El comunismo vulgar en Cuba

Por Pedro Campos

Cuban landscape. Foto: Nazly López

HAVANA TIMES— La llamada Revolución Cubana, comandada por Fidel Castro, en nombre de la emancipación del trabajo, convirtió en realidad el temor del Apóstol José Martí, cuando en su inmortal ensayo La futura esclavitud escribió:

Todo el poder que iría adquiriendo la casta de funcionarios, ligados por la necesidad de mantenerse en una ocupación privilegiada y pingüe, lo iría perdiendo el pueblo… Como todas las necesidades públicas vendrían a ser satisfechas por el Estado, adquirirían los funcionarios entonces la influencia enorme que naturalmente viene a los que distribuyen algún derecho o beneficio…De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora, iría a ser esclavo de los funcionarios. Esclavo es todo aquel que trabaja para otro que tiene dominio sobre él; y en ese sistema socialista dominaría la comunidad al hombre, que a la comunidad entregaría todo su trabajo”.

Aquel comunismo vulgar, inculto, mediocre, oportunista, estatalista, desde entonces entendió el socialismo como una obra de las vanguardias visionarias que impondrían el futuro luminoso “acabando con la propiedad y el Estado burgueses” por medio de la implantación de la “dictadura del proletariado”. En muchos sentidos, la máxima expresión de aquella vulgaridad había sido la obra del estalinismo.

El fidelismo, encabezado por un líder carismático, de ideas mesiánicas, encontró un caldo de cultivo propicio para desplegar el ideario populista en un país donde la democracia no había echado raíces profundas y dictaduras, caudillos y populismo plagaron la República después de la independencia. Su “brillantez” le vino de descubrir en aquellas teorías estalinistas la justificación “científica-socialista” para asentarse indefinidamente en el poder.

Foto: Nenad Milosevic

El conflicto Este-Oeste, presentado como la lucha entre el capitalismo y aquel raro socialismo “soviético”, sirvió a Fidel Castro para hacerse de respaldo político, militar y económico, haciendo creer a los comunistas criollos que sería un fiel aliado de la antigua URSS en su lucha contra el “imperialismo”.

Gracias al apoyo incondicional de la dirección del viejo Partido Comunista, PSP, y especialmente a la gestión de Aníbal Escalante, quien lo había encabezado en la clandestinidad y en la lucha contra Batista, la URSS suministró todo tipo de apoyo al régimen castrista.

Para tratar de controlar las fuerzas políticas que todavía lo apoyaban en 1960, Fidel se inventó integrar lo que quedaba del 26 de Julio, con el Directorio Revolucionario 13 de Marzo y el PSP, el único partido que había mantenido un nivel de organización después de 1959 y, de paso, disolver esas organizaciones que eran potenciales peligros para su total control, sobre todo, el PSP.

La Dirección Nacional de la ORI (Organizaciones Revolucionarias Integradas) fue integrada por cuadros afines a Fidel en el 26 de Julio, algunos del Directorio y una mayoría de cuadros del viejo PSP, con Aníbal Escalante como su secretario organizador, quien en la práctica dirigía la ORI.

Eduardo Santos Ríos, viejo militante comunista de los años 40 y director ejecutivo del INRA en los primeros años del proceso revolucionario, me contó personalmente antes de fallecer, que en una ocasión en que visitó las oficinas de la ORI con Fidel, este se quedó atónito cuando Aníbal le preguntó con cuál secretario de provincia quería hablar y le mostró los 6 teléfonos que tenía arriba de su buró, para comunicarse directamente al momento con ellos.

Fue cuando Fidel asumió que los viejos cuadros del PSP, estaban controlando “por debajo”, la Revolución que él creía  de su exclusiva propiedad. Aquel encuentro a fines de 1961, contribuyó, junto a otras “denuncias” y contradicciones en la cúpula, a la posterior destitución de Aníbal.

Ante el monumento del cimarrón. Foto: Neyette Cabrera

La dirección del PSP con la entrega de su estructura a la ORI y la “auto-disolución” inconsulta con sus bases, creyó poder controlar el curso político social y económico de la Revolución, cayó en la trampa fidelista y de esa manera quedó amarrada en sus propias redes que en lo sucesivo serían controladas y dirigidas personalmente por Fidel y sus más allegados.

Fidel aprovechó las diferencias que existían entre algunos de los cuadros principales del PSP, entre este y el Directorio y las viejas relaciones del PSP con el primer gobierno de Batista para debilitar sus posiciones y cuando lo consideró oportuno, en aquel famoso discurso en la escalinata universitaria, usando toda la fuerza de su prestigio, defenestró públicamente a Aníbal Escalante y comenzó a reorganizar las ORI bajo el nombre de PURS (Partido Unido de la Revolución Socialista) con una dirección subordinada directamente a él.

Una vez desmembradas las tres organizaciones, todas sus bases quedaron subordinadas a la figura de Fidel, quien nunca aceptó más liderazgo que el suyo propio.

Una jugada parecida a la que hizo en abril de 1958, cuando el llamado a la huelga general que hizo la dirección del 26 de julio, cuyo fracaso previsto por Fidel, le sirvió para convertirse en líder de la dirección unificada del Llano y la Sierra.

Los que entonces creyeron que se había salvado la Revolución del sectarismo, no se percataron de que el peor sectarismo y el mayor autoritarismo llegaron con la jefatura única de Fidel Castro, quien se convertirían en el mayor obstáculo para el avance del proceso político cubano por la más inimaginable vulgarización del “comunismo y el marxismo”.

Los que entonces siguieron ciegamente a Fidel Castro, solo empezaron a comprender su error en octubre de 1965, cuando él decidió asumir el nombre de comunista para su partido y presentar el Comité Central y el Buró Político por él designados en la Plaza de la Revolución, antigua Plaza Cívica. En el Buro político solo figuraban como miembros plenos, sus más allegados comandantes de la guerrilla: Raúl, Almeida, Ramiro, Sergio del Valle y Guillermo García. Camilo muerto y el Che, “quemado sin retorno” con la lectura por Fidel ese mismo día de la carta que dejó para su eventual muerte, las otras dos grandes figuras carismáticas del proceso ya no estaban en la dirección.

Lo que vino después fue la fotografía que hizo Martí en su Futura esclavitud del vulgar socialismo de estado. Pero dejemos al propio Marx reflejar, en su definición, el “comunismo vulgar” que desde entonces se vive en Cuba, explicado claramente en sus Manuscritos económicos-filosóficos (1844),  cuya tardía publicación en 1932, y su versión inglesa solo en 1959, vinieron a poner de manifiesto la grave tergiversación que muchos “comunistas” y detractores personales del alemán, han hecho de su pensamiento.

El dominio de la propiedad material es tan grande que tiende a destruir todo lo que no es susceptible de ser poseído por todos como propiedad privada. Quiere eliminar el talento, etc., por la fuerza. La posesión física inmediata le parece la única meta de la vida y la existencia. El papel del asalariado no es abolido, sino que se extiende a todos los hombres. La relación de la propiedad privada sigue siendo la relación de la comunidad con el mundo de las cosas. (…) La envidia universal, implantándose como fuerza, es sólo una forma disfrazada de codicia y que se establece y se sostiene de otra manera. Los pensamientos de toda propiedad privada individual se dirigen, al menos, contra toda propiedad privada más rica, en forma de envidia y deseo de reducir todo a un nivel común; de tal modo que esta envidia y nivelación constituyen, de hecho, la esencia de la competencia. El comunismo vulgar es sólo la culminación de esta envidia y nivelación sobe la base de un mínimo preconcebido (…) La comunidad es sólo una comunidad de trabajo y de igualdad de salarios, pagados por el capital comunal, por la comunidad como capitalista universal”.

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