultural, el sentido común y el sistema de creencias mediante un intensivo lavado de cerebro. Los grandes ideólogos del régimen (Fidel Castro, Ernesto Guevara etc.) se empeñaron en este proceso cuyo fin era extirpar residuos atávicos asociados al modo de producción capitalista. De esa forma, pretendían moldear al Hombre Nuevo.

Como resultado hoy tenemos un cuadro social gris caracterizado por: profunda atomización de la sociedad, ambiente cívico y político estéril, hegemonía cultural en manos de desarraigados, enajenados, idiotas políticos, lumpen-proletarios (por hablar en términos marxistas) y reggaetoneros, entendido el reggaetón no como un sabroso ritmo caribeño que invita al amor carnal, sino como una proyección narcisista, individualista, consumista y violenta ante la vida.

¿A dónde va una nación así? A peor, supongo.

En semejante caldo de cultivo los Castro, el PCC, los nuevos empresarios y el capital internacional pueden seguir apretando la tuerca sin miedo, que la tuerca va a seguir cediendo. Tardará eones en surgir una verdadera organización obrera, un movimiento popular de protesta o un brote de indignados ¿Por qué? Porque se extinguió de raíz el sentido de la dignidad cívica, la confianza del pueblo en sí mismo, la capacidad organizativa horizontal y todo lo que hace falta para que una nación se plante frente a sus amos.

¿Cómo se refleja todo esto en la vida cotidiana del cubano?

La vida diaria de la gente humilde se ha ido tornando una agonía: agonía, porque cada día los frijoles cuestan más caros y por el resquebrajamiento de las normas de convivencia; a donde quiera que te vires tienes que lidiar con agresores y estafadores de toda laya.

Parte de la violencia y el maltrato que sufre el cubano de a pie proviene de los funcionarios del Estado, especialmente los de abajo. Choferes de guaguas, dependientes de tiendas, mercados y cafeterías, personal de Salud y Educación, oficinistas que atienden público y jefes en los centros de trabajo conforman un ejército de tipejos que nos roban, violan nuestros derechos y mancillan nuestra dignidad a ritmo de reggaetón.

Pero lo peor es lo bien que nos hemos adaptado. Algunos lo ven como absurdo y humillante (generalmente viejos) y lo sufren con la resignación que se sufre una enfermedad incurable. La nueva generación, sin embargo, lo asume como parte del paisaje, paisaje que tiene en un lugar privilegiado al funcionario-verdugo de su propio pueblo.

En la actualidad el principal trabajo ideológico no es ejecutado por aburridos e impresentables burócratas del Partido. El mejor trabajo ideológico lo realizan atractivos intérpretes de música de moda; no por gusto cuajan tan bien con el Sistema.

El reggaetón y la salsa tienen la importante función ideológica de mostrar que “to’ está bien”, que somos felices aquí, que la gozadera es la talla. Indirectamente proscriben cualquier actitud reflexiva o gesto de molestia con respecto a la realidad cotidiana, cosa de “mongos” y perdedores.

Me encantaría conversar más sobre estas cuestiones, pero ya me he extendido demasiado. Poco a poco iré desembuchando.

Nota: Nada de esto niega que la Revolución haya sido necesaria y que Fidel Castro jugara un papel positivo en sus inicios.

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