Los niños de la calle: una vergüenza para la humanidad

Elio Delgado Legón

HAVANA TIMES — Durante el invierno del hemisferio sur, en 1973, estaba yo en Santiago de Chile y desde la ventana del hotel donde me hospedaba observaba cada noche a un grupo de niños alrededor de una hoguera, tratando de calentarse, pues en las noches la temperatura bajaba casi hasta cero grado. Eran los llamados niños de la calle, que a pesar de los esfuerzos del gobierno del presidente Salvador Allende por mejorar las condiciones sociales, todavía existían.

Ese mismo año, después de mi regreso a Cuba, y en el invierno cubano, asistí una noche al cumpleaños de un amigo en La Habana, donde estuve hasta cerca de las doce de la noche. Para llegar a mí casa tenía que atravesar cuatro municipios habaneros y hacía un poco de frío. Recordé entonces mi estancia en Santiago de Chile y las escenas de los niños de la calle, pero en todo el recorrido no vi un solo pequeño. Todos estaban durmiendo en sus casas, porque al otro día tenían que levantarse temprano para ir a la escuela.

El recuerdo de aquellas dos realidades tan distintas ha venido nuevamente a mi memoria al ver algunas escenas en fotografías de niños de la calle, y he tratado de encontrar datos sobre ese fenómeno, en los informes de la Unicef y de la situación en Cuba de los niños que no tienen amparo familiar.

En todas las provincias de Cuba existen instituciones estatales llamadas Hogar de niños sin amparo familiar, donde se les proporciona a los infantes, adolescentes y jóvenes, condiciones de vida semejantes a las de un hogar. Las causas fundamentales del ingreso  a esos centros  es por ser huérfanos o abandonados y, por lo tanto, carecen de la atención familiar. Allí reciben el cariño y la atención de las empleadas, que los tratan como si fueran suyos. Van a las escuelas que les corresponde por su ubicación y son atendidos por el Sistema de Salud, igual que los demás.

Al cumplir los 18 años, salen del Hogar para una vivienda que los Consejos de Administración del Gobierno en los municipios deben entregarles mientras el Órgano del Ministerio de Trabajo les garantiza una ubicación laboral.

Estas son las razones por las que en Cuba, en ninguna ciudad existen niños de la calle. Mientras, los datos que ofrece la Unicef de la situación en el mundo son escalofriantes. Hasta hace tres años, los informes reflejaban que en el mundo existían de 100 a 150 millones de niños en situación de calle. Aunque no hay estadísticas recientes que ofrezcan una precisión al respecto, las cifras deben haber aumentado considerablemente, teniendo en cuenta las guerras promovidas por el imperialismo, con sus secuelas de terrorismo y la extensión de la pandemia del SIDA en África.

Buscando información en el sitio web de la Unicef, encontré un anuncio en el cual se piden donaciones para ayudar a esos pequeños. También hace algún tiempo vi por la CNN en español, un spot publicitario en que se ven niños andrajosos, con la cara sucia y la mirada triste y lanzan la siguiente exhortación: apoya a los niños y niñas de la calle.

No dudo que la intención, en ambos casos, sea buena, pero la dirección está equivocada. No es con limosnas como se les ayuda, sino con voluntad política de los gobiernos. Lo que debe pedirse no es asistencia, sino preguntarse ¿por qué existen?

La respuesta es simple: existen y existirán mientas exista el capitalismo neoliberal y gobiernos insensibles a estos males de la sociedad y seguirán llenando las calles de esos pequeños andrajosos de mirada triste, verdadera vergüenza para la humanidad.