Vicente Morín Aguado
Heiking Hernández, codirectora del novedoso material, comenta sobre el sorprendente resultado estadístico, corroborado entre decenas de clientes que acuden diariamente a los numerosos puntos de venta—legales en el país—, tratándose de audiovisuales copiados lejos del copyright: “Se trata de una versión pirata, de esas cuyo origen no puede determinarse entre nosotros.”
La paradoja es que la producción hecha en Cuba se ha hecho popular a través de las copias USB antes de su debida presentación en el sistema estatal de TV. Al preguntar sobre el asunto, vendedores y compradores coinciden y reafirman una de esas “bolas”— rumores de boca en boca— que dice: “El director abandonó el país, por eso le dieron final así de pronto, en el capítulo 45. El serial está censurado.”
La prohibición aporta ingrediente extra a favor de su inusitada comercialización, competitivo frente a sus rivales de Miami, México, Colombia y Brasil, sin embargo, Heiking desmiente el comentario: “No existe tal censura, está pospuesta, debe pasarse en la televisión cubana este febrero.”
Indagando razones e inconvenientes, la realizadora aclara: “La controversia vino por las peleas de perros, en nuestro material aparecen algunas escenas al respecto en el primer capítulo, pero antes, el año pasado, mucha gente se quejó del asunto, presente en otra telenovela cubana.”
La referencia es Bajo el Mismo Sol, muy criticada no solamente por los sangrientos combates entre canes, sino por su malograda realización.
Evidentemente, no toca a la entrevistada hacer la crítica artística de otra obra hecha por colegas del patio, pero sí opinar sobre lo que ahora sucede: “Lo mejor sería que la televisión tuviera la primicia y no el Paquete, pero de cualquier manera vale que se difunda y guste. Actualmente parece imposible impedir el pirateo.”
Heiking advierte que la versión circulante no es la final: “Contiene errores técnicos, detalles depurados posteriormente, pero no omitimos plano alguno en la última edición, ni siquiera el de la controvertida pelea de perros.”
Para calmar la justa indignación contra el maltrato a los animales, un crédito al concluir cada capítulo advierte: Ningún animal resultó dañado durante la filmación de esta serie.
Corresponde a una entrevista posterior con la realizadora, pactada de momento, abordar el trasfondo de un título plenamente justificado por la oferta televisiva.
Las opiniones coinciden en la crudeza de la exposición, pero sobran escenas para reír y llorar. Los espectadores quedan enganchados desde el comienzo por una sinceridad que sea, tal vez, el mayor inconveniente a la hora de valorar la ilógica, valga la redundancia, posposición de una trasmisión que perdió la gracia de lo exclusivo para un público acostumbrado a sobrevivir entre piraterías de todo tipo.
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