El Primero de Mayo en Cuba ¿fiesta obrera o acto político oficial?

Por Osmel Ramírez Álvarez

Primero de Mayo 2017. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — Al igual que siempre, este Primero de Mayo un mar de gente inundaba las grandes arterias aledañas a la Plaza de la Revolución de la capital cubana. Bien organizado estaba el pueblo, con pancartas en mano, esperando la orden de desfilar. Igual sucedió en todas las cabeceras provinciales y municipales del país, que lo hicieron al unísono, celebrando el Día Internacional de los Trabajadores.

Sería hermoso que no solo en Cuba, sino en todo el mundo, se pudiese practicar sinceramente este concepto, de que el Primero de Mayo sea motivo de festejo y no de protesta obrera. Es un sueño, tal vez inalcanzable del todo, que un día lejos de tener que luchar por algún derecho mancillado o una reivindicación laboral, la clase trabajadora solo tenga que desfilar para elogiar a sus gobiernos y líderes, por tener todas sus necesidades satisfechas y sus derechos respetados.

Pienso en un escenario así y solo lo creo posible en esos parajes utópicos o divinizados que el hombre ha concebido como final feliz y perfecto para la humanidad: paraíso, cielo, comunismo. Pero reto mi imaginación, hago gran abstracción mental y aplico gran dosis de tolerancia al análisis y aun así no logro encasillar a la marcha cubana en semejante concepto; a pesar de que es ese el enfoque oficial y precisamente es este el que me lleva a la reflexión sobre una efeméride tan especial y su celebración.

Desde hace días el Gobierno viene preparando el desfile, como un acto oficial, con todos los recursos necesarios, y los dirigentes sindicales oficiales son los que encabezan la tarea, de la cual rinden cuentas al Partido Comunista permanentemente. Es una actividad de primerísima importancia política.

Foto: Elio Delgado Valdés

La jornada es feriada y todos los trabajadores, a excepción de los más imprescindibles, están liberados de su trabajo cotidiano, de forma remunerada. Nominalmente no es obligatorio asistir, pues ni te quitan el pago de la jornada ni te penalizan, pero en la realidad lo es, porque es medible y chequeado por los mecanismos de control social.

Cada centro de trabajo anota la asistencia de sus obreros, lo cual constituye luego un mérito sindical tributario de la idoneidad como empleado. Basta esto para que inmediatamente cada cual se incorpore disciplinado al bloque que le es asignando a su sindicato.Hay un vocablo popular para definir esta simbiosis de lo obligatorio y voluntario a la vez: “obliguntario”. Y no solo desfilan los obreros, también todos los estudiantes son llevados por sus escuelas y chequeados igualmente.

Hay otra forma de arrastrar a la masa en general, es convertir el desfile en una fiesta popular. Es sabido que en Cuba hay poca diversión, solo los carnavales una vez al año, y el primero de mayo se vuelve toda una cumbancha. Todo el mundo sabe que plantan termos de cerveza, puntos de venta de confituras y comida rápida y todo tipo de ofertas gastronómicas para apenas termine el acto romper el carnaval.

Es una fiesta y hay que aprovecharla; es, sin duda, un mecanismo incentivador. En la capital constaté que en los últimos actos políticos ofrecieron además el servicio de Internet por  Wifi gratis, para atraer a los jóvenes; pero no sé si en esta ocasión lo hicieron igual.

En esencia, volviendo al concepto cubano del desfile por el Día Internacional de los Trabajadores, me atrevo a decir que casi el 100% de los millones que acaban de desfilar tienen grandes inconformidades laborales y grandes demandas,  sin embargo ninguna está representada en sus pancartas y consignas; mientras sus mensajes dicen todo lo contrario, elogiando y defendiendo al propio sistema que los explota y les niega el derecho de reclamar. Entonces es un concepto hermoso, tal vez utópico, aplicado con hipocresía, y hasta pudiéramos decir que con vileza.

Foto: Elio Delgado Valdés

Ojalá un día pudiésemos de manera sincera y espontánea salir en sindicatos libres a agradecer a un Partido político en el poder, elegido democráticamente, por su buena gestión y por la prosperidad alcanzada. Pero creo que jamás será posible, porque la batalla por “conquistar toda la justicia” es obligatoriamente eterna; solo tendrá fin si la humanidad misma un día lo tiene: así lo dicta la dialéctica.

Muchos no entienden a nuestro pueblo: el por qué desfila masivamente sabiendo que el sistema uso para exhibir un supuesto apoyo popular; el por qué no se atreve a escribir en sus carteles su verdadero sentir, sus demandas, por ejemplo: ¡Queremos un salario decoroso! Incluso llegan a juzgarlo despectivamente, como que merecemos lo que nos pasa por comportarnos como carneros.

Rara vez habla así un cubano que aún vive en la Isla, aunque sea disidente, por dos razones: primero, porque el ser humano piensa según vive y los cubanos del exterior no pueden evitar juzgar según sus nuevas perspectivas adquiridas, donde reclamar derechos es normal; y segundo, porque siempre es más fácil nadar fuera del agua que dentro de ella. Sin embargo, es justo decir que quienes se expresan así solo muestran desconocimiento u olvido sobre cómo funciona el sistema cubano y bajo qué situación hemos vivido en estas casi seis décadas de “Revolución”.

Lo cierto es que nuestro pueblo desfiló masivamente y lo seguirá haciendo como si fuera un acto político más: por inercia; por costumbre; porque el sistema nos tiene cogidos por el narigón; porque es un día festivo, y porque aún nadie cree que representa una ventaja mayor no asistir. El día que lo sea otra muy distinta será la historia del Primero de Mayo en Cuba: ¡estoy seguro!

 

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