Más de 40 meses de sequía en Cuba

Elio Delgado Legón

HAVANA TIMES – Año de mangos, año de hambre se escuchaba decir a los campesinos en la Cuba pre-revolucionaria y tenía su explicación en que cuando no llovía lo suficiente para la agricultura de secano, que era la mayoría en el país, las flores del mango no se caían, como ocurre cuando llueve mucho, por lo tanto, la cosecha de mango era buena, pero el resto de los cultivos producía muy poco o casi nada, por lo que realmente era un año de hambre.

De esos tiempos de hambre yo pasé muchos en el campo cubano, por lo que no hay nadie que me pueda hacer cuentos. Y es que en Cuba, antes de la Revolución, solo existía agua embalsada en la presa Hanabanilla, que se utilizaba para la generación de electricidad, por lo que en el país se producían dos situaciones críticas:

1.- Cuando llovía mucho, los campos se inundaban y se perdían muchos cultivos y animales, y hasta vidas humanas, como ocurrió durante el ciclón Flora, pero toda esa agua iba a parar al mar.

2.- Cuando llovía muy poco o no llovía, la producción agrícola, que era la principal del país, carecía del preciado líquido para su desarrollo, pues solo se podía contar para regadío, con las aguas subterráneas, que no se pueden sobre explotar, porque si baja mucho el nivel penetra el agua del mar y la saliniza, lo que la hace inservible para el regadío. Además, la mayoría de los campesinos no contaban con el equipamiento necesario para explotar el agua subterránea.

Fue precisamente durante la catástrofe del ciclón Flora, en octubre de 1963, que ocasionó casi dos mil muertos y pérdidas millonarias, que el Comandante en Jefe Fidel Castro vislumbró la necesidad de construir embalses con el doble propósito de evitar nuevas inundaciones y conservar el agua, que antes se iba al mar, para utilizarla en regadíos y en el abastecimiento a las ciudades, que era muy deficiente. A esta tarea, de enorme importancia para el desarrollo socioeconómico del país, se le denominó Voluntad Hidráulica.

El resultado más visible de su aplicación es que después de más de 40 meses de sequía, la agricultura, aunque con sus lógicas limitaciones, sigue produciendo. Además, se han construido decenas de acueductos en poblados donde no los había y se han ampliado otros que no cubrían todas las necesidades de la población.

Actualmente, el país cuenta con 242 embalses administrados por el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, además de otras micropresas y tranques para resolver necesidades puntuales de la agricultura y la ganadería. De ellas 77 están dedicadas al abasto a la población, lo que da una idea de lo precario que era ese servicio antes de existir la Voluntad Hidráulica.

Hoy, después de más de 40 meses de sequía, en los que ha llovido muy por debajo de lo normal, las presas almacenan el 40 por ciento de la capacidad total, por lo que aún de forma limitada y utilizando las formas más eficientes de regadío, se mantiene la actividad agrícola a niveles aceptables.

Si antes de la Revolución, con un país de poco más de cinco millones de habitantes, un año de sequía era un año de hambre, ¿cómo sería hoy, con más de once millones de habitantes, y más de 40 meses de sequía, si no hubiera existido la Voluntad Hidráulica? No es bueno ni pensarlo.

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