Un marasmo de nuestro tiempo

Ariel Glaria Enríquez

Foto: globalpost.com

HAVANA TIMES — No es secreto el auge alcanzado en Cuba por los llamados cultos o religiones de nuevo tipo, en los que destacan aspectos y semejanzas de patrones psicosociales de las últimas décadas en nuestro país.

Algunos de estos patrones son, a mi modo de ver, los siguientes:

El vigilante: ahora convertido en guardián de la fe, es el que más abunda. Gusta vestir camisa blanca, clara o de cuadros, y no falta por supuesto el bolígrafo. Usa pantalón oscuro y zapatos de cordón. Su misión de campo es propagar la fe, su aspecto es de agente secreto del tipo última temporada de la guerra fría, cuando ser espía o informante era un hobby.

El intelectual o ideólogo: posee los rasgos externos del anterior, pero un detalle emocional lo reivindica a viejas doctrinas; en alguna etapa deseó o ejerció algún tipo de poder, dando indicios de haberse involucrado en tareas organizativas oficiales. Posee un alto nivel de convocatoria. Por lo general, asume la oratoria en el culto, empleando como método la reiteración. Suele mostrarse  persuasivo.  Sus sermones se oyen en toda la manzana.

Otro ejemplo es el maestro – encargado de enseñar el culto, cuenta con dos perfiles fundamentales correspondiente a su generación.

El primero. Si fue educado por Makarenkos* o él lo fue, aplica su ideal pedagógico en mostrar el perjuicio de la duda como la herramienta más elocuente al explicar las “escrituras”, según la fórmula de interpretación más conveniente. La histeria puede aparecer en él.

El segundo perfil puede estar en discordia con el Makarenko. Siendo más joven no fue víctima de las doctrinas pedagógicas rusas. Puede bromear mientras enseña las “escrituras”,  busca la aceptación general, en particular, del intelectual. El Makarenko, en cambio, se agencia un maletín de informático y se pega al vigilante.

El oportunista, este muestra más pasión que el resto. Brinca de culto en culto hasta crear el suyo propio. Sus intereses y propósitos pueden ser muy diversos, en no pocos casos, lográndolos.

Cuentan estas congregaciones con profesionales de todos los sectores: abogados, médicos, artistas, deportistas, ingenieros etc.

El elemento ideológico, del cual el resto estamos excluidos y con frecuencia sus propias familias, lo rige un igualitarismo primitivo, bucólico y absurdo.

Por otro lado, de espaldas a la realidad social cubana; rechazan nuestro patrimonio sincrético religioso, todo elemento de identidad nacional, así como el respeto a la diversidad sexual.

Sin falsas expectativas el problema de género entre ellos parece no existir.

Las mujeres de estos cultos resultan poco pintorescas. Las más notables – acaso- son las “ilustradas” – es decir, profesionales-, estas se distinguen por mostrar, en público, una perpetua abstracción. Otras son las mismas y poco sutiles de siempre, solo que ahora el chisme y la desidia lo fundamentan de cierta moral teológica. Un tema de conversación común entre todas son las enfermedades, epidemias y desgracias de todo tipo.

No puedo ignorar la influencia que a este fenómeno aportan las nuevas tecnologías y fuentes de información, aprovechadas en divulgar, dentro de estos grupos, videos foráneos de histéricos predicadores y devotos feligreses que comienzan a penetrar el imaginario colectivo de estos cultos en mi hermoso país.

*Antón Makarenko*: Pedagogo y maestro Ruso, cuyos métodos y doctrina se impusieron en la década del sesenta en Cuba.

 

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