Que me digan chismoso

Rogelio Manuel Díaz Moreno  (Fotos: Juan Suárez)

A los cubanos nos gusta las esquinas.

HAVANA TIMES — La realidad de Cuba, nuestro país, cambia lentamente bajo el gobierno de Raúl Castro. Algunas personas gustan de negar esta realidad, obsesionadas en el rechazo de fenómenos que contradicen sus concepciones, gustos o simples conveniencias. Las reformas y cambios están ahí, y configuran poco a poco una sociedad bien diferenciada de la existente en la etapa anterior.

El reconocimiento de estos cambios, por supuesto, no quiere decir que uno apruebe automáticamente ni su naturaleza, ni su génesis. Lo menos que puede hacer un simple mortal descontento por estas causas, es comunicar su incomodidad y abogar por otros puntos de vista. Especialmente después del 17-D[i], a mí se me han generado insatisfacciones adicionales a otras que he puesto anteriormente en el tapete.

Es conocido el hecho de que negociaciones secretas precedieron por más de un año al anuncio efectuado aquel día. Los diálogos entre diplomáticos de alto rango han continuado, pues existen muchos problemas a resolver y eso va a llevar un buen tiempo. Ya no existe tanta necesidad de esconder la existencia misma de estas conversaciones, pero el contenido de las mismas sigue siendo objeto de gran discreción. Apenas trascienden cuestiones generales, pautas del camino, en las que los principales involucrados no han profundizado demasiado.

A mí no me importa mucho lo que hagan en la casa del frente; no es la mía, allá se las arreglen. Pero sumo otro disgusto y preocupaciones nuevas por las repercusiones en esta orilla. No olvidemos que el objetivo principal del cambio en la política estadounidense consiste en aumentar la efectividad con la que inducen cambios en Cuba. Estos cambios, por supuesto, están dirigidos a restaurar aquí el capitalismo, o lo que falte del capitalismo que todavía no haya restaurado aquí nuestro propio gobierno.

Así que me preocupa el contenido de esos diálogos a los que se les da tan buena prensa en el Granma y el resto de nuestros medios de comunicación oficialista. Y establezco relaciones con veinte cosas que ocurren a mí alrededor. Por ejemplo, las leyes aprobadas de Inversión Extranjera y el nuevo Código de Trabajo, entre otras legislaciones, tan amables con las relaciones de explotación entre los seres humanos. Me preocupa que la flexibilización de las regulaciones de viajes para los cubanos no haya sido una decisión soberana, sino una forma de congraciarse con los interlocutores del norte. Que el supuesto auge que anuncian de las posibilidades de Internet para los cubanos, responda a una presión parecida. Verdad que estas dos últimas no son malas ideas, pero si se actúa por presión de la potencia extranjera, su ingerencia que un día pareció buena, otro día se lamentará amargamente.

Otro ejemplo sospechoso es el anuncio súbito de nuestro gobierno, sobre la preparación de una nueva Ley Electoral. Después de tantos años de repetirnos que teníamos el mejor sistema democrático del mundo, ahora se sacan de debajo de una manga una “mejora”. Si de veras se preparó con alguna buena intención, ¿por qué no se desarrolló este proceso públicamente? ¿O sólo la habrán cocinado para maquillarse un poco el rostro, frente a exigencias de los interlocutores que entienden la democracia a su propia manera?

Existe una sola manera de despejar estas feas sospechas, y consiste en una mayor transparencia por parte del gobierno cubano respecto a los temas tratados. Que me digan chismoso, pero defiendo mi convicción de tener ese derecho. El gobierno de acá deberá asumir su responsabilidad de rendir mejores cuentas por lo que negocia. Es probable que, entonces, tenga más cuidado con las transacciones que establece, y no caiga en la tentación de comprometer los intereses de la nación por algunos platos de lentejas.

Una cosa que sabemos, por ejemplo, es que los Estados Unidos están muy interesados en tratar temas de derechos humanos en Cuba en esos diálogos. Yo apoyo que tratemos estos temas entre los cubanos en primera instancia. Quiero que estos asuntos se canalicen en asambleas públicas en las plazas cubanas, físicas o virtuales. Que se defina su tratamiento en diálogos respetuosos, democráticos y horizontales, de donde saldrán soluciones mucho más legítimas que cualquier cosa que se maneje en círculos cerrados de las élites de allá y acá.

Y yo estoy lejos de esperar que eso se produzca en el futuro cercano, pero siempre será provechoso favorecer el ambiente de cuestionamiento, exigencia, demanda de la sociedad civil. Es necesario cultivar el sentimiento de propiedad del pueblo, soberano legítimo, sobre los temas que le afectan tan fuertemente.
—–
[i] El 17 de diciembre de 2014, los presidentes Raúl Castro y Barack Obama, de Cuba y los Estados Unidos, anunciaron un giro radical de las políticas concernientes al diferendo entre estos países.

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