¿Por qué la izquierda se ha vuelto un problema difícil para Cuba?

Yasser Farrés Delgado

Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — Hace poco más de seis años, casualmente seis meses después de tener acceso pleno a Internet (porque había salido de Cuba), leí un texto del pensador portugués Boaventura de Sousa Santos que jamás habría podido leer en un medio oficial cubano: “¿Por qué Cuba se ha vuelto un problema para la izquierda?” (Rebelión 08-04-2009). El texto fue publicado en revistas, tanto en español (El Viejo topo,  Nº. 256, 2009, págs. 28-37), como en inglés (Latin American Perspectives, Issue 166, Vol. 36 No.3, May 2009, 43-53).

Para desarrollar su idea, Sousa Santos tuvo que definir qué entendía por “izquierda” y qué por “problema difícil”. Cito sus palabras:

“[…]Izquierda significa el conjunto de teorías y prácticas transformadoras que, a lo largo de los últimos 150 años, resistieron a la expansión del capitalismo y al tipo de relaciones económicas, sociales, políticas y culturales que genera, y que se hicieron con la convicción de la posibilidad de un futuro poscapitalista, de una sociedad alternativa, más justa por estar orientada a la satisfacción de las necesidades reales de los pueblos, y más libre, por estar centrada en la realización de las condiciones del efectivo ejercicio de la libertad. A esa sociedad alternativa generalmente se le llamó socialismo. Sostengo que para esta izquierda, cuya teoría y cuya práctica evolucionaron mucho en los últimos 50 años, Cuba es hoy un «problema difícil».

“Para la izquierda que eliminó de su horizonte el socialismo o el poscapitalismo, Cuba no es siquiera un problema. Es un caso perdido. De esa otra izquierda no me ocupo aquí. Por «problema difícil» entiendo el que se sitúa en una alternativa a dos posiciones polares respecto a las cuales se cuestiona: en este caso, Cuba. Las dos posiciones descartadas por la idea del “problema difícil” son: Cuba es una solución sin problemas; Cuba es un problema sin solución.

“Declarar a Cuba un “problema difícil” para la izquierda significa aceptar tres ideas: 1) en las presentes condiciones internas, Cuba dejó de ser una solución viable de izquierda; 2) que los problemas que enfrenta, sin ser insuperables, son de difícil solución; 3) que si tales problemas fueran resueltos en los términos de un horizonte socialista, podrá volver a ser un motor de renovación de la izquierda. Será entonces una Cuba distinta, que genere un socialismo diferente del que fracasó en el siglo XX y, de ese modo, contribuya a la urgente renovación de la izquierda. Sin ella, la izquierda nunca entrará en el siglo XXI.”

Saliendo del Ministerio de Comercio Exterior.  Foto: Juan Suarez

 

Lo que hemos visto después de un sexenio es que, en efecto, Cuba definitivamente dejó de ser una solución viable de izquierda (tanto, que todas las medidas de “actualización” económica tienen un corte totalmente neoliberal que apoya al monopolio de Estado), los problemas lejos de ser superados se hacen mayores, y la Isla se aleja cada día más de mostrar cualquier renovación en términos de políticas sociales (la naturaleza se destruye a un ritmo creciente, si alguien habla sobre el racismo existente es interpelado por el oficialismo -recordemos el caso de Roberto Zurbano-, y lo mismo pasa con los reclamos por la diversidad de género/sexo y por el matrimonio igualitario, etcétera).

Lo que hemos visto es que, la “izquierda” sigue sin entrar en el siglo XXI, apoyando a gobiernos anclados en un autoritarismo “sociolista” del siglo XX, al mejor estilo cubano.[1] Así, vemos un Gobierno venezolano cada vez menos legitimado y más corrupto.

Siendo así las cosas, me pregunto: ¿Por qué la izquierda se ha vuelto un problema difícil para Cuba? Y cuando digo “izquierda” me refiero, por supuesto, a la misma “izquierda” de la que habla Boaventura, a ese colectivo que sigue apoyando esos caminos de actualización “sin prisa pero sin pausa” del general presidente. (Algunos individuos hay excepcionales dentro de ese colectivo, pero son muy minoritarios.

De esa izquierda no oímos declaraciones respetables sobre los presos políticos cubanos. Por el contrario, reproduce el discurso de la dictadura que los criminaliza: “Delincuentes comunes, mercenarios, etcétera”. Los presos políticos son invisibles para esa izquierda.

De esa izquierda no oímos pronunciamiento respetable sobre la creciente corrupción en Cuba. Por ejemplo, hace unas semanas difundí en un grupo de Facebook la noticia de las lujosas vacaciones de Antonio Castro en un yate en Turquía, y varias personas cuestionaron mi fuente (publiqué una noticia del Miami Herald) y hasta alguien cuestionó que no era el hijo de Fidel, sino Tony Castro, un famoso diseñador de yates.

Nicolás Maduro y Raúl Castro. Foto: Ricardo López Hevia /cubadebate.cu

De esa izquierda no oiremos tampoco un pronunciamiento respetable sobre la crisis migratoria cubana. TeleSur, por ejemplo, hace una breve nota sobre los más de mil 500 cubanos atrapados entre Costa Rica y Nicaragua, pero elude hablar de la responsabilidad del Gobierno cubano. Por supuesto, defiende a Nicaragua.

¿Qué más tiene que ocurrir para que esa izquierda reconozca la gravedad del caso cubano? ¿Es preciso que mueran más personas en prisión? ¿Es preciso que alguien se prenda fuego en la Plaza de la Revolución? (Lo que, en mi opinión, muy probablemente no desembocaría en ninguna “Primavera cubana” por el control total de los medios que ejerce la dictadura).

¡Esa izquierda debe dejar la hipocresía que reside en hablar de “solidaridad internacional” cuando no se trata de Cuba y de no-intromisión cuando sí se trata! ¡Esa izquierda debe dejar de ser un problema difícil para el cambio en Cuba hacia una sociedad realmente justa!

—–

[1] Nota para foráneos: en Cuba decimos que no hay socialismo, sino socio-lismo, que beneficia a los socios de quienes ostentan algún tipo de poder.

 

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