¿Pueblos originarios en Cuba?

Dmitri Prieto

Mercedes Quesada, una natural de Jiguaní que conserva algunos rasgos de los indígenas. Foto: Juventud Rebelde

HAVANA TIMES — El pasado 20 de octubre –Día de la Cultura Cubana- asistí a un evento interesante en la sede central de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), dedicado a los pueblos originarios cubanos.

Ese foro, organizado por la sección de literatura histórico-social de la Uneac, abordó un tema poco conocido en Cuba, que -para quienes saben de él- resulta controversial y polémico.

Casi todos los textos sobre historia nacional que se usan en escuelas y universidades de diversos niveles, establecen que la población nativa que habitaba Cuba en el momento de la llegada de los españoles, desapareció casi completamente en pocas décadas, por exterminio, enfermedades, suicidios, condiciones de sobre-explotación y maltrato, todo ello producto de la colonización del archipiélago por el Imperio Español.  No deben confundirse esas comunidades nativas con indios yucatecos, traídos a Cuba por el gobierno colonial desde México, en siglos posteriores, ni con la presencia de amerindios floridanos y del sur.

Lo interesante del evento fue que –con carácter hasta hoy excepcional- se expusieron públicamente evidencias de que en la Isla hoy viven algunas comunidades que no sólo remontan sus genealogías “biológicas” a ancestros indígenas prehispánicos, sino que también se definen tales.

Una de ellas incluso ha elegido un cacique a cargo de la autoridad tradicional del grupo, según explicó el profesor de la Universidad de La Habana, Antonio Martínez, mostrando al público numerosas fotografías.

Se acepta, generalmente, que los indios, aborígenes, indígenas (estos son los nombres con que se les llama) de Cuba aportaron a su actual cultura numerosos topónimos (nombre de lugares), términos agrícolas, botánicos, zoológicos y arquitectónicos para denominar hechos especiales de estas tierras.

También les debemos técnicas de cultivo, platos típicos (como el casabe) y algunas plantas cultivadas, de las cuales la más famosa es el tabaco. De esos aspectos de la presencia cultural aborigen habló en el evento el lingüista Sergio Valdés Bernal.

En el momento de la conquista, Cuba era poblada, principalmente, por aruacos, pueblos antillanos de la familia lingüística tupi-guaraní (que agrupa etnias del enorme espacio entre el Caribe y el Paraguay), que eran conocidos entre los conquistadores y sus descendientes bajo el nombre de “taínos”. Hay testimonios de la presencia en la Isla de nativos de otras etnicidades (siboneyes, guanahatabeyes), pero actualmente sus diferencias con los aruacos son cuestionadas.

Cuando sobrevino la conquista, la población originaria disminuyó tremendamente. Y la versión más aceptada hasta hoy afirma que las comunidades indígenas que quedaban se mezclaron con los colonizadores ibéricos y los africanos esclavizados, traídos a Cuba como fuerza de trabajo.

Estudios genéticos recientes -mencionados por los ponentes- sugieren que un gran porcentaje de cubanas y cubanos de hoy hereda por línea femenina genes del ADN mitocondrial amerindio (que solo las madres y nunca los padres, transmiten a su prole). Y es que las mujeres nativas fueron, probablemente, las madres de las primeras poblaciones criollas de este archipiélago: de España venían fundamentalmente varones, y podemos imaginarnos cómo las relaciones de género en aquellos tiempos estuvieron cargadas de violencia por estas tierras…

Hubo acciones de rebeldía, verdadera guerra de guerrillas irregular, con formidables líderes, no solo hombres como Hatuey y Guamá, sino también mujeres, como Anacaona. De esa guerra de resistencia olvidada habló el historiador Rolando Rensoli.

El problema de la herencia aborigen hoy queda planteado así: ¿existe en Cuba solamente un legado amerindio cultural, insertado en el “ajiaco” transculturado de la nación toda o hay también poblaciones cubanas que –como lo/as afrodescendientes, lo/as hispano/as, o lo/as cubano/eslavas- portan rasgos propios, venidos directamente de ancestros aruacos? Según explicaron lo/as antropólogo/as Jesús Guanche, Ivette García y Avelino Couceiro, la primera parte de la pregunta actualmente tiene una rotunda respuesta positiva, y ya no es objeto de discusión. Lo confirmó también José Matos, quien mostró evidencias de presencia de rasgos indígenas en el culto de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona católica de Cuba. Pero queda la segunda parte.

Muchos arqueólogos cubanos, como Gerardo Izquierdo y sus colegas del Instituto de Antropología, han defendido la opinión y escrito libros sobre cómo en realidad los indígenas de la Isla no desaparecieron en pocos años, y no deben tratarse solo como pasado exótico, sino constituyen parte de una historia de luchas y una realidad cultural que debe respetarse. Así, por ejemplo, el 27 de noviembre de 1492 ocurrió frente a las costas del Oriente de Cuba la primera acción de resistencia anticolonial en Las Américas: un grupo de indios inconformes tirotearon con flechas las embarcaciones de Colón.

Sin embargo, siempre pareció anómalo –y es una novedad para la mayoría de quienes habitamos el país hoy- la propuesta de que “esos indios” están ahí, ahora, con su propia identidad, y conviviendo con nosotros. Mientras en muchos países de Las Américas los movimientos de pueblos originarios reclaman derechos culturales y dignidades cívicas, Cuba tradicionalmente se ha visto ajena a ello, pues “todo el mundo sabe que los indios cubanos fueron exterminados”…

Y entonces, aparece el cacique Panchito y su hija, actualmente al frente de su comunidad por el extremo Oriente cubano, y reclaman ancestralidad indígena y el derecho a posicionarse como tales. Y aparecen activistas del grupo Kagüeiro, gente que estudia las raíces indígenas de nuestras Américas, y que defienden la presencia actual de comunidades originarias acá en Cuba.

Fue grato escuchar todo eso en la Uneac como un hecho respectado. En el debate, una interesante opinión fue dicha: si no se les exige a quienes practican la rumba o las religiones afroancestrales o el baile español, y que se identifican con ancestros ibéricos o africanos, que nos presenten pruebas de continuidad de esa trasmisión cultural durante siglos – si no se ve como algo raro que alguien retorne a la praxis cultural de “sus raíces” después de generaciones de padres y abuelas “modernas”, sin interés por la tradición –  ¿por qué, entonces, hay quien le pide a quienes en Cuba se definen como “indígenas”, que certifiquen con lujo de detalles su ascendencia? ¿Por qué hay quien ve esa reivindicación como una amenaza al “ser cubano”?

Una nueva censura es derribada. Total: no negarán que “Cuba”, nombre de esta hermosa tierra, viene del idioma de nuestras comunidades aruacas.

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