Donde comienza el arcoiris

Luis Rondon Paz

De uno de los días contra la homofóbia, celebrado anualmente en La Habana. Foto: Caridad

HAVANA TIMES — A lo largo de la historia de Cuba, los dirigentes políticos se han burlado de las minorías sexuales; la medicina y la religión les etiquetó de seres enfermos y depravados, y durante los años sesenta se les etiquetó como débiles y contrarevolucionarios. Es de lamentar que hoy, después de haberse demostrado científicamente que nada de eso es cierto, ante la constitución y la ley socialista cubana, aún sean personas inferiores.

Hace unos meses escribí para Havanatimes, un artículo donde hice un pequeño análisis de la actual Constitución de la República de Cuba y señalé grosso modo, su estancamiento y la carente justicia social vigente ante las minorías sexuales.

Tiempo después, hubo varios eventos en mi país: El parlamento cubano aprobó un código laboral equitativo ante la diversidad sexual. Varadero fue sede de ILGALAC: Congreso Internacional de gays lesbianas, bisexuales, trans (LGBT). Todo un acontecimiento para el país; pensar que veinte años atrás era impensable para Cuba, o cualquier país de América Latina, tener un evento de esta envergadura.

En toda esa “euforia festiva” reflexioné sobre mi país:

Ocho años de jornadas contra la homofobia, un congreso LGBT y una ley laboral. Creí que el gobierno cubano ahora conocería mejor la desventaja de derechos en la que estamos las personas LGBT. Estaba entusiasmado con el rumbo que estaban tomando las cosas. Ingenuo de mí. Lo había interpretado todo mal. El primer síntoma apareció al ver cómo el parlamento cubano menospreció la declaración pública del Proyecto Arcoiris de Cuba, donde se cuestionaban los procedimientos de la legislatura por no haber incluido explícitamente la identidad de género en el nuevo código laboral.

El segundo síntoma fue conocer que un activista del colectivo fue usado de canal para comunicarle al resto del colectivo LGBT la deliberación del parlamento.

En ese momento me pregunté: ¿Estamos avanzando a pasos de tortuga? ¿Pasaremos de lo simbólico?

Estoy harto de que se nos continúe discriminando porque nuestras manifestaciones de afecto no correspondan con el modelo hetero-normativo. Me duele ver cómo ocho años de jornada cubana contra la homofobia no han sido suficientes para transformar la ley.

Creo que nuestro país necesita saber que somos seres humanos y tenemos el derecho inalienable de ser aceptadas y aceptados tal y como somos, que sentimos, amamos, sufrimos, producimos y también contribuimos al desarrollo de la sociedad cubana.

Opino que es imperativo para la sociedad cubana que, en las escuelas, centros laborales, universidades y las y los funcionarios de nuestro gobierno, se enteren de que ¡No somos inferiores! Que somos guapos/as, divertidos/as, geniales y muy inteligentes. Y que el Estado tiene la obligación de garantizarnos los mismos derechos.

Me parece que no es saludable para el país la incertidumbre, creo que es hora de que el Estado rinda cuentas a las minorías sexuales (que también cuentan) con respuestas positivas. Considero que él debe hacer cambios drásticos en las actuales leyes.

En mi opinión personal, 54 años han sido demasiado, y creo que 8 años de campaña sobre diversidad sexual sin impulsar cambios políticos reales a corto plazo, será a largo plazo un callejón sin salida, y no pasará más allá de ser un logro público de gran cobertura mediática carente de poder político real. Y finalmente, en mi criterio, solo habrá discotecas, galas, y sitios de encuentro. El imaginarme estancado en ese limbo me da terror.

Para prevenir esto, creo que se debería articular alianzas con diversos sectores en la sociedad civil y garantizar que nadie se atribuya autoría de alguna propuesta de ley, sino que esta será concebida desde un colectivo plural y genuinamente LGBT.

Pienso que estos son momentos de cambio, momentos donde la revolución cubana debe aceptar que las presunciones básicas del modelo político, ideológico y social vigentes en el sistema legal y penal cubano no son eficientes, porque discriminan, censuran y excluyen a varios sectores de la sociedad civil cubana, en este caso particular, el LGBT.

Lamentablemente, esto hace ver al modelo cubano como un régimen elitista, que se distingue por garantizar los derechos constitucionales al modelo hetero-normativo, siendo contradictorio con la dialéctica y el desarrollo de la humanidad.

Creo que si el actual gobierno cubano aprende a entender y a tomar en cuenta las demandas -genuinas- del sector LGBT y las implementa, el país será más coherente con la imagen que muestra al mundo sobre derechos humanos y diversidad sexual.

En otro ámbito, también creo que es momento de hacer algo positivo de verdadera incidencia política. Descentralizar el mecanismo institucional con el que se ha divulgado la diversidad sexual en los medios de difusión masiva durante los últimos años. Proyectar en estos una imagen positiva de las personas LGBT y visibilizar otros criterios positivos que no provengan de las organizaciones del estado.

Además, creo que en este punto impera la necesidad de consolidar diversas campañas: Implementar mecanismos que propicien activismo simultáneo para lo público, político y social. Esto es muy útil si se quiere impulsar una ley a corto plazo, ya que la causa política sirve para motivar a la gente y despertar adhesiones. Y la pública, para convencer a los políticos (en el poder) no tan convencidos para ejecutar una ley que garantice a las personas LGBT formar familia, calidad de vida, visibilidad y el derecho inalienable de manifestar afecto sin temor a ser discriminada o discriminado por tener una orientación sexual o identidad de género distinta de las mayorías.

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