¿Qué es orgullo americano?

El prepucio de Vespucio

Martín Guevara

HAVANA TIMES — No me gusta Trump, pero tampoco me gustan nada esos repentinos amantes y defensores de la subcultura del atraso, de la excusa eterna, del victimismo estructural, del latinoamericanismo unido.

¿A qué se refieren con “nuestra América”?

¿A que eran todos indios y, por ende, una misma cosa?
Antes de la llegada de los españoles había infinidad de tribus, de fenotipos de genotipos, de alturas, de tipos de cabello, de tamaños de brazos, de piernas, de religiones, de indumentaria, de idiomas y de costumbres. También una gran variedad y diferencia de alimentación entre unas tribus y otras, y de modo de vida en sociedad y sus relaciones de producción de caza de pesca y de agricultura.

Después de la colonización también. Al Caribe fueron canarios, catalanes y extremeños, a México andaluces y extremeños, a la parte norte de Sudamérica levantinos, extremeños, andaluces, castellanos. Al sur fueron vascos, cántabros, maragatos, catalanes, astures. Españoles todos, pero tremendamente distintos entre sí, y aún más en aquellos tiempos si cabe imaginarlo.

Existe más parecido entre un guaraní y un irlandés de Mayo que entre un guaraní y un yanomami o entre un tehuelche y un noruego que entre un misquito y un tehuelche. Llamarle a todo el continente “nuestra América” es prueba de un racismo congénito o de una ignorancia supina.

¿A cuál peor?

No existe tal unidad, excepto para la exmetrópoli y sus vástagos criollos cuando las tribus del continente fueron colonizadas. Y ni siquiera para ellos era lo mismo Honduras que el Potosí.

Todo lo que sea salir de General Paz en Buenos Aires o de la Vía Blanca en La Habana me es tan ajeno como el Cuzco o Maracaibo, a las cuales tampoco sabría diferenciar de Burundi ni de Djibouti.

Por ende, intentar dotar de una identidad ficticia a ese rejunte de procedencias, de fenotipos, de idiomas, de costumbres, tan diferentes entre sí, no obedece en modo alguno a la solidaridad con el oprimido, sino que es parte del mismo mecanismo racista colonizador conquistador que se pretende rebatir al reivindicar esa Latinoamérica unida.

Por otra parte ¿qué utilidad podría tener amalgamar a un montón de fracasos, complejos y desastres?

No le echen la culpa al bueno de Amerigo Vespucci, él solo pisó una ínfima parte de su Mundus Novus.

Otra cosa es que digamos que nos sentimos profundamente latinoamericanos toda vez que: salivamos por la ventanilla del automóvil, rara vez usamos el paso de cebra para cruzar la calle, y si nadie está atento… nos quedamos con el vuelto.

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