Gatos habaneros y un vecino triste

Amores perros de la Habana (IV)

por Carlos Fraguela

MIs gatos.

HAVANA TIMES — Cuando vine a vivir aquí, hace 17 años, mi relación con los gatos era mala, los rechazaba. Mi padrastro siempre me dijo que eran animales traicioneros y desde niño era ese el único animal con el que debía reconciliarme, además era yo un niño cuando una gata me mordió porque fui a levantarla del piso para cargarla y la lastimé. No obstante sabía que había algo que yo no estaba entendiendo bien y tuve que pensar mejor.

Aquí había un pequeño grupo de estos animalitos encantadores, pero muy salvajes y callejeros y por años estuve solo observándolos hasta el día en que una gata a la que hoy llamo Abuela tuvo dos pequeños por descendencia. El macho al crecer se fue de la vecindad y solo quedó la gata hembra que la abuela casi me entregó en adopción.

Esa gatita creció y ha tenido varios partos. Del penúltimo solo se salvó un gato (Tito), que es el primer domesticado que trato de proteger.

En mi pasillo vive un vecino que odia los gatos por ignorancia. El al igual que mi padrastro enarbola la creencia de que son animales ladrones y traicioneros. De vez en cuando cuenta con mucho orgullo la forma en que mató a uno de los gatos que entraba a su casa para robarse la carne que el dejaba en la cocina. Era uno de los animales más grandes que había en el barrio.

Ya eso me afecta, su desconocimiento y su abuso, pero el fue mas lejos aun, al tratar de envenenarlos con vidrio picoteado y otra sustancia que nunca supe y que tristemente fueron a parar a la boca de mi pequeña gata protegida, dentro de un pedazo de carne que no pude evitar que comiera. Tres días estuvo la gata con los ojos casi secos y sin comer nada. Yo hasta lloré como si me hubieran matado a alguien.

Pero al parecer es cierto lo que dicen que tienen siete vidas, porque para mi regocijo el cuarto día volvió a comer y los cristales que le provocaron esa crisis que mucho se pareció a la muerte no pudieron acabar con Ñiñi.

No conforme con un muerto mi vecino también asesinó con sus manos a tres gatitos de aproximadamente un mes y medio, los hijos de otro parto de la gata madre de Ñiñi. Yo había estado protegiendo a los pequeños por conocer del peligro inminente, pero no puedo dejar de trabajar para cuidar los gatos y como son pequeños se confiaron y bajaron sin saber.

Me entere al llegar por la tarde de la destrucción. Es inútil tratar de hacerlo razonar que no está bien matar animales que incluso nos libran de los ratones.

Nada es sencillo en nuestro mundo y al final es mi vecino un gran infeliz y yo no me alegro, él llora diariamente por sus dos hijos que escogieron vivir en el extranjero, cosa para la que él no estaba preparado. El varón ni siquiera lo avisó el día que salió del país. El sufre porque no les va muy bien afuera a sus hijos y piensa en que si estuvieran aquí el podría ayudarlos.

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