La doctrina de la Tábula Rasa y el Socialismo en Cuba

Vicente Morín Aguado

Farolero de La Habana. Foto: Caridad

HAVANA TIMES — La Revolución cubana liquidó la propiedad privada latifundista sobre la tierra. A partir de 1959 y en los años siguientes desaparecieron los dueños de inmuebles utilizados como fuente de negocios: edificios de apartamentos, hoteles, fábricas, tiendas y demás comercios.

Con la llegada de Fidel Castro al gobierno, las empresas extranjeras perdieron su derecho a ser propietarias de los medios de producción en el territorio cubano.

El 16 de abril de 1961, Fidel Castro proclamó el carácter socialista de la revolución en curso, víspera de una invasión militar, organizada y financiada por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América.

Los hechos históricos antes citados impiden hacer tábula rasa, ellos existen más allá de las pasiones y razones que hoy animan cualquier debate sobre nuestro país. Los extremos de la polémica llegan hasta la negación del socialismo y la afirmación de que vivimos en un Capitalismo Monopolista de Estado.

Tal parece que los “americanos” se molestaron con los Castro porque estos últimos se hicieron amigos de los rusos, aprovechando la coyuntura para eternizarse en el poder. El asunto de la propiedad no viene al caso y las miles de reclamaciones asociadas a la Ley Helms-Burton son asunto de locos allá en Miami.

Los testimonios suelen son testarudos, es bueno entonces aclarar algunas ideas esenciales:

La existencia del mercado con sus categorías básicas como el dinero, los salarios, bancos, créditos y demás, no implica la presencia de un sistema capitalista. Tales categorías económicas acompañan a la sociedad humana desde los albores de la civilización.

El socialismo en los modelos conocidos hasta hoy, no ha podido eliminar al mercado, asunto que fue una verdadera pesadilla para algunos pensadores comunistas, entre ellos el Che Guevara.

En adelante, los líderes socialistas deberán considerar que el mercado y sus categorías económicas estarán en las bases de cualquier variante aplicable, por tanto, será positivo aprovechar las instituciones y estructuras capitalistas heredadas, cuyo funcionamiento no debe sobrepasar las finalidades que aconsejan el sentido común y la solidaridad colectiva.

Para que exista Capitalismo Monopolista de Estado tiene que existir el capitalismo propiamente dicho en el país en cuestión. Puede hablarse de monopolio estatal socialista, pero nunca de su contrario cuando no prevalece la propiedad privada sobre los medios de producción.

Si se es observador crítico, podrá comprobarse que Cuba ha negociado con empresas extranjeras cifras millonarias, pero sin entregar los elementos básicos que desmantelarían el socialismo: la propiedad sobre los inmuebles, las tierras o los derechos a manejar el régimen laboral y los salarios de los trabajadores.

Únicamente con el advenimiento del capitalismo pudieron los burócratas de la Europa del Este convertirse en reales hombres de negocios al estilo de sus émulos euros occidentales, aprovechando de forma oportunista los puestos clave antes detentados y la ayuda económica que recibieron del exterior.

La burocracia estatal de cualquier nación que ha intentado el socialismo, podrá en su mayor o menor corrupción, apropiarse de una parte de la riqueza social, lo cual jamás la hará propietaria de las fábricas, las tierras y demás bienes necesarios para los negocios privados. Siempre esta burocracia actuará fuera de la ley civil y será moralmente condenada por la mayoría de la población.

Las dictaduras no definen el tipo de sistema socioeconómico imperante en una nación. Desde los tiempos de Pisístrato en Atenas o Fabio Máximo en Roma, se conocen tiranías o dictaduras, unas alabadas, otras recriminadas, en tanto algunas son juzgadas de forma equilibrada, dados sus aspectos positivos y negativos, como parte insoslayable del proceso histórico.

Acusado de dictador, caudillo e inclusive de exceso de años en el poder, visto como un soñador y hasta un aventurero, Fidel Castro morirá querido por la mayoría de sus coterráneos. Sobran los ejemplos que demuestran esta última afirmación, en tanto la historia evaluará sus aciertos y desaciertos.

Aun dentro de una dictadura, Cuba dio muestras palpables, claras e irrefutables, de participación democrática, es decir, popular, en la toma de decisiones. Diversas leyes revolucionarias fueron precedidas de un amplio proceso de discusiones populares, el Código de Familia, promulgado en 1975, es un buen ejemplo. Los debates previos al Sexto Congreso del Partido muestran igualmente el camino.

¡Ah!, y en las recientes elecciones votó alrededor del 95 por ciento de los electores, sin presión alguna y muy a pesar de la rutina que caracteriza nuestros llamados “Poderes populares”. Evidentemente el socialismo en nuestra patria cuenta aún con un elevado consenso.

A quiénes creen que son los uniformados la clave que sostiene el actual sistema político nacional, les recomiendo leer a un filósofo español de la más rancia derecha anticomunista, el señor José Ortega y Gasset. Bastarían las primeras páginas de su magistral ensayo titulado “La Rebelión de las Masas”.

La cantidad de críticas que pueden hacerse al proceso revolucionario cubano es innumerable, pero jamás ocultarán la obra de la Revolución, cuya lista de satisfacciones es igualmente larga. Tal vez el socialismo no pueda ser salvado, eso dependerá de la voluntad de la mayoría de los cubanos.
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El hecho de adoptar un sistema unipartidista o bipartidista no implica contar con una auténtica democracia. Lo esencial es la participación activa de las masas populares, en todos sus estamentos, sin discriminación, para decidir desde la escala local hasta la nacional sobre los asuntos de la sociedad.

Sólo con el fin legal de la servidumbre puede hablarse auténticamente de los primeros sistemas democráticos, sin olvidar las notables limitaciones de los mismos, impuestas en principio por la desigualdad de ingresos entre las personas, asunto imposible de resolver en el capitalismo.

Un buen ejemplo son Los Estados Unidos de América, paradigmas de la democracia, quiénes abolieron la esclavitud oficialmente 91 años después de proclamada su constitución, necesitando un siglo adicional para erradicar formas de discriminación cercanas al desaparecido Apartheid sudafricano.

Lo que define al socialismo, desde la óptica marxista, es una propuesta existencial: eliminar la alienación humana, reafirmando las cualidades adquiridas, aquellas que nos alejan de nuestro origen zoológico. Bien dijo Freud que toda la historia de la civilización era la lucha de hombre contra el instinto animal.

Los países que intentan formas de distribución de los ingresos mas justas, disminuyendo la brecha entre ricos y pobres, generalmente partiendo de fuertes estructuras capitalistas de estado, de hecho están “haciendo socialismo”. Agreguemos formas políticas igualmente participativas, marcadas por la impronta de la colectividad y será un excelente camino.

Decir que Cuba no es socialista, como tampoco lo fue la Unión Soviética o no lo es el Viet- Nam Contemporáneo, es hacer tábula rasa. ¿A dónde nos piden que vayamos? Podemos avanzar con mayor lentitud o rapidez, pero debemos avanzar, jamás retroceder!
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Vicente Morín Aguado: morfamily@correodecuba.cu

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