Por Pedro Campos
Un factor adicional es la compleja situación que afronta la hermana nación venezolana y su eventual impacto en la economía cubana.
El gobierno-partido desde su política de la “actualización” privilegia la continuación del trabajo asalariado para el estado y para los privados nacionales y extranjeros, por encima de las formas cooperativas y autogestionarias de producción que tipificarían el socialismo, al tiempo que pretende mantener un control absoluto del estado sobre todo el movimiento económico de la sociedad.
Paralelamente, se aprecian contradicciones en el discurso oficial sobre su disposición a realizar transformaciones democráticas en el sistema político: Raúl habla de una mayor democracia para el partido y la sociedad, las vallas publicitarias del PCC expresan que los cambios en Cuba son para más socialismo; pero Marino Murillo dice que no habrá cambios políticos.
No es posible el desarrollo socialista pleno, sin libertad ni democracia verdaderas. Como son prácticamente imposibles la libertad y la democracia plenas, sin el verdadero socialismo.
Pero, favorecidas por los déficits democráticos y libertarios del actual modelo estatalista de sociedad, se aprecia un reacomodo de las fuerzas pro-capitalistas, unas desde el propio estado y las otras, que están fuera del mismo, cambiando su enfrentamiento a formas pacíficas y al dialogo, mientras, desde la diáspora, connotadas figuras capitalistas se muestran dispuestas a incorporarse, con sus inversiones, a la “actualización.”
Las recientes visitas a Cuba del Papa y del importante empresario cubano-americano Carlos Saladrigas, podrían estar contribuyendo a ese marco.
El imperialismo norteamericano sostiene muchas de sus leyes de bloqueo, pero ha aflojado algunas de sus cuerdas (remeses, venta de alimentos y medicinas, viajes de cubanos e intercambios culturales) alentado “cambios democráticos” que el gobierno no parece dispuesto a emprender. La eventual reelección del demócrata Barak Obama, crea expectativas de que continúen aflojándose otras cuerdas del bloqueo.
La reciente Cumbre de las Américas evidenció el aislamiento de la política de bloqueo y el gobierno de EE.UU., deberá tener esto en cuenta. Cuba, ausente, fue la verdadera protagonista del evento.
El norte revuelto y brutal está listo, lo mismo para intervenir militarmente, si en Cuba se diera una represión masiva, que para invertir sus capitales con “generosa” amplitud, para “desarrollar” el país, igual que en China, y explotar, en contubernio con el estado, ese gran “capital humano” creado en estos años de revolución.
En la amplia izquierda democrática cubana, crítica del estatalismo tradicional pero también anticapitalista, abundan las preocupaciones y alertas sobre el curso futuro del país y los resultados de la “actualización.” Sin embargo, aunque existen algunos programas y muchas declaraciones individuales, no se aprecia la necesaria articulación de sus posiciones. Hay bastante confusión.
Por cierto, cuando se conoce de una política cooperativa oficial en experimentación, aparece un administrativo local, en el canal de TV de la capital cubana, planteando que las cooperativas de parqueadores en edificios múltiples, quizás las más auténticas de todas las formas cooperativas existentes hoy en Cuba, deberían ser estatalizadas “para alcanzar un nivel superior.” ¡Socialistas, todos alertas!
Es hora de que esa izquierda, todos esos defensores individuales o colectivos de las ideas anticapitalistas, del socialismo, de la democracia revolucionaria que abarca muchos intelectuales, funcionarios del mismo partido y del gobierno y sobre todo a muchos comunistas de base, vaya pensando en una reagrupación de fuerzas propias para defender las conquistas populares alcanzadas, básicamente salud y educación para todos y hacer un frente común contra la restauración capitalista privada, venga de donde venga.
Los partidarios de un socialismo más participativo y democrático hemos expresado siempre nuestra disposición a un dialogo nacional sin exclusiones, por la reconciliación entre todos los cubanos, en la búsqueda de un camino común aceptados por todos y para el bien de todos: lo que se haga debe partir del acuerdo de todos y no solo de los que tienen poder político o económico. Pero mientras, la izquierda amplia debería concertar sus posiciones.
Democracia sí, pero para todos, donde sean todos los que decidamos en conjunto sobre las leyes fundamentales que nos afectan a todos, los proyectos de inversiones con el dinero del pueblo, los presupuestos de la nación y los municipios y todos los cargos públicos, por medio de referendos, del voto directo y secreto. Se trataría de una democracia directa y participativa, donde sea el pueblo el que decida sus destinos.
Toda esa izquierda debe “ponerse las pilas,” pensar sobre esta situación y tratar de asumir la posición que estime más conveniente, mas allá de seguir aceptando todo lo que se nos viene imponiendo con apariencia participativa.
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