Fernando Ravsberg*
HAVANA TIMES — “Hotel Pernik de Holguín, ¿en qué podemos servirle?” “Necesito reservar tres habitaciones”. “Mire compañero hemos recibido la orientación de no reservar más habitaciones en carpeta, tiene que hacerlo a través de una agencia”.
Estas conversaciones son absolutamente ciertas, aunque parezcan una broma, digamos que son parte de la vida cotidiana de un socialismo “real-maravilloso”, no tan “real” como el soviético pero bastante menos “actualizado” de lo que se podría desear.
Sin duda, algunos turistas vienen al país con la intención de penetrar de lleno en ese fantástico mundo del Caribe pero a la mayoría le gusta mirarlo desde fuera, sin que la rueda de la burocracia les muela las vacaciones con absurdas resoluciones y restricciones.
Cuba tiene ante sí el reto de un aumento sustancial del turismo de los EEUU, uno de sus mercados más rentables y cercanos. Se calcula que el número de estadounidenses que visitarán Cuba puede duplicar el total de turistas que llegan a la isla en este momento.
Sin embargo, se trata de personas exigentes, a las que hay que tratar con “guantes de seda” si se pretende que regresen otra vez. De lo contrario, en pocos años se habrá quemado ese mercado y el país perdería una oportunidad histórica de dar un salto en el desarrollo de esa industria.
Por ahora el crecimiento será lento pero en cuanto Washington permita hacer turismo en Cuba vendrán muchos estadounidenses para ver con sus propios ojos a este pequeño y extraño país que soportó la enemistad de una decena de presidentes de los EEUU.
En un primer momento bastará con el atractivo de lo prohibido para que cientos de miles visiten la isla pero será necesario mucho más que las bellezas naturales, el desarrollo cultural de la gente y la seguridad ciudadana para hacerlos repetir y convertirlos en asiduos.
Será difícil mientras en un hotel de 5 estrellas en los cayos, los turistas se encuentren con que no funciona el aire acondicionado de muchas habitaciones, está rota la máquina de hielo y falta tanto personal que el gerente extranjero se ve obligado a servir mesas.
Durante décadas los discursos cubanos incluían el peligro que implicaba la cercanía con la mayor potencia militar del mundo. Ahora finalmente “vienen los americanos” pero arriban en son de paz y muy paradójico sería que para esa eventualidad el país no estuviera preparado.
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