¿La culpa no la tiene nadie?

Por Pilar Montes

Foto: Lucas García Molinari

HAVANA TIMES — Entre Washington y La Habana, sobre todo desde el 17/12/14, las relaciones parecen cada vez más un subibaja de propuestas incumplidas y rechazos, sin que la culpa caiga de un solo lado.

¿Y si la Casa Blanca o siquiera el Congreso carecen de fuerza para decidir? Quizás el poder real esté en las corporaciones fabricantes de armamento o entre los súper ricos, que evaden impuestos escondiendo esos fondos en los paraísos fiscales.

El catedrático estadounidense Noam Chomsky, en su más reciente ensayo señala que en los tiempos de Adam Smith y más aún en la actualidad, el verdadero poder no está en los estados ni sus gobiernos, sino en los conglomerados transnacionales, las gigantes instituciones financieras, emporios comerciales y sus similares.

Si no, ¿cómo explicar que promesas hechas por Washington hace dos meses, poco después de la visita del presidente Obama a La Habana, de que se permitiría a los cubanos y a sus bancos usar dólares para transacciones comerciales, todavía Cuba no ha podido hacer operación alguna en el billete verde?

En marzo, el consejero de política exterior Ben Rhodes dijo a medios de prensa cubanos que la decisión de permitir a Cuba el uso del dólar no parece haber sido suficiente, porque los bancos aún temían posibles sanciones de Washington. Rhodes añadió que la Administración tendría que hablar con los bancos sobre el cambio de política.

Pero no es solo eso, sino que el 20 de abril, un tribunal en Europa acusó al sistema de envíos de remesas Pay Pal de permitir que un cliente de Luxemburgo pagara un boleto de teatro para una obra que llevaba la palabra Cuba en el título.

Foto: Lucas Garcia Molinari

El 9 de mayo, Cuba denunció la continuada aplicación extraterritorial del bloqueo de Estados Unidos, cuando un banco británico cerró las cuentas de la Campaña de Solidaridad Británico-Cubana  debido a las sanciones de Estados Unidos.

Las  promesas incumplidas de parte de Washington dejaron el juego a favor de La Habana, pero este no tardaría en empatarse con la anunciada inauguración de viajes de crucero de la empresa Carnival, basada en la Florida.

De pronto los muchos residentes de origen cubano fueron informados por la compañía que solo tenía autorización para trasladar a ciudadanos estadounidenses dentro de las 12 categorías aprobadas por el gobierno, ya que Cuba tenía una ley que prohibía a los cubanos viajar por mar a la Isla.

La existencia de la antigua regulación que data de los primeros años de la Revolución fue desempolvada por la compañía estadounidense, que se vio acosada por manifestantes que la acusaron de discriminación e incluso fueron a los tribunales con su demanda.

Después de ser puestas en ridículo, en momentos cuando ya los cubanos no necesitan permiso de su gobierno para viajar, las autoridades de la Isla liberaron a Carnival de esa responsabilidad.

Así las cosas, el crucero arribó a La Habana con 700 pasajeros a bordo y siguió viaje hacia Cienfuegos y Santiago de Cuba.

Ay, mamá Inés…

El 22 de abril, los Departamentos de Estado y del Tesoro anunciaron que se abría la posibilidad de importar café cubano, pero solo de productores privados que, además, tenían que “demostrar no tener vinculación con el Estado”.

A esta propuesta con pie forzado, que no fue acompañada con el ingrediente principal de garantizar el uso del dólar estadounidense en esas transacciones, La Habana no respondió con astucia y creatividad. Todo quedó en proyecto.

En vez de devolver el golpe y aceptar el trato, extendiendo licencias de exportación a los productores, con todos los debidos requerimientos de control fitosanitario, certificado de origen y el pago de los aranceles establecidos, siempre y cuando la parte estadounidense autorizara el uso del dólar, la respuesta fue el lenguaje de barricada.

Para Estados Unidos, poner condiciones supuestamente de “defensa de los derechos humanos” en sus tratos con países pobres les ha dado resultado, no porque sigan las normas del comercio internacional, sino porque muestran sus músculos de potencia.

Pero para Cuba, una respuesta adecuada habría sido subirle la parada al “guapo del barrio”, una jugada inesperada o propuesta imposible de rechazar, sorprender al contrario.

El café cubano no sobresale por sus grandes volúmenes de exportación, sino por su excelente calidad, sobre todo, en la especie Árabica, que lo ubica entre los preferidos del mundo.

La comercialización del grano se realiza por varias empresas estatales que benefician, empacan y tienen licencia para exportar.

Por otra parte, el cultivo del rubro solo ahora se empezó a recuperar. Solo comparemos que la zafra 2015-2016 totalizó con 5,503 toneladas de cafe verde (secado y trillado), comparada con la de 1961 cuando se recogieron 60 mil toneladas.

Las plantaciones que se extendían por 160 mil hectáreas, ahora se reducen a 67,087, con bajos rendimientos. Elexis Legrá, director de Café, Cacao y Coco del Grupo Empresarial Agroforestal del Ministerio de la Agricultura, informó que además de insumos, se elevó el pago a productores hasta 392 pesos (unos 14 USD) por cada 100 libras de cafe verde.

Legrá explicó que con más insumos y la mayor aplicación de la ciencia y la técnica, en 2017, la cosecha del aromático producto crecería un 30 por ciento respecto a esta contienda y para el 2020 se alcanzarán las 20 mil toneladas.

Los cubanos rebosan de inventiva creadora y así lo han demostrado, manteniendo al vecino poderoso a raya durante cinco décadas. Hay transformaciones en marcha, pero urge poner la maquinaria a todo motor.

Sin embargo, al no tener la seguridad de quién manda en Estados Unidos y, mucho menos, después del próximo noviembre, se impone que La Habana modernice su táctica y sea astuta al negociar sus diferencias, si quiere mantener su independencia.

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