Socializando las grandes empresas de servicios

La Cuba que deseo (1)

Por Repatriado

Abstract. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES – Durante 60 años Cuba ha padecido un capitalismo monopolista de estado en el que el Gobierno administra las empresas mediante funcionarios teóricamente fieles, en su mayoría miembros del PCC y habitualmente corruptos o nepotistas.

Esa administración se hace sin transparencia, ya no que un ciudadano cualquiera tenga acceso a las cuentas de las empresas estatales, sino que ni la prensa, la oficial cuando tímidamente lo intenta, o la independiente, tienen acceso a los funcionarios dirigentes o al manejo de esas empresas supuestamente públicas.

El llamado “socialismo” cubano ha sido una apropiación de la propiedad y el uso de toda la economía, arrebatada a millones de manos y concentrada en unas pocas que han hecho, o más correctamente, desecho, lo que han querido con toda la economía de un país. Los resultados saltan a la vista.

En la Cuba que yo deseo no se privatizarán los grandes empresas de servicios como comunicaciones, energía o agua, se socializarán. Eso no limita la liberalización económica, lo secunda, en este modelo el Estado sale totalmente de la gestión económica como intermediario de la sociedad, ella misma va a administrarse.

Las privatizaciones de las grandes empresas de servicios han sido una opción positiva en algunos países, principalmente en aquellos con una democracia fuerte, estable y sostenida por una economía vigorosa, en las naciones sin esta base, como Cuba, las privatizaciones con demasiada frecuencia han traído más iniquidad.

Usemos como ejemplo la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba S.A., Etecsa, no creo mentir si afirmo que es la compañía de su tipo a nivel global con las tarifas de telefonía celular e Internet más altas y el servicio más desfasado con respecto a los que prestan similares en otros países.

Teléfono público

Siendo un monopolio estatal y, por lo tanto, hipotéticamente perteneciente a todos los cubanos, habría que concluir o que somos masoquistas y nos gusta pagar demasiado por malos servicios, o sencillamente no es una entidad pública, sino estatal, siendo el Estado, a su vez, una empresa privada, casi familiar.

Muchos defienden que la solución es abrir este mercado a otras compañías y crear competencia. Yo creo que es posible otro camino y asumo a estas mastodónticas sociedades, ahora mal administradas, ineficientes y absolutamente desconectadas del control ciudadano, como oportunidad.

Niego sea un hecho verificable que con la existencia de 4 o 5 de ellas dando un servicio, los consumidores nos beneficiaremos de la competencia. 4, 5 o 10 entidades privadas en cada uno de estos sectores se ponen fácilmente de acuerdo para concertar tarifas, despedir trabajadores, no invertir adecuadamente o convertir beneficios en dividendos.

Estudios de Richard T. Ely demuestran que la competencia ha abaratado lo que en su momento se consideró Monopolios Naturales en referencia a los servicios de comunicaciones, agua o energía. Eso es demostrable, ¿pero se abarataron lo suficiente? ¿Pasado el tiempo hay garantías de que las empresas no acuerden precios? ¿Los reguladores, agentes políticos en el modelo actual, se mantuvieron protegiendo al consumidor? En un modelo donde el beneficio se convierte en dividendos sigue habiendo recursos para que propietarios y políticos se alíen en contra de la masa consumidora.

Lo que propongo es que estas compañías se conviertan en propiedad de todos los involucrados en su existencia, desde trabajadores a clientes. No me refiero a un reparto de acciones bursátiles donde el mayor poder adquisitivo compre más y controle, sino a que todos seas responsable en igual medida. Un usufructuario, un voto.

No hay necesidad de establecer propiedad, el derecho nace y muere con el hecho de ser cliente o trabajador, seremos todos responsables, en medida muy pequeña, de su  mantenimiento. Mediante el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), la contabilidad será 100% pública y de fácil acceso para que los temas referentes a precios, grandes inversiones o gastos, endeudamientos, escalas salariales y uso de utilidades, sean decididos por los usufructuarios, democráticamente.

Los usufructuarios serán los que elijan a la administración, y estas gestionarán directamente el día a día, siempre bajo el escrutinio de todos.

Vivienda. Foto: Juan Suárez

En este modelo los beneficiarios no obtendrán dividendos ya que estos no existen, pero sí dispondrán de ellos para ser utilizados como aportes a los presupuestos públicos de Educación y Salud o ir a parar a un Banco Social cuyo funcionamiento explicaré en el próximo artículo.

La socialización conlleva responsabilidades, como favorecidos tendremos que decidir democráticamente cosas que ahora mismo les dejamos a un pequeño grupo de expertos elegidos desde el poder político. Estos u otros especialistas no desaparecen, solo que no serán puestos a dedo desde el poder político y serán parte de un diálogo público y organizado entre técnicos, administradores y usufructuarios, esa es la clave de su éxito.

La motivación a que estemos implicados vendrá de la percepción generalizada de estar recibiendo, y pagando que es la mejor votación, a una empresa que esté poniendo sus recursos en función de nuestras necesidades.

Con este modelo no veo por qué habríamos de necesitar más de una gran empresa nacional o unas pocas regionales para administrar con eficiencia y justicia los servicios básicos, de los que todos nos beneficiamos y de los que podríamos ser responsables en la Cuba que yo deseo, que puede parecerse a la que deseas tú.

 

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