La serpiente y el pollito

Daisy Valera 

Mercado en La Habana

HAVANA TIMES, 28 feb — Este no es el título de una fábula que me inventé, aunque los animales que intervienen inevitablemente nos dejan un mensaje, una enseñanza.

Pasaba por una de las esquinas del mercado de Cuatro Caminos, una multitud me hizo detenerme de un tirón y tratar de ver si se estaba repitiendo alguna especie de cacerolazo por la falta de alimentos y sus elevados precios.

Aunque no era así, algo que ver con comida tenía aquel expectáculo donde coincidían las risas y los gritos de: ¡abusadores!

Un hombre azuzaba al descomunal reptil para que devorara al pequeño pollo amarillo que piaba y ese apretaba contra el extremo opuesto de la jaula de aproximadamente 40 cm3.

Me aparté, no quería ver la boca de la serpiente abriéndose para tragar de un bocado el alimento que le ofrecían. No supe qué hacer.

Un policía parado en una de las esquinas cercanas al grupo parece que tampoco: se limitó a mirar.

Mientras me alejaba, triste y desconcertada, sobre todo por la indiferencia de tantos ante un acto explícitamente cruel me vinieron un montón de ideas a la cabeza.

Si hubiese comenzado a gritar a voz en cuello, no, creo que no hubiera servido.

Seguramente me hubieran tomado por loca y el agente ya no del orden sino del desorden, habría encontrado una justificación perfecta para abandonar el tumulto: detenerme y conducirme.

El delgado promotor del show terminaría maldiciéndome porque con lo que recolectara en su sombrero compraría los frijoles de la tarde.

¿Llamar a un grupo de protección animal? Me reí ante esta ocurrencia, la legalidad no es demasiado permisiva con los pocos grupos ecologistas habaneros.

Bien sabemos que mandan segurosos cuando a algunos se les ocurre hacer una limpieza del malecón.

Después de un rato concluí que nuestras leyes no amparan a los animales de múltiples vejaciones y malos tratos. ¿Quién no sabe que los perros callejeros en lugar de ser recogidos, curados y entregados a familias son asesinados a palazos?

La miseria de no pocos y la educación y preparación cultural de varios sectores del pueblo, que no es lo elevada que pretenden hacernos creer, termina brindándonos estos espectáculos siniestros.

Espectáculos que me recuerdan que en esta sociedad vivimos asumiendo roles de serpientes o pollitos.

No me queda otra que preguntarme.

¿Qué sucederá cuando las empoderadas verdes y pintas serpientes de hoy, se conviertan en rebajados pollitos mañana?

A juzgar por la indiferencia o euforia de los que en Cuatro Camino miraban los animales enjaulados, quizás los pollos de mañana no tendrán la más mínima posibilidad de defenderse.

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