¿Es bueno que el Ministerio de Salud apruebe la homeopatía y otros remedios?

A propósito del cameleopardo

Por Rogelio Manuel Díaz Moreno

Entrada al hospital Calixto Garcia

HAVANA TIMES — Suponga que usted tiene un problema de salud; busca a alguien que le atienda en una institución médica; le prescriben un tratamiento, y una medicina; adquiere los frascos indicados, los abre y comprueba, con preocupación, que solo contienen agua.

No es que le hayan mandado a tomar abundantes líquidos, lo que es un buen tratamiento en muchos casos. Es que le dijeron que “eso” (que tiene un nombre y todo) era una buena medicina, y que unas goticas lo podrán bien. Incrédulamente, usted lo vuelve a mirar, lo prueba y reprueba, lo lleva a un laboratorio, y le confirman, agua, muy sana, Evian, Vichy o Ciego Monteroero nada más.

Quien le haya prescrito “eso”, puede explicar, porfiadamente, que sí, que parece solo agua, pero no es solamente eso, porque antes estuvo en contacto con otra agua que estuvo en contacto con otra agua, y de agua en agua se comunicaron unas propiedades curativas especiales, descubiertas por el alemán Samuel Hanehman en el siglo XVIII. A usted le quieren curar con homeopatía.

Yo puedo respetar a quien me diga que ciertos ritos mágicos le confieren propiedades curativas al agua. Sé que las iglesias cristianas creen en el agua bendita; igual, los practicantes de las religiones sincréticas afrocubanas. De otras creencias también lo espero, aunque no conozca los detalles. Y todo eso es perfectamente serio y respetable. Forma parte de un conocimiento, tal vez no científico, pero sí humano, conectado con las emociones y necesidades humanas. Tales sentimientos ocupan un espacio válido y, quien no los reconozca, tendrá una visión limitada de la vida y sus interioridades.

 

Se supone que las instituciones médicas oficiales no recurran a la magia. No se puede arreglar criticando a Descartes, apelando a la descolonialización, a modelos de pensamiento complejo.

Un pomo de agua en un anaquel de una farmacia, es solo un pomo de agua.

Sostener que guarda otras propiedades invisibles, indetectables, pero curativas de males como la leptospirosis y el cáncer, es lo mismo que decir que es mágica. Lo podemos aceptar en una ceremonia mística; es intolerable en un hospital.

La llamada medicina natural y tradicional parte de una mezcla de saberes de tipo místico y de experiencia práctica. Tiene un gran potencial curativo, por muchas razones. En la naturaleza, en plantas, animales y suelos, existen muchas sustancias con potenciales efectos curativos –y venenosos también– descubiertos por las personas curiosas, a veces, por accidente. Luego, este conocimiento es trasmitido de generación en generación. Ocurre que un laboratorio tiene la capacidad de refinar dichas sustancias y volverlas más accesibles, eficaces y seguras. O todo lo contrario, en dependencia de la ética con que conduzca su trabajo.

El interés personal que pone una persona sanadora en otra, enferma, también juega su rol. Puede tomar formas diversas: canciones, rezos, cuidados higiénicos, palabras consoladoras. Todo ello puede beneficiar la salud afectada.

Un pomo de agua, suministrada con dulzura, con una mano en el corazón y la otra sobre la sien de la persona doliente, ya no es el mismo pomo de agua. Pero de ahí a sostener que cure el cáncer, va un tramo muy grande.

La institución médica contemporánea puede adolecer del involucramiento personal especialista-paciente. Pueden cometerse errores en la administración de la medicina moderna, por negligencia, por incompetencia o por las inevitables limitaciones que siempre presentará el conocimiento humano.

Añadir pomitos de agua con etiquetas de distintos colores a las recetas posibles que se puedan expedir en la farmacia, no va a resolver los problemas anteriores. Al contrario, va a creará un peligro gravísimo.

Medicamento homeopático cubano. VIDATOX 30 CH, usado en la terapia para el cáncer.

El otro día, por ejemplo, el Ministro de Salud de Cuba justificaba un bache que hubo en el aseguramiento del cuadro básico de medicamentos. Pues bien, ahora que los pomitos de agua de etiquetas de colores están legalmente en los anaqueles, será una tentación permanente para las autoridades, cuando no haya el citostático, el antibiótico, el anticonvulsivo, tratar de forzar a los médicos a que manden los pomitos de agua. Porque un alemán en el siglo XVIII dijo que, con eso, se curaba todo, y acá, en el siglo XXI, cuatro oportunistas anti científicos se salieron con la suya.

La magia no hay que demostrarla, se practica por fe, y ahí radica la realización que ofrece a las personas. La medicina que se precia de científica, ha de cumplir con las reglas que reconoce la ciencia. El colmo del absurdo es cuando los practicantes de la homeopatía insisten en que ellos sí cumplen con tales reglas y que los demás somos unos dogmáticos por no reconocerlo.

Para no abrumar al lector, simplemente indico que en la página de Wikipedia referida a la homeopatía pueden encontrarse más de 100 fuentes científicas que han estudiado objetivamente, sin prejuicios, dicha práctica. Si tuviera un ápice de validez, hubiera sido encontrado en esas investigaciones u otras similares. No ha sido así.

Ojalá la discusión pudiera concluir así. Pero los homeópatas no lo permitirán. Afirman que su técnica es válida; que lo que pasa es que los métodos experimentales clásicos no son adecuados para evaluarla. Esto, a pesar de que son los métodos que pusieron a nuestra disposición una esperanza de vida de más de 70 años, contra los 35 que malamente había antes. Estos métodos se han impuesto, no por dogmatismos o autoritarismos, sino por la capacidad demostrada de detectar sus errores, corregirlos y perfeccionarse continuamente. Pero los homeópatas nos pedirán adoptar una mentalidad más abierta, descolonizarse, volverse metafísico. Aunque le pongan otros nombres más altisonantes y posmodernos, lo que esperan es que aceptemos que el pomo de agua sí contiene algo que, como mejor puede resumirse, es con las palabras “verdadera magia”.

La pretenden vender indiscriminadamente, como cualquier mercachifle farmacéutico común. Y pregonan sus supuestas bondades, con abundante retórica. Y puede que intenten suplantar, con trágicas consecuencias, otros tratamientos y medicamentos verdaderamente probados en estudios con las metodologías establecidas. Habrá que recordar una y otra vez, que un pomo de agua solo contiene agua. Con suerte, potable, límpida, fresca, pero solamente agua.

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