Alzamiento frustrado

Elio Delgado Legón

HAVANA TIMES — Poco tiempo después de comenzar Fidel Castro la guerra contra la dictadura de Batista en la Sierra Maestra, yo le propuse a la dirección del Movimiento 26 de Julio en la provincia de Las Villas que me enviara a combatir en aquel frente de batalla, pues en la clandestinidad me resultaba muy difícil, porque ya estaba fichado por la policía y me controlaban todos los movimientos.

La respuesta del Movimiento fue que no era posible, porque en la Sierra no había armas para todos los combatientes y había muchos desarmados. A finales de 1957 volví a plantear la necesidad de trasladarme hacia la Sierra Maestra, pero tampoco me fue aceptado y me plantearon que en cuanto fuera posible me avisarían para que me incorporara al frente abierto en la provincia por el compañero Víctor Bordón Machado.

En los primeros días de abril de 1958, el coordinador del Movimiento en mi pueblo me avisó que ese mismo día debíamos trasladarnos tres compañeros con él al campamento del Comandante Bordón, que estaba en unos montes a los cuales se podía ir a pie y él sabía cómo llegar por haber ido antes.

Al atardecer, ya casi de noche, para no ser vistos, nos reunimos los cuatro en las afueras del pueblo y salimos a internarnos en los montes para tratar de llegar al campamento antes del amanecer. Caminamos toda la noche y el único que sabía el camino dio muestras de estar perdido. Durante el día siguiente, trató de orientarse y por la noche llegamos a la casa de un carbonero, que nos dijo que Bordón había salido con su tropa con rumbo a Quemado de Güines. La decisión del coordinador, que era nuestro jefe, fue la de regresar al pueblo antes de que la policía se percatara de nuestra ausencia.

Mi camisa estaba hecha jirones, de andar por entre los montes de marabú, por lo que no podía dejar que nadie me viera. Caminamos toda la noche y casi al amanecer nos acercamos al pueblo. Cada uno tomó un rumbo distinto para llegar a su casa, pero yo tenía que adentrarme en el pueblo y necesitaba una camisa.

Decidí entonces tocar a la puerta de un revolucionario, aunque de otra organización, que vivía en las afueras del pueblo. El hombre, que se llamaba Ernesto León, se levantó y me ofreció una de sus camisas, pero era mucho más corpulento que yo, que era muy delgado. Aun así, me puse la camisa y la acomodé por dentro del pantalón para que no se notara mucho.

Con los primeros claros del día, entré al pueblo y fui hasta la casa del dueño de la ferretería donde yo trabajaba hacía poco más de un año y cuyas hijas eran revolucionarias, y también porque vivía en un lugar al que se podía llegar sin exponerme demasiado. Desde allí, mandé a buscar alguna ropa a mi casa y cuando me cambié fui para la ferretería a trabajar.

Después supimos que Bordón había dejado algunos hombres en el campamento para esperarnos y que la orden de alzarnos obedecía a que para el día nueve estaba programado una huelga general y la columna debía participar en acciones de apoyo a la huelga.

Después de este alzamiento frustrado tuve que esperar hasta el mes de octubre para incorporarme a otro campamento guerrillero que operaba en la zona bajo el mando del capitán Julio Chaviano, pero este será tema de otro post.

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