Argumentos contra el matrimonio homosexual

Yusimi Rodriguez

Si fuéramos a aceptar que el único objetivo de las uniones matrimoniales es el de garantizar el orden de la procreación y la supervivencia de la especie muchas parejas heterosexuales perderían el derecho de casarse. Foto: Caridad

HAVANA TIMES, July 23 — Recibí el viernes pasado un compendio de noticias que incluía que Argentina ha legalizado el matrimonio entre personas de un mismo sexo, y así se ha convertido en el primer país de America Latina en dar este paso.  Nos tomaron la delantera.

Cuba fue el primer territorio libre de analfabetismo en el continente; también ha sido el país con mejor ubicación en juegos panamericanos y olímpicos, el país con más baja tasa de mortalidad infantil, el de más altos índices de salud, comparables a los de países desarrollados, pero no será el primero en garantizar ese derecho a personas homosexuales.

Más que alegrarme por el hecho de que en Argentina y otros países, el matrimonio gay sea legal, me pregunto cómo es posible que en pleno siglo XXI, personas adultas en pleno uso de sus facultades mentales que decidan unir sus vidas por voluntad propia, tengan que esperar por la aprobación de otras para hacerlo y para que esa unión sea legal.

Pero ese es uno de los precios que pagamos por vivir en sociedad: esperar que aquellos que están en el poder (colocados allí por nosotros mismos, o no) decidan qué podemos hacer y qué no, a dónde podemos viajar (en caso de que nos autoricen y nos den las posibilidades reales de hacerlo) y a dónde no, con quién podemos casarnos y con quién no.  Esos son los derechos que sacrificamos a manos del poder (o que simplemente nos quitan), en nombre de alguna supuesta libertad y de un determinado orden social.

En el 2008, muchos escuchamos o leímos en medios alternativos que una propuesta sobre la legalización de las uniones homosexuales sería presentada al Parlamento Cubano.  En estos momentos la ley que permita unirse legalmente a las personas de un mismo sexo está en fase de aprobación por nuestro Parlamento.

Gran capacidad de adapatar

En los últimos años, el país ha dado un salto en el tratamiento de la cuestión de la homosexualidad, con respecto a décadas anteriores.  El 2008 fue el año en que tuvo lugar la primera Jornada contra la Homofobia en el Pabellón Cuba, con aprobación oficial (de lo contrario no hubiera ocurrido).

Sin embargo, es bueno aclarar que la palabra empleada ha sido unión y no matrimonio.

En los últimos años hemos visto películas sobre homosexuales y transgéneros, no solo en el cine, en la televisión se exhibió incluso “Brokeback Mountain”, y se han realizado debates sobre el tema.  Sí, la actitud ha cambiado, al menos por lo que podemos apreciar en la superficie.

Sin embargo, muchos no creen aún en la posibilidad de legalizar las uniones homosexuales y plantean  que el pueblo cubano no está listo aún para ese paso (como si el pueblo cubano fueran solo las personas heterosexuales).  Tampoco estábamos listos para la doble moneda, para trabajar por un sueldo de 20 CUCs, ni para darnos cuenta, luego de escuchar durante años que aquí todos éramos iguales, de que en la realidad no somos tan iguales.  Pero nos hemos acostumbrado practicamente a todo.

Sin embargo, no es de eso que vamos a hablar ahora. Tampoco, de los años en que los homosexuales fueron llevados a las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), ni de las expulsiones de las universidades y centros de trabajo.  Ya todo eso quedó atrás. Sin una disculpa por parte del gobierno ni el reconocimiento público de sus políticas erradas, pero quedó atrás. Del pasado, el discurso oficial solo nos recuerda aciertos y momentos gloriosos.

Ahora lo importante es que estamos cerca de la legalización de las uniones homosexuales en el país.  El 13 de enero de este año, la Doctora Mariela Castro felicitó a México DF, por convertirse en la primera capital de nuestro continente en aprobar el matrimonio gay, y afirmó que Cuba esperaba legalizar las uniones homosexuales durante este año.  Aunque han pasado seis meses desde entonces y la ley sigue a la espera de ser aprobada, hay motivos para ser optimista.

Sin embargo, es bueno aclarar que la palabra empleada ha sido unión y no matrimonio.

O sea, en Cuba no habrá precisamente matrimonio homosexual.  Según la Doctora Castro, las investigaciones realizadas arrojan como resultado que las lesbianas y gays en Cuba no desean casarse, sino que sus relaciones sean reconocidas legalmente.

Para muchas personas, el matrimonio es una institución obsoleta, y de todas formas, hasta el momento, el hecho de que no exista el matrimonio homosexual legalmente en Cuba, no ha impedido que muchas parejas homosexuales vivan juntas (si tienen la suerte de encontrar un espacio, a pesar de los enormes problemas de vivienda de nuestro país).  En otros países, el matrimonio es una necesidad por cuestiones prácticas y legales.

Pero más allá de cuestiones prácticas, está el punto de tener la opción o no.

Mariela Castro. foto: Caridad

En Cuba, bastan los años de convivencia para adquirir derecho sobre la vivienda compartida y los bienes comunes.  ¿Entonces, por qué es necesario que las personas homosexuales puedan casarse, o al menos legalizar su relación?  Porque hasta este momento, los derechos que he mencionado antes solo han sido garantizados a las uniones heterosexuales.

Mas allá que cosas prácticas

En los noventa, muchas personas se casaban porque era la vía para obtener una caja de cerveza a precio módico, comerse el cake y alquilarse en una casa en la playa o un hotel, en dependencia de lo que te tocaba, beneficios que  también han estado destinados a las uniones heterosexuales.  Pero más allá de cuestiones prácticas, está el punto de tener la opción o no.

En este momento, las parejas heterosexuales en Cuba pueden decir “no nos casamos porque no queremos”.  Las personas homosexuales tienen que decir “no nos casamos porque no podemos, no tenemos ese derecho”.  E incluso después de aprobarse la reforma en el código de la familia, las parejas homosexuales no estarían contrayendo matrimonio, porque eso requeriría cambios en la Constitución y tomaría más tiempo del que ha tomado ya.

Lo cierto es que la Constitución conservará la misma definición de matrimonio, aunque en la práctica las uniones homosexuales gocen del mismo reconocimiento.  Será bastante; no digo suficiente, sino bastante. Y las personas homosexuales estarán felices, y tendrán motivos para estarlo.

Y sería injusto no reconocer el trabajo de la Doctora Mariela Castro y el CENESEX en el logro de ese derecho.  Pero pienso que esto no debería considerarse más que un primer (importantísimo) paso.  Mientras la Constitución de la República no reconozca exactamente de la misma forma a las uniones heterosexuales y a las homosexuales, no  podemos decir que existen los mismos derechos.

Para mí, el derecho al matrimonio (o a una unión legal) entre personas de un mismo sexo, era una simple cuestión de justicia, hasta que leí el Segmento de la Revista Palabra Nueva, en su número 175 correspondiente al año 2008.  Esta es la Revista de la Arquidiócesis de La Habana.

Es conocido que en su inmensa mayoría, las instituciones eclesiásticas se oponen al matrimonio homosexual, e incluso a que se afirme que la homosexualidad es una variante normal de la sexualidad humana.  Y aunque en Cuba no existiría exactamente el matrimonio, ellos se oponen a que se introduzcan cambios en el código de la familia, que lejos de perjudicar a alguien garantizarían un elemental derecho a personas que no lo tienen.

Las investigaciones realizadas arrojan como resultado que las lesbianas y gays en Cuba no desean casarse, sino que sus relaciones sean reconocidas legalmente. Foto: Caridad

En uno de los párrafos del Segmento (no puedo citarlo completo), se afirma que “Dado que las parejas matrimoniales cumplen el papel de garantizar el orden de la procreación y son por lo tanto de eminente interés público, el derecho civil les confiere un reconocimiento institucional.  Las uniones homosexuales, por el contrario, no exigen una específica atención por parte del ordenamiento jurídico, porque no cumplen dicho papel para el bien común”.

Confieso que no tengo forma de rebatir ese argumento, porque las uniones homosexuales no pueden garantizar el orden de la procreación y la superviviencia de nuestra especie.  Un hombre no puede embarazar a otro, ni una mujer a otra.  No pueden nacer hijos de las uniones homosexuales.

Luego entonces, a aquellas personas heterosexuales que sean estériles, tampoco se les debe otorgar el derecho civil que les confiere un reconocimiento institucional. Las personas que hayan tenido hijos en sus primeros matrimonios y no deseen tener más, (y en el caso de la mujeres, hayan decidido ligarse), tampoco deberían tener el derecho de contraer matrimonio legalmente otra vez, porque ya no van a contribuir a la supervivencia de nuestra especie.

Hay parejas heterosexuales que simplemente no desean tener hijos. Por tanto, antes de permitir que dos personas contraigan matrimonio, se les deben hacer pruebas de fertilidad y además hacerles firmar un papel en el que se comprometen a cumplir “las tareas por las cuales el matrimonio y la familia merecen un reconocimiento específico” (usando las palabras textuales del segmento).

Si los matrimonios solo fueron para procrear

Si fuéramos a aceptar que el único objetivo de las uniones matrimoniales es el de garantizar el orden de la procreación y la supervivencia de la especie, no solo muchas parejas heterosexuales perderían el derecho de casarse, si no que además nos transformaríamos en máquinas procreadoras, en el nombre de “el bien común”.

Aunque las personas no se unen solo para tener hijos, muchas parejas homosexuales sí desean constituir una familia que incluya niños, y algunas intentan recurrir a la adopción, al igual que muchos matrimonios heterosexuales que no pueden concebir.

La adopción no solo es una solución para ellos sino para muchas niñas y niños en el mundo que carecen de amparo filial.  Pero también existen argumentos en contra de la adopción por parte de parejas de personas del mismo sexo; el Segmento que cité anteriormente refleja objeciones de la Iglesia Católica. Sin embargo, creo que eso sería un tema para otro trabajo.

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