Camila Vallejo regresa a Cuba

Armando Chaguaceda

Camila Vallejo. Foto: wikipedia.org

HAVANA TIMES, 4 abr — Las agencias nos cuentan que Camila Vallejo, la carismática líder estudiantil chilena, viaja a Cuba a participar en los actos por el aniversario de la Unión de Jóvenes Comunistas. La joven es un caso -raro en estos tiempos- donde coinciden inteligencia, perseverancia y compromiso social.

A lo que hay que añadir el ser el rostro (arrobadoramente hermoso, como actriz de cine europeo) de la más creativa, combativa y respetada movilización social del Chile postpinochetista: la de los estudiantes que demandan el derecho a la educación.

En la antesala de su estancia, Camila ha hecho algunas declaraciones que motivaron diversos emplazamientos públicos en foros de la Web.

Se levantó la alarma en torno a su señalamiento comparando la represión en Cuba y en Chile, donde –sin desmentir la existencia de la primera- la joven chilena recordó las formas violentas en que sus compañeros han sido agredidos en medio de sus justas protestas. Lo que no significa que ignore, oculte o desestime los actos violentos cometidos por agentes del gobierno cubano; sólo que habla desde sus experiencias y conocimientos auténticos y personales.

Ahí solo habría, quizás, que añadir a la opinión de Camila que la diferencia sustancial entre ambos contextos y pueblos es la existencia en el país austral de una esfera pública -medios, leyes, instituciones- donde la gente expresa su disenso frente a la política oficial sin existir censura previa o supresión (aunque si, insisto, la represión) del derecho a la protesta.

Y que la ciudadanía chilena –pese al efecto anestésico de la dictadura militar y el consumismo neoliberal- se encuentra en un punto cualitativamente superior de procesamiento del miedo y de capacidad de movilización que  la población cubana.

Lo que pocos críticos de las palabras de Camila reconocieron es que esta, a diferencia de muchos “amigos de Cuba” que nos visitan, no se reservó las opiniones críticas. Como hacen los verdaderos amigos, Camila señaló:

Tampoco quiero ocultar con estas palabras el legítimo descontento que tienen ciertos sectores de la sociedad cubana con su sistema político-social. Tuvimos la oportunidad de escuchar críticas en nuestra estancia en la isla” refiriendo una anterior visita realizada en 2009. Y para dejar clara la ausencia de mimetismo u dogma en la lucha que encabeza remató:

Ni Cuba es una sociedad perfecta ni Chile tiene por qué seguir su camino. Los chilenos debemos desarrollar un camino propio para superar la desigualdad” pues aunque los sectores progresistas de su país valorasen la experiencia cubana, recordó que “siempre hemos apostado en Chile por un camino de amplias convergencias sociales y políticas dentro de un régimen multipartidista”.

Así que no creo que la curtida líder estudiantil sea ni una cómplice de la represión ni una ingenua desinformada. Al hablar lo hace desde las coordenadas de una nueva generación y visión políticas, la misma que le ha llevado anteriormente a preferir –superando las admiraciones caudillescas de muchos izquierdistas mundiales y la férrea xenofobia de su propio país- al dirigente cocalero Evo Morales en lugar del ruidoso militar Hugo Chávez.

Una generación que tiene el reto de superar la herencia neoliberal de la dictadura, defendiendo la educación como un bien y derecho públicos frente a las justificaciones posibilistas de toda la partidocracia chilena, incluyendo a los socialistas.

En lo que quizás podemos ayudar a Camila es dando testimonio de aquellas experiencias que, sin desmentir sus aseveraciones, podrían darle nuevos argumentos para ver mejor a  “La otra Cuba”.

Esa que no habita en los salones protocolarios de El Laguito o en las visitas organizadas a escuelas modelo con pioneritos diligentes. Una donde avanza la idolatría del mercado y el orden y se reducen las emblemáticas políticas sociales de la Revolución, en una agenda parecida a la de los militares golpistas y sus asesores de la Escuela de Chicago.

Donde los sectores populares ven caer su nivel de vida sin tener mecanismos de reivindicación y protesta. Donde estudiantes universitarios que intentaron, en la última década, discutir el pensamiento guevarista, realizar una marcha de protesta contra la Guerra en Iraq o resistir en sus organizaciones estudiantiles la imposición de líderes espurios fueron sancionados por pensar y actuar con cabeza y corazón propios.

Y donde quienes discuten hoy la experiencia de los estudiantes chilenos y los Indignados españoles son vigilados por órganos policiacos y difamados impunemente como “miembros de los servicios de inteligencia enemigos”.

Todos esos testimonios existen y sus protagonistas seguramente tendrían mucho que contarle a la esforzada dirigente y sus valerosos compañeros. No para convertir su visita en un “muro de las lamentaciones”, sino para dar una contribución a la plural y fresca visión que -sobre Cuba y el mundo- está forjando una nueva generación de luchadores sociales.

Porque no se echa vino nuevo en odres viejos, y porque el parto de esta nueva política radical y democrática, anticapitalista y antiautoritaria, es el mejor homenaje que puede hacerse al legado heroico de quienes murieron en La Moneda, aquel fatídico septiembre de 1973. Y los muchachos, pésele a quien le pese, han tomado nota de ello.

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