El destino del papel

Por Verónica Vega

HAVANA TIMES — Si algún atenuante tiene una cola en Cuba, contra la ralentización del deseo, la fatiga por el sol y un entorno que destila abandono, son los diálogos que se oyen involuntariamente.

Obligada a cambiar unos cuantos billetes CUC por moneda nacional para evitar ser timada por los vendedores del agro (que nunca quieren pagarlos a 24), esperaba mi turno en la larga fila frente a la Cadeca.

Muy cerca de mí, dos mujeres despotricaban sobre una tercera para la que habían trabajado como domésticas. Empleadora déspota al parecer, la ex-patrona no merecía un pensamiento simpatía.

De repente un vendedor de periódicos que llegó con su bicicleta hizo cesar la charla. Una de las mujeres se dirigió a él:

“Oye, dame un Granma.”

El vendedor negó con la cabeza. La mujer se encogió de hombros y respondió con sarcasmo:

“Bueno, qué se le va a hacer, son tuyos.”

El hombre, que había cambiado su expresión y le sonreía extendiéndole el periódico, reaccionó como si lo hubieran ofendido:

“¿Míos? Si fueran míos yo los quemaba todos.”

Entonces la mujer, tomando el diario, lo miró con ojos amenazantes:

“¿Tú sabes lo que tú estás diciendo?”

Varias personas pusieron atención. El vendedor sostuvo su mirada y repitió con énfasis:

“Sí. Si fueran míos yo los quemaba todos.”

Y ella, mirándolo de pronto con expresión maliciosa y cómplice, bajó la voz diciendo: “¿Tú sabes lo caro que esta el papel higiénico?”

“¡Qué va yo prefiero lavarme…! – El hombre reaccionó con súbita gravedad – ¡Esto produce cancer de colon…! “ Y mostraba sus dedos manchados de tinta. – Cuando termino de trabajar no se imagina la peste a luz brillante (keroseno) que tengo en las manos.

La atención de la gente volvió a distenderse. El hombre se alejó en su bicicleta donde sobresalía aquella palabra enorme, en cursiva roja: Granma.

Recordé una ocasión en que un vendedor de un kiosco de periódicos incitaba a la gente a comprar “La Constitución de Cuba” por la suavidad de sus hojas…

Pensé en el alto precio ecológico del papel y en el rol doméstico que cumple la prensa en Cuba desde hace tantos años, (justo desde que empezó a ser un lujo el papel sanitario).

Pensé además en un ejemplar de “Palante” (especie de revista humorística) que vi hace poco. Sólo por la portada uno podría dudar si merece otro destino que éste.

Que el papel “aguanta todo lo que le pongan,” es un apotegma bien conocido. Pero me pregunto si vale la pena el sacrificio de tantos arboles, o el esfuerzo de los juristas que hacen acrobacias verbales para poder negar en un artículo legal lo que conceden en otro… O el riesgo de legrar aún más de sentido las palabras, engrosando el escepticismo, la iconoclasia, la aplastante y general indiferencia.

Y ahora el riesgo adicional (muy serio, si es cierto lo que dijo el vendedor), de adquirir un cáncer de colon.

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