Mercedes Gonzalez Amade
HAVANA TIMES — A casi todo el mundo le gusta seguir la moda; esta cambia constantemente y recicla estilos de otras épocas o implanta nuevas maneras de vestir, por lo que es diversa, resulta fácil atrapar a gente de disímiles gustos.
Nosotros en Cuba no quedamos ajenos a este vaivén de lo que se usa y lo que no. Incluso a veces hasta se llega a valorar a las personas no solo por sus sentimientos y cualidades sino por cómo viste.
Les explico, tengo 37 años, me siento joven y me gusta estar a la moda, hay cosas que por mi poder adquisitivo no puedo comprar, pero me siento bien conmigo misma y creo que no visto mal. Lo que no me gusta es que este fenómeno de la moda se haya hecho un estilo de vida y que la sociedad cada vez más se haga eco de esta frivolidad que convierte la vida de padres de jóvenes y adolescentes en una odisea.
Como madre intento transmitirle a mi hijo valores como el respeto, el amor, la ayuda desinteresada al prójimo, ya sean personas mayores u otras que lo necesiten. Algunos niños y adolescentes de mi barrio me dicen que eso no se usa como si se tratara de una moda y no de educación.
Estos mismos muchachos me cuentan que solo se relacionan (y piensan seguir así en el futuro) con personas que vistan igual que ellos o con ropas más caras de las que ellos usan; es decir, que lo importante no es la persona sino cuánto cuesta lo que lleva puesto.
Tal vez el 50% de los padres de este país puedan gastarse 100 dólares en un par de zapatos para su hijo, pero si junto a eso no le enseña a ser una persona de bien, a respetar, a valorar a la gente independientemente de su nivel adquisitivo, lo que le está inculcando es que lo material es más importante que los valores humanos.
La ropa se rompe y se desecha, los valores prevalecen y engrandecen a la persona.
Conozco mucha gente que vive una vida de pacotilla, están con su pareja por lo que les pueda dar económicamente, sin amor. Se acercan a las amistades con el mismo objetivo, no median sentimientos ni principios; son personas vacías y sin escrúpulos.
No podemos ayudar a que esto crezca, la pacotilla no puede ser tan valorada, los padres debemos contribuir a que esto no siga proliferando.
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