Helson Hernandez
HAVANA TIMES — Un artífice de la madera, el cubano José Miguel Pérez, desde su pequeño pueblo de origen, y con las condiciones para este difícil arte creadas por el propio artista, desarrolla un resultado en sus piezas que evocan épocas de esplendor en la ebanistería. “Trabajar la madera sería algo para toda la vida”, nos cuenta en su entrevista con HT.
HT: ¿Antes de trabajar la madera que ocupaba su tiempo?
José Miguel Pérez: Bueno como casi todo hombre de mi generación hice estudios elementales y de manera autodidacta experimenté con un poco de dibujo y geometría, además de pasar largos ratos en un taller de carpintería donde mi padre laboraba, primero dueño, después trabajador.
HT: ¿Cómo surge su inquietud por este oficio?
HT: Apreciamos que su obra sigue la tradición del arte antiguo.
JMP: Sin menospreciar las últimas décadas del arte de la carpintería, donde prevalecen las líneas rectas, respondiendo mayormente a la funcionalidad, confieso que a mí me atrae de una manera apasionada el arte desde el siglo 18 hasta principios del 20.
HT: ¿Ser Ebanista imaginamos tenga sus retos teniendo en cuenta la economía de la isla?
JMP: Muchos son los retos y no solo por las dificultades económicas. Ellas tienen un gran peso porque sin los materiales necesarios no se puede trabajar, por supuesto. Pero hay cosas más dañinas como la falta de gestión, o la falta de exigencia en la calidad.
JMP: Nací y he vivido toda mi vida en Aguacate, un pequeño pueblito de la Habana, actualmente Mayabeque. Como todos los que surgieron por toda Cuba en los siglos 17 y 18 surcados por el Camino Real, y a raíz del desarrollo cafetalero y azucarero.
Desgraciadamente hoy no hay ni café ni azúcar, solo la nostalgia de las historias contadas por abuelos del esplendor del central Rosario, y las visitas de personalidades importantes de la sociedad como Presidentes de la República, científicos, o genios, como el gran ajedrecista José Raúl Capablanca, gracias a la versatilidad de Ramón Pelayo, el dueño del entonces referido Ingenio.
HT: ¿Algún comentario sobre la evolución del arte de la ebanistería en Cuba?
JMP: En mi modesta opinión, creo que la ebanistería en Cuba atraviesa malos momentos.
En primer lugar se ha perdido la tradición, pues esos grandes maestros del pasado se quedaron sin tener a quien dejarles su herencia, pues por muchos años se priorizó la formación de hombres de ciencia, y los muchachos que matriculaban en las escuelas de oficio eran los de muy mal rendimiento académico, y ninguna vocación.
Todo esto repercute actualmente en el mal gusto, la mala calidad de los trabajos que se aprecian, y en la falta de compromiso de los que laboran aun cuando ese constituye su fuente de ingresos.
Creo que hay muy pocas personas enamoradas de su oficio, y ver que algunas instituciones como la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana lucha por el rescate de muchas tradiciones, es un motivo de alegría. La satisfacción sería cuando se logre atraer a muchos jóvenes con talento para el oficio, y con interés de perpetuar la tradición.
HT: ¿Cuáles son sus prioridades más inmediatas?
JMP: Para mí siempre es importante que el trabajo que vaya a realizarse constituya un reto, pues se han logrado cosas tan admirables dentro de la carpintería a través del tiempo, que me resulta necesario hacerlo con la mayor dignidad posible.
Todavía tengo mucho que aprender, y eso se logra en la práctica del oficio mismo.
HT: ¿Entonces cómo se define desde su oficio de trabajar la madera
JMP: Para poder trabajar la madera, como dice el buen cubano, he tenido que hacer maravillas, desde confeccionar mis propias herramientas hasta aprender a hacer lo correcto, con la inspiración que recibo a diario de Dios. Solo soy un hombre que sabe que el paso por la vida, es para superarse y crecer.
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