Conversación con Cacholo

Por Pedro Pablo Morejón

HAVANA TIMES – A Cacholo lo conozco desde niño. Fue maestro, viajó a Nicaragua en los 80. Hace años se fue de Puerta de Golpe y vive en Pinar. Es un sujeto extrovertido y servicial, buena gente.

Me lo encuentro al cruzar una calle, me saluda y quiere asesorarse. Muchos conocidos lo hacen, todavía piensan que ejerzo de abogado. Esta vez se trata de algo insustancial. Aspira a cierto trabajo y me sorprende, porque es un hombre cercano a los setenta.

La plaza es de una empresa militar, le hacen investigaciones y debe entregar una autobiografía. Me muestra su currículo manuscrito. Pondera su letra cursiva que en verdad es de una belleza notable sin contar la excelente ortografía.

Me obliga a leer un fragmento donde se enorgullece de ser internacionalista, incluso narra su experiencia sobre la muerte de Águedo Morales Reina.

Para quienes no conozcan la historia, Águedo Morales fue un maestro nacido en Consolación de Sur, asesinado en Nicaragua en el año 1981. Sobre él se filmó un serial protagonizado por el fallecido actor Enrique Molina. Escuelas y cooperativas agropecuarias llevan su nombre, es un mártir del internacionalismo castrista.

De él la Ecured (enciclopedia oficialista cubana, copia burda y manipulada de la Wikipedia) reza:

El 4 de diciembre de 1981 a sólo tres meses de encontrarse en Nicaragua, viajaba en una camioneta en compañía de otros compañeros, y al cruzar una quebrada en la comarca de “Aguas Sarcas” a 12 Km al oeste de “Villa Sandino”, caen en una emboscada y son atacados por una banda de contrarrevolucionarios somocistas pagados por el Imperialismo Yanqui. Águedo se enfrentó valerosamente a los agresores y trató de arrebatarle el arma a uno de los bandidos, momento en que recibió tres balazos que le causaron la muerte. Moría así el revolucionario, el maestro, el internacionalista…”.

Cacholo, compañero suyo me explica lo sucedido. Según el testimonio del chofer de la camioneta, un nicaragüense que resultó herido en el incidente, fue una noche en que Águedo y otro compañero salieron. Una banda de delincuentes los embosca y detiene.

Les exigen dinero, un joven, casi adolescente encañona al maestro, quien mediante su corpulencia y superioridad física intenta arrebatarle el fusil y casi lo consigue cuando otro alzado le descarga una ráfaga que al instante lo fulmina.

Según Cacholo su amigo se dejó llevar por la bravuconería. De mantener la ecuanimidad nada le habría sucedido.  Su muerte además de innecesaria resultó dolorosa. Era un buen hombre, un guajiro noble. 

No me queda claro si eran simples bandidos o guerrilleros de la contra. Le pregunto. Para Cacholo son lo mismo, contrarrevolucionarios y delincuentes.  Se explaya en una defensa numantina e innecesaria que comienza por la llamada Revolución Sandinista de entonces y termina con Fidel Castro y su “revolución”, pasando por el denominado “internacionalismo proletario”.

La verdad no doy crédito a sus palabras, no lo conocía en esa faceta. Su voz, por momentos se vuelve altisonante, utiliza demasiada gestualidad y viola mi espacio corporal. Me distancio sutilmente. Estoy incómodo. La gente nos mira y me avergüenza ser confundido con él y su ideología nefasta.

Es un hombre mayor y por eso lo tolero pero mi incomodidad va creciendo directamente proporcional a su tono de voz, su postureo a la hora de hacer apología del comunismo y la violación de la distancia entre nuestros cuerpos, hasta que ya, a pesar de no ser muy valiente, le suelto en un momento de impulso:

“¿Sabes lo que pienso? Que el pobre Águedo Morales a quien usan como mártir fue una víctima inocente de tu revolución asesina y de Daniel Ortega, que para mí es el mayor delincuente de Nicaragua, que en aquel tiempo, al igual que ahora, sigue siendo un dictador, un ladrón, mentiroso  y asesino.”

“No, yo sí que no sé nada de eso” -reacciona sorprendido, estupefacto ante mi inesperado dictamen.

Mira hacia los lados como cerciorándose de que nadie escucha y en un arranque de doble moral se aleja de mí, temeroso. Siento pena por él.

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