Ella entre Trump y el capitalismo cubano

Por Repatriado

Foto: Phillip Alain Gilleron

HAVANA TIMES – Cuando el esposo vivía eran afortunados, ingresaban casi 200 CUC mensuales. Como ingeniero eléctrico, en su trabajo estatal cobraba casi 33 CUC entre salario y estimulación, la cual dependía de su asistencia a las asambleas sindicales, hacer Guardia Obrera 4 o 5 veces al año y participar en actividades políticas como los 1º de Mayo. El resto lo ganaba arreglando electrodomésticos por la izquierda.

Con ese ingreso ella podía quedarse en casa dedicada a sus dos hijos y a su anciana madre.

En el 2012 el esposo contrajo dengue hemorrágico. Estuvo ingresado 6 días en una sala sin las más mínimas condiciones higiénicas, en el hospital La Covadonga. En cuanto se mejoró pidió irse para la casa, pues aquello “era un asco que no aguantaba”, pero se complicó y hubo de regresar, no se recuperó.

Ella se quedó sola con una hija de 16 años, un niño de 6, su madre de 74 y una pensión de 14 CUC mensuales que no alcanza ni para pagar la electricidad. Por primera vez en su vida tuvo que buscar trabajo, así que acudió al único sector con cierto dinamismo, el privado.

Fue dependienta en una cafetería, trabajando días alternos, comenzaba a las 9 am limpiando el local y acondicionándolo, para luego atender clientes hasta las 10 pm que cerraban y cuadraban. Aunque le pagaban bien, 5 CUC por día trabajado más propinas, almuerzo y merienda, tuvo que dejarlo, pues el horario era imposible para ella.

Pronto encontró faena ayudando en una panadería particular. Tenía que ir todos los días de 4 am a 12 del día y le pagaban 4 CUC diarios, aunque físicamente destrozada, estaba contenta. Lamentablemente, cuando el dueño del negocio no pudo seguir consiguiendo harina en el mercado negro tuvieron que cerrar.

Pero se puso dichosa. Una exbailarina del Ballet Nacional, esposa de un italiano, compró una enorme casa vieja en su cercanía e hizo un hostal de 5 habitaciones. La contrataron a ella y a otra vecina para trabajar, de lunes a sábado, de 6 am a 5 pm, por un salario mensual de 50 CUC que se convertía en 120 o más gracias a las propinas; además, los clientes le regalaban cosas como “un secador de pelo y el telefonón bueno este”.

En enero pasado, la bailarina, después de pasar 2 meses de turismo, documentados con fotos en Las Vegas, NY, Chicago y Montreal, las cuales se encargó de restregarle por la cara a sus hipócritamente sonrientes empleadas, les dijo que como la clientela estaba floja por culpa de Trump ya no las necesitaba a las 2, así que iba a despedir a una, “ustedes me dicen cuál”.

Después de mucho rogar, acordaron que se quedarían las dos trabajando días alternos por un salario de 30 CUC mensuales. Aunque la pura lógica capitalista justifica la reducción del gasto ante el menor ingreso, es cruel y falto de ética, después de gastar miles vacacionando, pretender ahorrar 50 mensuales sacrificando el trabajo de una persona, esa insensibilidad humana, típica de “nuevo rico”, florece en el desamparo legal de los trabajadores cubanos.

Desde ese entonces vive con menos de 80 CUC, incluidas propinas, lo cual, aunque duplica el salario medio cubano, no alcanza para nada. Han racionalizado la comida al extremo del hambre, cuidan las ropas con el mayor esmero, el pequeño apto no ve pintura hace años y ahorran la carísima electricidad.

Ella, su hija que ya es madre, el hijo adolescente y la vieja diabética, reumatosa, hipertensa, con linfangitis y mucho mal humor siguen compartiendo el pequeño apto de un solo cuarto donde han vivido toda la vida, sí, un cuarto. Por suerte los fines de semana la hija va para casa del esposo que está aún más congestionada, aunque honestamente no me explico cómo.

Eso sí, la educación del niño, mal que buena es gratuita y le dan una merienda, con lo cual ella estaba contando los días para que acabaran las vacaciones de verano. Su madre tiene atención médica constante, las medicinas a veces aparecen y a veces no, pero las que ella necesita no son de las caras.

Como este pueblo no tiene idea de lo que significa derechos laborales, o derechos a secas, ella es incapaz de pensar que lo que hizo su empleadora está mal, es incapaz de exigir, y como aún gana más del doble de lo que ganaría trabajando para el Estado…

Mientras la propaganda gubernamental sigue diciendo que los trabajadores en el capitalismo son tratados peor que perros, ella bien podría responder jau jau jau, en cambio, cuando le preguntas quién es el culpable, te dirá rápidamente: Trump.

 

 

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