El pueblo cubano volverá a desfilar masivamente

Osmel Ramírez Álvarez

El 1ero de mayo de 1996. Foto: Bill Hackwell

HAVANA TIMES — Este primero de mayo no será diferente. Millones de cubanos desfilarán hacia las diversa Plazas de la Revolución en las diferentes provincias y municipios. La más conocida y emblemática es la “José Martí” en la Habana, antiguo proyecto de plaza cívica que Fidel transmutó en un ícono del sistema; pero otras decenas de plazas están diseminadas por todo el país con el mismo objetivo: servir de escenario para los grandes actos públicos que periódicamente se efectúan.

Muchos se preguntan el por qué nuestro pueblo no se rebela, no aprovecha esta oportunidad y pone en ridículo al gobierno. Las plazas vacías serían un importante mensaje y ayudaría a presionar al sistema, que luego de un congreso tan conservador luce fuerte y duradero. ¡Sería un sueño! Pero la realidad es otra y muy distinta.

Los promotores del cambio no somos los que tenemos los hilos en las manos, sino el gobierno. Y un pueblo solo no toma tales determinaciones. Los seres humanos somos animales sociales, así evolucionamos y está en nuestros genes. (O así nos creó Dios, respetando las creencias de muchos). Necesitamos líderes que ganen nuestra confianza y nos aglutinen en un solo propósito. La espontaneidad es muy rara en los movimientos sociales y cuando lo parece, examinen bien, porque detrás hay liderazgo oculto.

Lejos está nuestra sociedad civil alternativa de tener ese poder de convocatoria. Mucho estudio realista sobre nuestro pueblo y sus expectativas, mucha inteligencia y mucho civismo hacen falta todavía para llegar a ese punto. Demasiada pasión existe en los cubanos que se han alejado de la revolución y que han abrazado los ideales democráticos tradicionales como alternativa lógica. Todos sabemos que la pasión ciega y perjudica para tomar decisiones.

Normalmente la pasión, por ser un estado excitado, pasa rápido; pero en el caso de Cuba y los cubanos es diferente: como la causa persiste (el régimen totalitario), ésta se mantiene y perjudica mucho la solución del problema.

Nuestro problema es que la revolución no resuelve, ni resolverá, nuestras necesidades como nación y debemos transformar el país hacia una democracia viable. Ahora caben varias preguntas: ¿a quién seguimos?; ¿cuál es el plan?; ¿cómo sabemos si lo que viene nos conviene más?; ¿qué garantías tenemos de que nos están engañando otra vez? Son interrogantes y temores naturales, cuya evacuación es premisa de un giro popular a favor del liderazgo de actores políticos nuevos.

Hay que ser realista: nuestro pueblo lleva 57 años viviendo lo mismo, no está acostumbrado al cambio y aunque la revolución informática permite escuchar mensajes diferentes, todavía el 90% proviene del gobierno. Con tamaña dosis de manipulación es imposible pedirle que sea la excepción de la regla y que no necesite líderes capaces.

Si en algo acertó el marxismo es en la aseveración de que “el hombre piensa como vive y no vive como piensa”. Los cubanos de la diáspora vivieron en Cuba y conocen nuestra triste realidad, porque la sufrieron, o se percataron al salir y descubrir el mundo real. Sin embargo al cabo de un tiempo todo aquello que resultó novedoso se vuelve normal para ellos y se olvidan poco a poco de la esencia de la realidad cubana. Con sus nuevos paradigmas Juzgan severamente a nuestro pueblo, que está enjaulado y maniatado, víctima del control social. No es una crítica en sí, es la descripción de una situación que se está dando y que lleva un análisis profundo y constructivo.

Pero quienes aún vivimos aquí dentro y recibimos diariamente, por todos los medios posibles, miles de mensajes alineados con la óptica política del gobierno, apocalípticos con el capitalismo y la democracia “burguesa”, encaminados a denunciar un complot imperialista que amenaza nuestra independencia; quienes sufrimos las consecuencias del control social; quienes sabemos, porque lo palpamos, que todavía la gran mayoría de la gente está “cogida por el narigón”, porque si no trabajas con el estado, dependes del estado para que no te cierre tu negocito; los que vivimos esto sabemos el por qué, a pesar de los pesares, el día primero se llenarán las plazas.

Tontos aquellos que crean que tal cosa significa que estamos mayoritariamente con el sistema; tontos los que crean que acatar la orden significa creerla; tontos también los que usarán el acto masivo como aprobación de los resultados de un congreso conservador y fallido; y más tontos todavía los que se molestan por vernos participar hipócritamente en el desfile y no son capaces de interpretarnos correctamente.

Nuestro pueblo desfilará masivamente el día primero y así lo hará hasta el mismo día en que se produzca el cambio de régimen. En la jornada que le siga saldrá voluntariamente a las calles a festejar lo contrario y dará vítores a la libertad. Así funcionan las cosas y es deber de los que luchamos por una Cuba mejor comprenderlo bien, sin apasionamientos. Por ahora, desde nuestra posición de vanguardia visionaria, no queda otra que decir: ¡Viva el primero de mayo!, y, ¡abajo la hipocresía!

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