La victoria de Trump vista desde Cuba

Por Osmel Ramírez Álvarez

Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — Muy sorprendente ha sido el triunfo contundente de Donald Trump en las elecciones presidenciales de los EUA este martes 8 de noviembre. Para la mayoría la gran favorita era Hillary Clinton, por su experiencia, por su discurso y por los escandalosos comentarios  de (y sobre) su oponente.

Aunque las encuestas daban poco margen para la victoria demócrata, se esperaba que fuera aún mayor en el momento decisivo. “Frustración”es la palabra de estos días y cunde una especie de pánico-Trump en todo el mundo, principalmente en los mercados de valores.

Con relación a los pronósticos fallidos, es lógico el asombro, estamos acostumbrados a que los políticos pierdan apoyo bruscamente cuando sobre su imagen se ciernen escándalos morales y de principios como en este caso. Sin embargo, el pueblo estadounidense le dijo “sí” y está dispuesto mayoritariamente a confiar los destinos del país en las manos del controvertido millonario.

El voto cubano en la Florida, al parecer, favoreció al magnate y podría considerarse “de castigo” contra los demócratas por no estar de acuerdo con el tipo de negociación que están haciendo con Cuba. Aun así no puede atribuírsele a ello su triunfo en el Estado, porque la tendencia fue general.

Trump, independientemente de todas las locuras que dijo, era la novedad y explotó a su favor temas sensibles como la fuga de industrias y sus consiguientes empleos, fruto del libre mercado exacerbado. Es un republicano atípico igual que Obama lo fue en su momento como demócrata, ante el electorado que desea cambios

Aquí en la Isla, calando en las reacciones de la gente, se puede palpar que el magnate no despierta mucha confianza y tras sus últimas declaraciones muchos creen que habrá un retroceso en las relaciones. Y es perfectamente posible porque las leyes del bloqueo están intactas y todo lo que se ha avanzado ha sido por iniciativas ejecutivas, es decir que por la misma vía se pueden derogar. Ya sucedió una vez cuando G. W. Bush (republicano) echó para atrás los compromisos de B. Clinton (demócrata) con Corea del Norte para detener su programa nuclear y favorecen un estado de paz en la península, hasta hoy fracturado por tal decisión.

Pero es muy poco probable que el recién electo presidente de la Casa Blanca rompa relaciones con Cuba. Pero como él ha dejado claro desde el principio, tratará de hacerlo diferente, de hacer “un mejor trato”. Es un hombre de negocios, muy pragmático y va a llamar las cosas por su nombre, como acostumbra. Es muy probable que lastime los “sentimientos soberanos y nacionalistas” de los dirigentes cubanos, los cuales haciendo honor a su “gran dignidad” podrían apartarse del diálogo.

Más allá de quién sea el presidente de los EUA y de sus discursos de campaña para atraer el voto cubano en la Florida, están nuestros problemas más perentorios como nación. El bloqueo molesta el desarrollo de nuestra economía y necesitamos relaciones cordiales con nuestro poderoso vecino, mejores que en el pasado: ¡es cierto! Pero lo que más necesita nuestro pueblo, lo que le urge en verdad, no lo pueden resolver ni Obama ni Hilary ni Trump, solo nosotros lo podemos conquistar.

Debemos rescatar nuestra soberanía popular de manos del PCC; instaurar un sistema democrático que preserve lo bueno que conseguimos con la Revolución y nos proporcione espacio para todos con libertad y justicia, y hacer posible el funcionamiento de un modelo económico que desate nuestras fuerzas productivas y nos conduzca hacia el desarrollo económico y social que necesitamos.

Solo con estos vitales pasos, previamente ganados, podremos aprovechar nuestras fortalezas en el marco de una apertura real al mundo.

Trump hizo campaña electoral con el tema Cuba igual que lo hizo con otros asuntos polémicos. Como millonario excéntrico y exitoso, posando de político, tuvo muchos gazapos. Este triunfo viene a coronar su éxito personal y es tal vez la cúspide de sus aspiraciones y retos, que de seguro alimentan su ego. Pero eso entra en un plano diferente a lo que viene a partir de enero cuando asuma la presidencia del país más rico del mundo, que ejerce un gran liderazgo mundial y es la mayor potencia militar y nuclear. Una vez en la oficina oval han de quedar atrás los excentricismos y comenzará el trabajo responsable.

Esperemos que una pléyade de asesores capaces lo termine de “pulir” como político y muestre que puede ser tan exitoso en este nuevo desafío como lo ha sido en los negocios. De seguro quedarán atrás los desatinados propósitos del muro en la frontera de México, las prometidas deportaciones masivas de inmigrantes y sus groserías sexistas con las mujeres, que tanta indignación han provocado.

También esperamos que con respecto a Cuba pueda hacer lo que prometió: “Un mejor negocio”, que sea incluso mejor que el que hizo Obama, no solo para los EUA, sino también para el pueblo cubano. Si es para superarlo ¡bienvenido Trump!

 

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