Percepciones de un español en Cuba (II)

“Todo tiene su final, nada dura para siempre”, que diría la canción de Willie Colón y Héctor Lavoe…

Pablo Ivan Romero Rovetta

HAVANA TIMES — Me despido frente a la sede del ICAP (Instituto Cubano de Solidaridad con los Pueblos) de los compañeros y compañeras más cercanos con los que he vivido esta experiencia. Suben al taxi que les lleva hasta el aeropuerto, y yo recojo mi equipaje mientras les veo desaparecer.

Percepciones de un español (1era parte)

Un colega cubano que desprende alegría y sinceridad me conduce hasta mi nueva casa en el Vedado. Para quien no haya ido nunca a Cuba, recomiendo la opción de rentar un cuarto, que no sólo es más económico sino que permite vivir en una casa común con una familia cualquiera, acercándote más a la realidad cubana que una habitación de hotel.

La gente de la brigada me pregunta por qué me quedo diez días en La Habana, pudiendo aprovechar para conocer otras ciudades como Trinidad o Santa Clara. Lo cierto es que el turismo no me interesa. He venido a conocer la realidad cubana (dentro de lo posible) y La Habana me parece una ciudad en la que vale la pena asentarme durante toda mi estancia, vivirla con calma.

En el portal del edificio, en el Vedado, me dan los buenos días cada mañana una foto de los 5 (“¡Cuba es su casa!”), y una de Fidel y Raúl saludando (“Unidad y Victoria”).

Los días en La Habana son a otro ritmo que en el campamento. Voy por libre, los tiempos son más distendidos y tengo la oportunidad de moverme con cubanos/as y hablar con bastante gente. La variedad de opiniones y matices es muy amplia, contrariamente a la simple dualidad castrista/derechista que plantean los medios de prensa tanto en Cuba como en España.

La segunda noche conozco por fin a Isbel, Jimmy, Erasmo e Irina. Me preguntan por la brigada mientras tomamos unas cervezas en una plaza del Vedado. A partir de ahí ellos me acompañarán durante buena parte de mi estancia y me darán una visión de Cuba que considero sumamente interesante…

Al día siguiente me llevan a un proyecto infantil independiente, creado por una pareja de artistas. Al fin, entre el ambiente libertario, me siento como pez en el agua.

Estamos acompañados además de una pareja de anarquistas de San Diego, por lo que aprovechamos la tarde en el parque Almendares para intercambiar opiniones entre todos/as y hablar de política en general.

La gente del Observatorio no se muerde la lengua. La crítica es dura, directa, y me hace replantearme bastantes cosas que, realmente, son difíciles de aceptar para una persona de izquierdas…

Una noche, bebiendo ron en el Malecón con gente que quedó de la brigada y algunos cubanos que conocimos en el CIJAM, entablamos conversación con un rapero que andaba fumando un puro y bebiendo ron de cajita. Entre el alcohol y unas rimas (yo también fui rapero) hablamos de Cuba.

El defiende algunas cosas, defiende la sanidad y la educación, que está convencido de que en Cuba no hay un niño desescolarizado, pero critica duramente lo demás: critica no poder salir, la censura, los salarios absurdos y que la noche anterior le llevasen detenido por hablar con una extranjera. Se declara seguidor de Camilo, y cree firmemente que Fidel les traicionó a él y al Che.

“El Titanic se hundió en medio del Atlántico y lo han encontrado, Camilo se hundió aquí al lado y no aparece ni rastro” me dice.

Tras contar un repertorio de chistes homófobos, me suelta una frase que se me queda en la cabeza clavada, aunque ya me venía rondando de antes: “en realidad la sanidad y la educación no son gratuitas, tú las pagas con tu vida”.

Más de un cubano me ha insinuado este tipo de cosas. Podemos decir que nadie queda excluido de la educación, a priori, por razones económicas, pero no que la educación sea gratis. El Estado no regala nada.

Como socialista, me parece bien que se usen las plusvalías del trabajo de forma social, para financiar los servicios públicos, pero en Cuba el absurdo está en que el salario no alcanza para comer.

Cobrando 15 dólares al mes (que sí, que alcanzan para más que en otro país, pero aún así no dan), inventando por la calle para comprar unos frijoles, y teniendo las prohibiciones de viajes para que no haya fuga (o “robo”, que diría Fidel) de cerebros y mano de obra, no podemos decir que en Cuba estos servicios sean realmente gratis…

Con esto no desmerezco a toda la gente que durante años se ha esforzado por los sistemas de educación y salud pública, pero creo que hay un problema sistémico, y soy crítico porque las paredes de La Habana me recuerdan que revolución es cambiar todo lo que debe ser cambiado… ¿o no?

“Aquí hace 50 años había una dictadura, y Fidel y los demás lucharon contra ella. Ahora tenemos otra dictadura y nos toca a nosotros luchar como ellos. No nos vamos”, dice. Me deja su teléfono, pero soy incapaz de localizarle de nuevo…

En el tiempo que estuve en La Habana me di cuenta de ciertas cosas que, creo, un turista común no percibe. Muchos turistas suelen afirmar que en Cuba hay libertad de expresión porque la gente por la calle les habla y les putea del régimen.

Obviando el hecho de que libertad de expresión debería ser mucho más que poder hablar por la calle, lo cierto es que me doy cuenta de que ni eso es del todo cierto. La gente con la que voy, en muchas ocasiones, baja el volumen o se calla si hay otra persona cerca y estamos hablando de algo “delicado”…

Recorro librerías. Me fascinan los precios de los libros y compro cantidad de material que en España es muy difícil o prácticamente imposible de encontrar. Sin embargo, veo que son los mismos libros en todas partes, y la variedad en textos políticos y sociales es nula.

Cuba, territorio libre de analfabetismo, Diario de un guerrillero en la Sierra, Fidel Castro ante las catástrofes naturales, Fidel, Fidel, el Che, pinta y colorea a Fidel y playa Girón, etc.

Una compañera de la brigada tiene muchas dudas sobre el país, le parece que hay cosas buenas pero muchas otras que no cuadran ni tienen sentido. La invito a una reunión con el Observatorio para conocer, al menos, una versión diferente a la del CIJAM y sacar sus conclusiones.

Nos reunimos en una casa ruinosa de Marianao, donde comparto la experiencia del 15-M en los barrios de Madrid y el funcionamiento de la estructura asamblearia. La jornada es buena, distendida, pero hay algo que tiene a todos/as nerviosos.

Al compañero Mario Castillo le han aparecido “por arte de magia” 5 gramos de cocaína pura en casa, que se apresura a denunciar a la policía. Este suceso ya fue denunciado por OC en su blog, y aunque afirman no haber visto antes nada igual, es inevitable tener la mosca detrás de la oreja ante posibles formas de criminalizar al movimiento…

Mi último día lo paso en Alamar junto a Erasmo e Irina, en un ambiente familiar, hablando, para variar, de política y sociedad en Cuba y España. Da pena ver cómo oscurece y se va mi último atardecer en la isla. Andamos como 3 kilómetros desde Habana del Este para conseguir una guagua que cruce el túnel, entre decenas de familias y jóvenes que vienen de pasar un domingo playero.

Me despido velozmente de Erasmo frente al Capitolio, tomo otra guagua hacia el Vedado, bajo por G entre un mosaico de tribus urbanas, dejo las cosas en casa y salgo a despedirme de La Habana.

Voy solo, pues ya es tarde; nadie a quien pueda llamar está en casa y nadie me va a contestar al celular. Compro una Mayabé y me siento en el muro del malecón, frente a la Oficina de Intereses y la Tribuna Antiimperialista y miro el mar tratando de escribir algunos versos…

Me despido en mi última noche en La Habana, mirando el mar desde el muro del malecón. A mi espalda quedan banderas cubanas, frente a mí los sueños de la migración… Y me atasco. Pienso en todo lo que he visto y vivido durante el último mes.

Veo a Cuba como un modelo de Estado diferente al nuestro. Por lo tanto tiene problemáticas propias, al mismo tiempo que no está exenta de problemáticas que nosotros sufrimos. También tiene cosas buenas, igual que otros modelos tienen sus propias cosas buenas.

Considero que quizás sea el país menos desigual de América, donde me da la impresión de que incluso las élites están limitadas por el sistema (Miramar no es comparable a los barrios ricos privados de otros países latinoamericanos), y aunque hay pobreza y hambre no he encontrado esa miseria desesperada que sí he visto en otras partes.

Es un país muy seguro, y me da sensación de tranquilidad a pesar de todo.

Me parece importante la subvención estatal a productos básicos, el fácil acceso a la cultura (la que no moleste al régimen, claro) y el nivel prácticamente nulo de indigencia (aunque sí se hace notar la infravivienda y el hacinamiento).

Considero que la represión cubana es muy sutil, aunque efectiva. Me da una sensación de asfixia en la población civil. No deja de ser irónico que en un continente tan rico en movimientos populares como es América Latina, La Habana me transmitiese esa sensación de inmovilismo.

Lo que asoma la cabeza, o entra en la estructura estatal (lo que a veces significa anularlo) o se va estigmatizando de forma gradual hasta llegar al acoso o los calificativos de “mercenario”, etc.

Un estudiante cubano me decía que ahí no hay culto a la personalidad porque no hay grandes estatuas de Fidel ni calles con su nombre.

Está claro que si “culto a la personalidad” es sinónimo de Corea del Norte, Cuba no entra en ese patrón. Aún así, a mí me da la impresión de que algo hay…

Los retratos de Fidel y Raúl están en todas partes: tiendas, comités, portales, escuelas, círculos infantiles, puestos de trabajo, edificios oficiales, etc.

Sus frases adornan las paredes y los carteles de la carretera. Todo lo bueno del país emana de ellos como si de fuentes divinas se tratasen.

Comprendo que durante las décadas del fervor revolucionario mucha gente admirase y amase a Fidel de forma espontánea y sincera, pero cuando se han educado a generaciones en la admiración a su figura, ya no creo que podemos hablar de espontaneidad, sino de adoctrinamiento…

Desde luego, no podría decir ni de lejos que Cuba sea el país más represivo de América, como pretenden los medios derechistas de mi país. En un continente donde existen elementos genocidas como el ex – presidente Álvaro Uribe, Cuba no sale tan mal parada. Pero el crimen de otros no le exime a uno mismo de responsabilidad.

Podemos decir que Cuba no es el peor sistema, sí, pero ser menos malo no significa ser bueno. No puedo pretender que un cubano acepte su situación porque “el resto del mundo está peor”.

Como conjunto, no puedo defender el régimen cubano porque creo que es negativo de raíz: un partido único vertical y jerárquico (¿cuántos convencidos militantes de la UJC han abandonado porque no se les hacía caso?), instituciones únicas verticales y jerárquicas, un modelo productivo vertical y jerárquico.

Cuba es un Estado autoritario. La propaganda es obvia y asfixiante, y se hace notar más por lo repetitivo que por la cantidad (probablemente tengamos más bombardeo publicitario/propagandístico en España).

Las prohibiciones a los viajes son vergonzosas. El trato preferente que han tenido los turistas durante mucho tiempo es vergonzoso.

Vigilancia. Me da la sensación de sociedad vigilada, entre CDR y Seguridad del Estado (a la que, según supe más tarde, tuve la “suerte” de tener a mi lado, presuntamente, un par de días en La Habana). El Estado tiene ojos y oídos en todas las esquinas…

Existen las élites militares, y eso todo el mundo lo sabe. Y donde existe una élite, existe quien vive del sistema tal como está. Y mientras exista esa clase que vive que las cosas no cambien, va a esforzarse porque las cosas no cambien… o que cambien para su beneficio.

Decía Engels en Anti-Dühring que “mientras la población verdaderamente laboriosa estaba de tal modo ocupada en el trabajo indispensable que no le quedaba tiempo para ocuparse de los asuntos comunes de la sociedad (dirección del trabajo, asuntos públicos y jurídicos, arte, ciencia, etc.), preciso era que existiera una clase especial que, emancipada del trabajo, cumpliera esa tarea, al mismo tiempo que aumentaba, en beneficio propio, la carga del trabajo impuesto a las masas laboriosas.”

Creo que este párrafo, que hace referencia al origen de las clases sociales, es perfectamente aplicable a la Cuba de hoy, y por tanto la raíz del problema de la explotación humana sigue presente.

Creo que Cuba no ha salido de la lógica del capitalismo. Es un capitalismo estatal, que hará frente al capital internacional (al menos en teoría) pero que, de puertas para adentro, no ha cambiado en esencia la forma de funcionar.

Además, como supo ver el Che allá en los 60, si aceptas algunos pilares básicos del capitalismo pero no sus reglas de juego (el mercado) estás condenado a una economía híbrida e ineficaz…

Creo que Cuba es una forma diferente de explotación. No lo considero un Estado más “bondadoso” que otros, ni que sus dirigentes sean más honrados…

Me llevo una impresión más o menos formada, pero soy consciente de la complejidad de la realidad de cualquier país, y más de la realidad cubana, repleta de contradicciones. No vivo ahí, no puedo dar lecciones a nadie, pero tampoco ocultar lo que he visto o sentido, aunque al final resulte ser sólo subjetividad.

Me he dedicado a escuchar todas las opiniones que he podido. Salvo con la gente con la que tenía confianza, no he discutido a nadie (no me consideraba con legitimidad); ni al que soñaba con la vida de Miami, ni al que defendía al gobierno y confiaba en sus buenas intenciones.

Las conclusiones de este artículo son el resultado de tratar de juntar todas las piezas que he ido recogiendo durante un mes para hacer un puzzle con la imagen de Cuba, que espero sea mínimamente acertado.

Me voy de la isla con varios sentimientos amargos. Por un lado, me da tristeza ver un pueblo que ha luchado durante tanto tiempo, que ha sido golpeado por tanta gente (desde sus propios gobiernos hasta Estados Unidos y otros países), que ha pasado situaciones tan duras como el Período Especial y que sigue estancado o dando un pasito adelante y dos atrás…

Por otro lado, sé que echaré de menos el país. Sus Chevrolets, sus pizzas en la calle, sus jugos y refrescos de un peso, su gente, sus paisajes y esa luz mágica de La Habana cuando amanece o se pone el sol, sus casas de colores, su Chan Chan y su reggaetón, sus calles de cifras y letras, su acento, su “candela”, su “pinga” y su “asere”. (Aviso al turista potencial que lea estas líneas, que el agua del grifo y los refrescos callejeros que extraño pueden tener consecuencias: volví a Madrid con parásitos)

Y, sobre todo, dejo a mucha gente a la que he cogido tremendo cariño. A algunos tengo la suerte de poder escribirles mail, a otros tendré que mandarles postales. Pero me duele pensar que, quizás, no vuelva a ver a la mayoría. Hay demasiadas historias y personas que no caben en estos artículos.

El vuelo de Cubana despega a medianoche del aeropuerto José Martí, exactamente 4 semanas después de que el ICAP viniese a recogernos. ¿Tan rápido pasa el tiempo? Es frustrante…

VIVA CUBA LIBRE! (aunque nadie sepa muy bien qué significa eso)

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