Ortega y su partido de espaldas a la historia, al desarrollo y la evolución

Por Henry Petrie  (Nuevas Miradas)

HAVANA TIMES – Los principios no son estáticos ni inamovibles, tampoco las verdades son obligaciones de fe. Todo está en movimiento y en constante cambio, máxime en una sociedad global que se va imponiendo con celeridad. El cuestionamiento es el dinamo del pensamiento científico, progresivo, revolucionario. La obediencia ciega al dogma, sin considerar factores de contexto, conduce a actitudes retrógradas.

No hay ciencia ni revolución sin pensamiento crítico, sin observación constante de la realidad que se desea transformar. En el caso nicaragüense, la fuerza política llamada a brindar una contribución histórica trascendental, malogró su oportunidad, dando paso a un adefesio autoproclamado «revolucionario», «izquierda», cuyo pensamiento caudillista y retrógrado, degeneró en dictador, creándose la antítesis de un genuino movimiento que mereció una visión más certera de su desarrollo y evolución.

Tanto así, que los valores históricos, en virtud de enriquecerse y contextualizarse oportunamente, se pusieron al margen para dar lugar al voraz apetito capitalista, a la desenfrenada corrupción y a la creencia supersticiosa que, día a día, se pregona en los medios de comunicación oficialistas. El populismo con su efecto espuma e ilusionismo, se convirtieron en artes de manipulación eficientes.

A la luz de las leyes estadounidenses en contra del régimen Ortega Murillo y sus cómplices abiertos y encubiertos, acusan al movimiento azul y blanco de «entregado a los gringos», «imperialistas» y «vende patria», como si esta traición no fuese propia de sus aberraciones ideológicas.

Aquellos otrora líderes de la revolución quisieron parecerse tanto a los derrocados y a los señores del capital, que optaron por las «hijas de la burguesía», entre más «chelitas» mejor; se creyeron tan dueños del mundo, que asumieron merecer a cuantas mujeres fuesen posibles, entre niñas y jóvenes; odiaron tanto al imperio que abrieron cuentas bancarias en Estados Unidos, concursan en su bolsa de valores y han establecido negocio con fieles representantes del Tío Sam.

Pero la educación ni el sacrificio revolucionario nunca se aplicó a sus vástagos, quienes han disfrutado de las mieles imperialistas, viviendo como príncipes en cada feudo empresarial del reino del más grande violador de la Constitución y de las leyes.

¿Quiénes se ofrecen a los rusos con caviar? ¿Quiénes hicieron una ley de venta del territorio nacional a los chinos? ¿Qué son Rusia y China si no poderosos mundiales? Entonces, ¿quiénes han coqueteado (por alineamiento ideológico o conveniencia económica particular) ante el águila, el oso y el dragón para acrecentar y perpetuar su poder en Nicaragua? Acaso, ¿no es este ejército defensor del dictador Ortega, el que tiene grandes intereses con los gringos?

Aquí, los más grandes pro imperialistas son los Ortega Murillo, los mismos que no admiten y tergiversan la realidad, los que nunca han permitido el desarrollo de un pensamiento científico en Nicaragua, los que conciben el arte como bufonería, los que pactaron con el gran capital para convertirse en capitalistas.

Daniel Ortega no es de izquierda, ni revolucionario, ni antiimperialista, ¡menos! un promotor de la libertad y de los derechos humanos.

Ortega y Murillo son dos furibundos que, aprovechándose de las ventajas del poder, han destruido el instrumento de los pobres para luchar por una sociedad más justa y equitativa. No les interesan definiciones, cuestionar conceptos, contextualizar principios. Si así fuese, desde hace mucho tiempo que hubieran presentado a la izquierda latinoamericana su análisis de contexto, su postura acerca del nuevo orden y el gobierno mundial en ciernes, la interpretación de las soberanías nacionales frente al desarrollo tecnológico y financiero de los grandes centros de poder mundial. Ellos han sido parásitos del llamado movimiento revolucionario internacional.

En las condiciones actuales, hablar de imperialismo y de antiimperialismo, sin duda, tiene connotaciones distintas a la época de Sandino, más complejas. Ubicarnos en la simple injerencia y violación a las soberanías de los pueblos, sería concebir la pobreza desde el flagelo mundial del hambre. Necesitamos más análisis y redefiniciones.

Hay tres verdades relacionadas con Daniel Ortega: uno, jamás fue ni será un ideológico ni educador del sandinismo; dos, desde que saboreó el poder en los ochenta, sus ambiciones lo llevaron a convertirse en millonario, en un oligarca más de Nicaragua; y tres, nunca concibió la necesidad de un partido político con funcionamiento democrático, todo lo contrario, su preferencia es la fuerza político militar.

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