Ana Belén Montes: un caso de conciencia

Elio Delgado Legón

“Yo espero que Estados Unidos desarrolle una política con Cuba fundamentada en el amor al vecino”. Ana Belén Montes.

HAVANA TIMES — A través de la historia, muchas veces se ha dado el caso de que las personas que han asumido una actitud moral y ética correctas, al oponerse a las inmoralidades y a las acciones éticamente condenables de ciertos gobiernos, han sido considerados traidores o acusados de espías o de antipatrióticos.

Me vienen a la memoria diversos casos de estadounidenses que han sufrido prisión por oponerse a las guerras de agresión de su país, principalmente la que llevaron a cabo contra Vietnam.

Más recientemente está el caso de Edward Snowden, que por las mismas razones dio a conocer los casos de espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos contra gobernantes de otros países, y tiene que vivir exiliado, pues de lo contrario tendría que enfrentar gravísimos cargos. Es otro caso de conciencia, que incluso ha sido propuesto candidato a Premio Nobel de la Paz.

Me he referido a estos antecedentes, porque veo una similitud con el caso de Ana Belén Montes, una analista de inteligencia del Pentágono que, inconforme con los planes de agresión que se fraguaban contra Cuba, se sintió moralmente obligada a alertar al Gobierno cubano sobre dichos planes.

Fue descubierta y acusada de Alta Traición, por lo que podía ser condenada a muerte y se vio obligada a negociar con la fiscalía y declararse culpable de espionaje a favor de Cuba, fue sancionada en el año 2002 a 25 años de prisión, que ha estado cumpliendo en las más difíciles condiciones que se puedan imaginar. Sobre eso ampliaré en un próximo trabajo.

Ana Belén Montes, igual que los casos mencionados anteriormente, no actuó por motivaciones económicas ni políticas ni ideológicas, sino porque su conciencia le indicaba que hacía lo moralmente correcto, pues lo inmoral, lo incorrecto era lo que se estaba organizando para agredir a la Isla.

Sus motivaciones y su sentido de la ética están contenidos en sus declaraciones en el juicio, como veremos a continuación:

“Honorable, yo me involucré en la actividad que me ha traído ante usted, porque obedecí mi conciencia más que obedecer la ley. Considero que la política de nuestro Gobierno hacia Cuba es cruel e injusta, profundamente inamistosa, me consideré moralmente obligada a ayudar a la Isla a defenderse de nuestros esfuerzos de imponer en ella nuestros valores y nuestro sistema político.

“Nosotros hemos hecho gala de intolerancia y desprecio hacia Cuba durante cuatro décadas. Nunca hemos respetado el derecho que tiene esa nación a definir su propio destino, sus propios ideales de igualdad y justicia.

“No entiendo cómo continuamos tratando de dictar cómo Cuba debe seleccionar sus líderes, quiénes no deben ser sus dirigentes y qué leyes son las más adecuadas. ¿Por qué no los dejamos decidir la forma en que desean conducir sus asuntos internos, como ha estado haciendo el propio Estados Unidos durante más de dos siglos?

“Mi mayor deseo sería ver que surja una relación amistosa entre los dos países. Espero que mi caso, en alguna manera, estimule a nuestro Gobierno para que abandone su hostilidad en relación con Cuba y trabaje conjuntamente con La Habana, imbuido de un espíritu de tolerancia, respeto mutuo y entendimiento.

“Hoy vemos más claro que nunca que la intolerancia y el odio –por individuos o gobiernos– lo único que disemina es dolor y sufrimiento. Yo espero que Estados Unidos desarrolle una política con Cuba fundamentada en el amor al vecino, una política que reconozca que Cuba, como cualquier otra nación quiere ser tratada con dignidad y no con desprecio.

“Una política como esa llevaría nuevamente a nuestro gobierno a estar en armonía con la compasión y la generosidad del pueblo estadounidense. Permitiría a los cubanos y estadounidenses el aprender cómo compartir unos con los otros, que Cuba abandone sus medidas defensivas y experimente cambios más fácilmente, que los dos vecinos trabajen conjuntamente y con otras naciones para promover la amistad y cooperación en nuestro “país mundial” y en nuestra única “patria mundial”.

Una persona que exprese estos sentimientos y afronte los peligros que afrontó Ana Belén por lo que ella consideró ética y moralmente correcto, no merece estar presa, merece ser condecorada por todos los países libres del mundo y ser propuesta también para el Premio Nobel de la Paz.

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