La persistente crisis racial en Cuba

Alberto N Jones  (Foto: Juan Suárez)

Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — Las recientes controversias en Havana Times y en otros medios en el mundo sobre el candente tema racial en Cuba, confirma mis predicciones de más de una década que el temor infundado del Gobierno cubano a reconocer y enfrentar el creciente racismo en el país y sus intentos por pretender que esta tragedia no existe, ha servido solo para que esta haga metástasis y termine devorando a la víctima, si no se aplica una efectiva y agresiva terapia.

He leído con cuidado los artículos de Lenin Ledo Galano sobre Guillermo Fariñas del 8/8,  la respuesta de Elio Delgado el 16/8  y la contra respuesta de Yusimí Rodríguez del 24/8, que de una manera u otra giran alrededor de los signos, síntomas y el cuadro clínico, pero omiten la siniestra etiología racista que nuestro país arrastra hace más de 500 años.

Por cuanto, los casos de Fariñas, Zapata, Berta Soler, Unpacu, Damas de Blanco y similares son signos y síntomas de una enorme patología que está devorando la nación, no me refiero a ellos a pesar de tener un criterio sobre los mismos.  Tampoco a los artículos de Elio, Iroel o taimados que han analizado el tema en la Mesa Redonda, proclives a presentar estos males en tecnicolor o como si fueran el resultado exclusivo de las campañas diversionistas de los estadounidenses.

Miles de documentos históricos antes y después de la independencia de Cuba demuestran categóricamente la estirpe supremacista y racista de personas en posiciones de autoridad e influencia en Cuba, que han impuesto a sangre y fuego su filosofía eurocéntrica y que aun en fecha reciente, autores como Rolando Rodríguez tratan de enmascarar y justificar en libelos  tendenciosos, hechos monstruosos como la masacre de los Independientes de Color en 1912, catalogándolo como “un alzamiento equivocado” o “la conspiración de los iguales”.

La cruel, brutal y vergonzosa experiencia del negro en la Isla permanece como tarea pendiente y lacerante herida supurante que produce hedor y asco, que todos, incluso nuestro ilustre Nicolás Guillén creyó erradicado al triunfo de la Revolución, lo cual dejó plasmado en su emotivo poema Tengo.

Una irrefutable falta de voluntad política gubernamental ha ignorado la profundidad, gravedad y malignidad del racismo en Cuba, el cual se ha querido resolver cerrando los ojos, aplicando curitas, mercurio cromo o intimidando con la división racial cualquier intento de discusión y análisis.

La complicidad oficial en la permanencia del racismo y sus secuelas, no requiere de estudios académicos ni recopilación bibliográfica.  Basta un análisis comparativo con la forma, la energía y determinación con que ese mismo gobierno enfrentó y resolvió los problemas educacionales, sociales, políticos o militares más complejos.

  • La Revolución alfabetizó a todo el país en menos de un año y lo convirtió, en menos de un cuarto de siglo, en el más educado del continente.
  • La Revolución liberó a la mujer y le confirió los derechos sociales más avanzados de nuestra región.
  • La Revolución reconoció en menos de una década los derechos de igualdad de los homosexuales, bisexuales, trangéneros etc., en un país de mentalidad machista, prejuiciada y homofóbica.
  • La Revolución derrotó cuantas agresiones militares, económicas, financieras, políticas y de aislamiento  en su contra, por el estado más poderoso del mundo y sus aliados.
  • La Revolución logró poner al país a la cabeza de América Latina en educación, arte, cultura, deporte y las ciencias.

¿Cómo explicarnos, entonces, que el racismo que es mucho más fácil de erradicar, ha podido sobrevivir, reproducirse y hoy constituye el mayor escarnio y obstáculo para el desarrollo, cabalgue libremente a la vista de todas las autoridades y del cual se habla esporádicamente en forma tangencial, sin la aplicación de leyes o repercusión para los infractores?

La persistencia de una mentalidad supremacista, sectaria y segregacionista que pervive en la mente y corazón de muchos funcionarios del gobierno cubano, ha sido determinante en el mantenimiento y desarrollo de esta plaga. El poder absoluto y la negativa a cambiar el rumbo, está acercando peligrosamente la nave a los arrecifes y a un naufragio como lo demuestran decisiones absurdas, descabelladas y un inmovilismo que está fosilizando al país.

Como resultado de ello, Cuba ha perdido cientos de miles de millones de dólares en la producción de alimentos, privado al pueblo de nutrientes básicos y ha preferido mantener ociosos, devorado por el marabú a millones de hectáreas de terreno fértil antes que suspender la cruel e injusta entrada al país de braceros del Caribe sobre los que recayó en el pasado, la producción de azucar, café, cacao, frutos y animales menores.

De haber actuado de igual manera los gobiernos anteriores al triunfo de la Revolución, el país no habría tenido un Teófilo Stevenson, Lesbia Vent Dumois, Regino Boti, Rita Manley, Lidia Turner, Wilfredo Lam y otros.

Mientras Cuba gasta millones de dólares en promoción turística en Europa, Asia y Oceanía, jamás ha hecho un esfuerzo similar en el Caribe ni dentro de la comunidad afroamericana que posee un Producto Nacional Bruto que sobrepasa los 960 mil millones de dólares al año.

¿Cómo pudieran explicar los órganos de justicia del país, la enorme disparidad en la administración de justicia entre blancos y negros en Cuba, incluso entre altos funcionarios del gobierno, en los cuales delitos menores cometidos por negros son severamente sancionados y otros gravísimos cometidos por blancos en contra de la seguridad e  integridad de la nación son denunciados, reprimidos verbalmente y reintegrados a la sociedad sin ninguna consecuencia?

Qué razones que no sea el horror al negro y un racismo mal encubierto que pudieran explicar los daños auto-infligidos al empobrecer y diezmar a todo un sector de la población mediante la exclusión, el hambre y obligarlo a delinquir para encarcelar a cientos de miles de negros, los que constituyen hoy una flagrante e innegable acusación del fracaso de las relaciones raciales en Cuba.

O el país acopia las fuerzas morales para erradicar los Sowetos que ha creado, acepta sobrevivir con el estigma y escarnio internacional o se prepara para sucumbir en las llamas de la discordia racial de Baltimore,  Férguson, Miami y de Europa.

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