Definiciones perentorias ante el Septimo Congreso del Partido Comunista de Cuba

Rogelio M. Díaz Moreno

Raul Castro (d) y Juan Ramón Machado, el número uno y dos del Partido Comunista, anuncian el 7tmo Congreso para Abril, 2016. Foto: Estudios Revolución

HAVANA TIMES — Ya estamos a las puertas del año 2016, con la perspectiva de la celebración del VI Congreso de “el inmortal”  Partido Comunista Cubano, (PCC, para los que no están al tanto de la terminología).

Hasta ahora, lo que más se ha destacado en el proceso asambleario que recorre las provincias es la preocupación de la alta dirigencia por la producción de boniato y esas cosas. Y yo tengo atravesado entre ceja y ceja, que sería esencial que los militantes de esa organización no perdieran la oportunidad de aclarar un par de puntos programáticos.

Me parece que la benemérita institución debería, con carácter prioritario, aclarar su carácter clasista. Me explico. Supuestamente, hasta hace poco en Cuba todos éramos trabajadores, ya fuera de la ciudad o del campo, manuales o intelectuales, proletarios o campesinos. Pero llegaron los tiempos de las actualizaciones, y ahora florece la clase “emprendedora”, la economía abiertamente privada, con sus empresarios, desde los más pequeños hasta los no tan pequeños.

Y yo me pregunto lo siguiente: supongamos un nuevo capitalista de estos, con su negocio, sus proletarios empleados, con todo el paquete, que quisiera, pidiera, su ingreso al PCC. También puede tratarse de alguien que ya era militante, y se vuelve dueño de un negocio, dígase un restaurante, una hacienda que explota braceros, lo que sea.

Imaginemos que sea una persona respetuosa de las leyes actuales; que paga sus impuestos regularmente; socialmente aceptado en su comunidad; realiza la guardia del CDR; ayuda a los viejitos a cruzar la calle; aporta para pintar la escuela, y es hasta buena gente, vaya.

Yo me pregunto, cuál será la respuesta del núcleo del Partido correspondiente. Cuál será la política con respecto a tal miembro de una clase antagónica al proletariado, que pida su ingreso al Partido que se consideraba, hasta cierto punto, del proletariado.

Quisiera saber, de paso, de qué lado se pondrá el Partido en los casos de conflictos laborales entre trabajadores y patrones. Si quienes trabajan en uno de esos negocios deciden, digamos, hacer una huelga contra quien los explota, qué lado podrá contar con la solidaridad partidista.

También quisiera saber cómo se enfocaría el principio del internacionalismo proletario, si se diera un caso como el siguiente ejemplo: a los trabajadores de la cadena hotelera Meliá, de España, se les llena la cachimba de guisazos y van a la huelga por mejoras laborales. Y piden ayuda a sus hermanos cubanos, del mismo ramo, en nombre de ese internacionalismo, como en los buenos tiempos de las Internacionales.

Ese tipo de definiciones me parecen, justo ahora, más importantes para el Partido, que seguir con los intentos de dirigir el cultivo del boniato como en los últimos 40 años. Pienso que es mejor que las cuestiones de la producción se les dejen a quienes trabajan. El Partido se debe concentrar, en cambio, en definir los asuntos ideológicos, de la administración del poder, de la participación y demás. Deben clarificar, de una vez y por todas, si se consideran capaces de dirigir la construcción de un proyecto socialista o si se mantienen en la postura de que nadie sabe cómo construir tal cosa. Luego, las personas trabajadoras tendrán elementos concretos reales, mejor información, para juzgar si vale la pena prestar su apoyo a esa fuerza.

Se me antoja que conozco de antemano la respuesta. Después de todo, la aplastante mayoría del Parlamento cubano validó el infame Código de Trabajo neoliberal, vigente aquí hoy. Y los parlamentarios que votaron a favor de tal engendro eran total o casi totalmente, militantes del PCC. De todas maneras, no es lo mismo que uno se lo imagine, a que el Congreso, como máximo órgano de poder de tal institución –bueno, en teoría– defina tales posturas.

Es verdad que reconocer oficial y explícitamente tal cuestión puede resultar un poquito dificultoso. Porque equivaldría a reconocer que no constituyen un partido proletario, comunista en el sentido marxista ni siquiera socialdemócrata. Si acaso, una organización social-cristiana o algo parecido.

En fin, que se supone que ese es el tipo de definiciones importantes para los Partidos, en tiempos como estos, de “actualizaciones”. Para poder confiar en que se sabe quién habla, y a nombre de qué ideología.

 

 

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