Diferenciar entre “Error” y “Horror”

Por Amrit

Foto: Caridad

HAVANA TIMES, 4 marzo — Mi hijo acaba de decirme que en la teleclase de literatura número 118, para noveno grado, una profesora muy joven, al referirse al autor del célebre libro “El principito”, mencionó como dato biográfico, que era un mal piloto y tuvo muchos problemas porque se distraía al conducir los aviones (seguramente imaginando las historias que luego escribiría).

“¿Eso es verdad?” me preguntó mi hijo con escepticismo.  Yo, que le he contagiado mi admiración por este hombre que escribía directamente con la sustancia de su vida, me sentí, más que confundida, culpable.  Sin disponer de otras fuentes, buscamos en la Wikipedia y allí encontramos:

“Antoine de Saint Exupéry fue uno de los pioneros  de los vuelos postales internacionales, un aviador en los días en que la aviación poseía pocos instrumentos y volar era una experiencia extremadamente difícil y peligrosa…” En la contraportada de la edición cubana de “Vuelo Nocturno.” dice sobre su autor: “…Combinó magistralmente sus dos grandes pasiones, la literatura y la aviación.”

Por favor, si alguien que lee estas líneas conoce profundamente el tema, le agradecería nos aclare, a mi hijo y a mí, esta terrible duda: ¿fue Exupéry un mal piloto? ¿O una improvisada profesora sin muchas ganas de indagar sobre el gran escritor francés soltó una barrabasada mientras cumplía sin mucho entusiasmo con algún programa de turno?

Adolescentes cubanos. Foto: Elio Delgado

Pensé confrontar la impresión de mi hijo con otros muchachos de su misma aula, pero, sinceramente, estoy convencida de que ni siquiera habrán notado el comentario.  Lo que he visto les llama la atención lo suficiente como para recordarlo, generalmente no tiene relación con nada parecido a la literatura.

No pude evitarlo: el extraño comentario sobre Exupéry se fue expandiendo a reflexiones cada vez más lúgubres.  Recordé haber notado hace tiempo que mi hijo mismo, quien a los siete años recibía halagos por su esmerada dicción y su inusual vocabulario, a los catorce habla sin apenas articular, confunde varias preposiciones y hasta se le escapa alguna que otra mala palabra… Sus amigos hablan aún peor e ignoran casi todo lo que podría considerarse indicios de una mínima cultura.

Ahora, en mi experiencia directa tengo que admitir que el colofón lo puso mi propia sobrina, que ya no es siquiera adolescente, (tiene 21 años).  Cuando mi madre la invitó a ver la película “El Ojo del Canario.” sobre la vida de José Martí, que ponían en la televisión, le respondió acuñando la frase con una mueca: “Yo no veo esa pinga…”

Pero yo soy como la mayoría de los cubanos.  No pude evitar reírme de la respuesta.  Y cuando cuento este incidente a otros, para mi decepción, también se ríen, mientras abren con igual espanto los ojos y sentencian: “¡Qué mal estamos!”

Me acuerdo de una profesora de inglés, magnífica pedagoga y aún mejor persona, que cuando nos entregaba los exámenes ya calificados para que los revisáramos, bromeaba con nosotros: “ahora van a ver los horrores, digo, los errores…”

Adolescentes cubanos. Foto: Elio Delgado

En estos tiempos, y sin ninguna broma a pesar de lo mucho que nos reímos amargamente, la diferencia entre estas palabras no parece significar nada.

Una alumna del aula de mi hijo escribió en la pizarra: ipokrecía.  Por supuesto, realmente quería decir “hipocresía.” Pero esto es irrelevante cuando uno observa que los profesores también escriben con faltas de ortografía, no tienen en su mayoría la menor dicción, intentan imponer respeto irrespetando y usando sin discriminación hasta palabras obscenas.

A los estudiantes de noveno grado se les dice que aquellos que opten por la carrera de PGI (Profesor General Integral) no tienen que discutirla, o sea, no precisan pasar por el rigor de una selección basada en el promedio obtenido en el escalafón y un criterio de integralidad que emite el profesor para otras opciones como el preuniversitario… no, esa sólo con pedirla la tienen garantizada.

Y los alumnos que (de)formarán esos otros adolescentes que no saben distinguir entre “error” y “horror.” ¿qué tendrán garantizado? Pensándolo bien, ojalá fuera cierto que Exupéry era un mal piloto, ya que ese profesor virtual que enseña a ciegas desde una teleclase es casi el único ejemplo “honorable” que les queda.

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