Caerán rayos y centellas sobre los cuentapropistas cubanos

“Y la fe permanente en la victoria.” (Raúl Castro, 14 de julio de 2017)      

Por Vicente Morín Aguado

HAVANA TIMES – Raúl Castro dedicó el núcleo de su último discurso — a la Asamblea Nacional del Poder Popular— al trabajo por cuenta propia (TCP) del cual es considerado en Cuba un impulsor, pero, dicen los pescadores, hay quien pesca y luego le coge miedo a los ojos de los pescados.

De entrada, tras la parrafada previa al ataque, dice el gobernante: “Se han puesto de manifiesto desviaciones de la política definida en esta materia y violaciones de las regulaciones legales vigentes, como la utilización de materias primas y equipos de procedencia ilícita, sub-declaración de ingresos para evadir las obligaciones tributarias e insuficiencias en el control estatal a todos los niveles.”

Evadir el fisco no es novedad en este mundo, se convierte en noticia cuando se trata de personalidades, digamos Al Capone en el Chicago de los “30” y ahora Cristiano Ronaldo. De lo “ilícito”, tratándose de materias primas y equipos, aunque se conoce el trasfondo del asunto, el propio gobernante ofrece la pista al decir:

“Existen informaciones de casos donde una misma persona tiene ya dos, tres, cuatro y hasta cinco restaurantes. No en una provincia, sino en varias, una persona que ha viajado más de 30 veces a diferentes países. ¿De dónde sacó el dinero?”

La misma pregunta valdría para el sobrino Tony veraneando en Bodrum, pero no debemos apartarnos del hilo conductor de nuestro comentario.

Es evidente que un proceso profundo de reformas en la economía exige la reformulación del cuerpo legal correspondiente, lo cual nunca ha sucedido en Cuba, porque significaría aceptar el fin del engendro socialista vigente. De ahí que se considere ilegal administrar varios restaurantes, muestra de prosperidad económica en cualquier otro país. Lo mismo se interpreta para un empresario exitoso que viaja repetidamente al exterior en busca de esos artículos que inexplicablemente se consideran fuera de la ley.

La concepción castrista del TCP se limita a soltarle presión a la olla sin modificar el contenido, es decir, al estilo lampedusiano, cambiar algunas cosas para que finalmente nada esencial sea modificado. Basta con interpretar la pregunta que en este último discurso Raúl se hace a sí mismo: ¿Qué hace un estado, máxime socialista, administrando una barbería de un sillón, de dos o tres sillones…?

La pequeñez será permitida, pero parece ser una afrenta total al socialismo a la cubana que cuentapropistas o cooperativistas emprendedores logren hacer funcionar económicamente una cadena de barberías, ni siquiera crear un centro de belleza cuyos servicios superen con creces  la ineficiencia acumulada durante el último medio siglo en el país.

Hay cierta lógica en la concepción del mandatario cubano, es lo mismo que colocar una copa   con agua cristalina al lado de un vaso de burdo vidrio con agua turbia.

Al menos, en lo formal, Raúl Castro se hace responsable principal de las negativas consecuencias, según su parecer, de estas pálidas reformas. Tal vez a sus 86 años no está para atreverse a ser un Deng Xiaoping, por eso vuelve y se pregunta: “¿De quiénes son esos errores?—cooperativas, pequeñas empresas privadas, TCP—De nosotros principalmente.”

La confesión, reiterada, es una alerta, en la palabrería formal el cuentapropismo seguirá existiendo, la cotidianeidad es otra cosa,  las cooperativas de gestión no estatal y otras pequeñas empresas fuera del control directo gubernamental, enfrentarán un ataque “legal” masivo, a partir de la interpretación particular, intencionada, del entramado legal llamado socialista, creado cuando el TCP no existía en Cuba.

Un ejemplo elocuente: el Estado se abroga el derecho a ejercer un monopolio absoluto sobre el comercio exterior, lo cual choca abiertamente con el progreso del mercado interno de artículos de consumo—ropa, zapatos, electrodomésticos y demás—donde la pequeña empresa privada ha demostrado ser mucho más eficiente que las tiendas recaudadoras de divisas.  La lógica comunista al estilo Castro exige, simplemente, liquidar ese mercado insurgente.

Si se desea más de lo mismo, vale recordar la negativa a permitir cualquier tipo de financiación directa desde el exterior hacia las cooperativas y/o pequeñas empresas privadas, iniciativa que choca con otro inveterado monopolio estatal cubano, el sistema bancario, también reiteradamente incapaz.

Nada, pues, debe esperarse de esta élite gobernante envejecida en el poder. Jamás el liderazgo histórico de la revolución fidelista ha hecho un balance de sus errores, muchos y millonarios en términos económicos, además de catastróficos para el entramado social de un país carente de, al menos, una estructura económica funcional.

Nos queda la humilde confesión del actual gobernante, pálida, porque nada define además de generalidades: “Errores son errores, y son errores nuestros, y si vamos a medir por la jerarquía entre nosotros, son errores míos en primer lugar…”

¡A correr que hay sopa!

Si de tal forma se expresa sinceramente el omnipotente Jefe de Estado Socialista,  a los trabajadores por cuente propia les espera una ofensiva de aduaneros, inspectores, policías y demás agentes de la autoridad que resulta de legislaciones que ni siquiera uno de los 614 “diputados” de la Asamblea que escuchó a Raúl se atreve a cuestionar.

Habrá un segundo comentario relacionado con las “trumpadas”, nada ajenas a esta realidad que vivimos.  Nos queda el aliento del general-presidente “Y la fe permanente en la victoria.

Vicente Morín Aguado: ememultiplicada@nauta.cu

 

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