¡Las damas de blanco en la esquina de mi casa!

Piña con sal, una sorpresa dominical en la calle Manrique, llegando a Reina, Centro Habana.

Vicente Morín Aguado

Damas de Blanco en la esquina de mi casa.

HAVANA TIMES — La foto a cierta distancia porque la sorpresa fue mayúscula, además, una reportera armada de equipos mejores que mi modesto teléfono móvil, cubría cada detalle. Concentrada en su trabajo, similar a una maestra de coros ante sus disciplinadas alumnas, sin importarle el público, una mujer pequeña, robusta, de piel oscura, dirigía las acciones: ¡Laura Pollán Vive!, repitieron las persistentes y atrevidas mujeres, juntando en sus puños alzados gladiolos rosados.

La gente fue aglomerándose, por suerte el imprevisto no vino acompañado de agresores contra la manifestación. Los comentarios comenzaron, siempre por lo bajito, como si quiénes hablaban expresaban el miedo latente en sí mismos, hace tiempo despejado de las mentes de estas opositoras al gobierno:

Una señora: “Ahí están, llamando la atención, la negra dirigente es Bertha Soler, la que viaja a los Estados Unidos, la que maneja el dinerito.”

Un señor: “Seguramente acaban de salir de la Iglesia de la Caridad, parece que cambiaron de sede, antes iban los domingos a la de Santa Rita de Acacia en el Vedado.”

Un vendedor de confituras: “Yo no tengo problemas, tengo licencia, pero no entiendo por qué tanta algarabía, mejor dejarlas andar, no hacerles caso, total, con una flor en la mano unas cuantas mujeres no amenazan a nadie.”

Hay detalles imposibles para una mayoría de cubanos cuya única referencia son las informaciones de los medios estatales de comunicación: se trataba de Ciudadanas por la Democracia, desgajamiento de la organización original fundada por la desaparecida Laura Pollán, cuando su hija encabezó un cisma frente al liderazgo de la mencionada Bertha Soler.

Los chismes van y vienen, el espectáculo crece, algunos sacan sus teléfonos de los bolsillos. Tiro mis fotos mientras guardo una respuesta, no me atrevo al debate público, tal vez pierda hasta mi Samsung si digo unas palabras demás. Aquí nadie sabe ¿quién es quién?

Un tipo dice conocerlas de su barrio, aclara que “en la casa de la difunta Laura Pollán no hay movimiento”, pregunto en silencio: ¿Cuántos de los transeúntes detenidos por infarto ante las valientes mujeres tienen acceso a internet? ¿Qué se conoce realmente en Cuba de estas damas incólumes vestidas con el color suma de todos los colores?

Es evidente que los espectadores cuentan con escasos elementos de referencia a la hora de valorar el insólito acontecimiento, agréguese el típico enredo de un puñado de chismes.

El cronista reflexiona: es difícil juzgarlas, no estoy en sus pellejos. Lamento la división entre ellas, reprocho ciertas declaraciones de la desafiante Bertha, pero ellas tomaron la palabra.

Es doloroso escuchar personas opinando de lo que no conocen, gente tal vez molesta por el pan nuestro de cada día, pero incapaces de identificar el origen de la diaria diatriba que es su vida.

La señora habla del “dinerito”, termina acusándolas de “mercenarias”, vendidas, artistas de poca monta en el escenario callejero a cambio de dólares norteamericanos. ¿Cuántos dólares por una puñalada, por recibir la esperada golpiza, por vivir el escarnio, por la mirada esquiva peor que un puñetazo?

Buscando en los diccionarios encontré varias acepciones de la tan repetida palabra: mercenario, ria. (Del lat. mercenarĭus). adj. Dicho de una tropa: Que por estipendio sirve en la guerra a un poder extranjero. || 2. Que percibe un salario por su trabajo o una paga por sus servicios.

Mujeres armadas de flores no componen un batallón del mencionado ejército citado en el diccionario. Por demás, no estamos en guerra con otros estados. De acuerdo a la segunda acepción de la Real Academia de la Lengua Española, casi todos en este mundo, los trabajadores sin propiedades, somos mercenarios.

Las Damas de Blanco son opositoras al sistema político vigente en Cuba, retan al gobierno, pocos las aplauden en vivo, muchos aprueban en silencio sus acciones, otros llegan hasta la agresión física y sobran quiénes se les oponen, tal es el complejo contexto de la opinión pública cubana.

¿Por qué las agresiones directas con peligro para la vida? Sus opositores deben y pueden manifestarse dentro de la ley del estado socialista que ellas respetan.

Sin embargo queda el dilema esbozado por el vendedor de dulces: Dejarlas caminar por las calles habaneras sin hacerles caso. El problema es el miedo, esa sospecha de que un día comiencen a hacerles caso.

Saludé desde cierta distancia, hice la señal del dedo gordo hacia arriba sin esperar respuesta.

En Cuba no faltan las personas que suelen rociar con sal algunas frutas frescas, buscando realzar su sabor.

Era la tarde del domingo y había salido a buscar una piña y un paquete de sal.
—–

Vicente Morín Aguado: morfamily@correodecuba.cu

 

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