Buscando al mahatma

Erasmo Calzadilla

Los-tres-Bogatyrs-Victor-Vasnetsov

HAVANA TIMES — En el 2018 ocurrirá un hecho político trascendental para los cubanos: Raúl Castro concluirá su mandato no sin antes afianzar en el trono a uno de su simpatía, que no tanto la del pueblo. Inicialmente puede que respiremos aires de cambio pero con los meses la situación se irá enredando.

Si el ungido que asuma la papa caliente no multiplica y rápido los panes y los peces, cosa que veo bien difícil, presiento una temporada de cacerolazos, guarimbas, represión policial, apagones y desabastecimiento generalizado.

Detrás del alboroto estarán, obviamente, los EE.UU., moviendo los hilos y echándole leña al fuego.

Me preocupa un millón que esto se convierta en una especie de Siria. ¿Cómo podríamos evitarlo? Luego de darle vueltas al tema he llegado a una dolorosa conclusión: Creo que vamos a necesitar un líder.

Sé de sobra los peligros que un caudillo representa pero en la situación delicada que se nos viene encima diría que es el menor de los males posibles.

Los anarquistas, con quienes comparto más de una postura, preferirían la instauración de un “orden” gestionado desde la base; desde los colectivos, barrios, comunidades, centros de trabajo etc.

Me encantaría esta opción, pero considero que una sociedad recién salida del totalitarismo cuyo principal anhelo “político” pareciera ser consumir como dios manda, no está preparada para asumir semejante reto. Que se practique y estimule la autogestión, pero intentar una sociedad radicalmente nueva justo al borde del abismo me parece temerario.

La variante a la que apostemos, cualquiera que sea, debe estar bien arraigada en la praxis y la subjetividad del cubano actual.

¿Pero quién podrá ser nuestro Mahatma?

Ni pensar en la tropa de élite que viene preparando el menor de los Castro. Diaz Canel, Murillo y Bruno Rodríguez se han comportado como chicos obedientes y además no han resuelto nada.

¿Qué respeto ni autoridad van a tener ante el pueblo? Si queremos evitar el advenimiento de un cisma a la Venezuela habría que lograr (no tengo idea cómo) que los hombres de Raúl cedan amablemente el puesto. Que se vayan todos “por el bien de la patria”. Y si no se quieren ir, dejar que se despeñen.

Los de la disidencia tampoco sirven. Yoani Sánchez, Eliecer Ávila y Rodiles cuentan con el apoyo de un sector importante de la emigración, la nueva clase media y algunos intelectuales liberales; el cubano de a pie no los conoce mucho (valoro).

El “problema” con ellos es que han levantado demasiados anticuerpos, son el enemigo en la mira de los partidarios del régimen (ni pocos ni tan débiles). Visto así no parecen los más indicados para conseguir un mínimo consenso.

La izquierda opositora cuenta con una cantera de líderes de máximo nivel. Luego de un quinquenio negro de capitalismo salvaje puede que a la gente se le pase la alergia al socialismo.

Quitando todo lo anterior ¿Qué nos queda? ¿Un deportista? ¿Victor Mesa? No, por favor, Victor nos llevará a una humillante derrota. ¿Un científico, un cura, un doctor, un acaudalado empresario cubano-americano, un general de los nuevos? Tampoco, nadie los conoce ¿Quién va a confiar en ellos de la noche a la mañana?

Tiene que ser un rostro familiar, una persona querida por el pueblo, alguien que inspire confianza; cercana a la política pero ni lamebotas ni radical opositor. ¿Existirá alguien con semejantes cualidades?

Yo voy a proponer a tres y usted, querido lector, critique mi elección o elija a otro.

Sin más preámbulos he aquí mis nombres: Leonardo Padura, Pablo Milanés y Fernando Pérez.

Fundamento mi elección:

En primerísimo lugar estos que menciono han sabido llegar al alma del cubano; aspecto clave en el caso que nos interesa. Sabiduría no les falta; no de la pedante, de la que empasta bien con el sentido común. Ancianos ya, cierto, pero en plenas facultades físicas y mentales; de todas maneras no hace falta que sostengan la batuta hasta el último suspiro.

Ninguno de ellos es ajeno a la política; han cantado las virtudes del “socialismo” pero también criticado los excesos y abusos de poder.

Si estos venerables abuelitos se lo propusieran, si les diéramos la oportunidad, tal vez podrían conseguir el milagro de mantenernos unidos y tranquilos cuando la situación política se complique.

No les pedimos un sacrificio heroico, no es preciso que impulsen un movimiento de renovación espiritual, sería injusto esperar que conviertan en milagro el barro; basta que nos brinden la tranquilizadora impresión de estar bien guiados durante la peligrosa transición.

¿Les parece muy delirante todo lo anterior? Pues a mí también.

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