De mi personal encuentro con Los Estados Unidos

Vicente Morín Aguado

Los que están cerca de entrar a la Sección de Intereses. Foto: andes.info.ec

HAVANA TIMES — Nunca imaginé que varias horas en el “parque de las lágrimas”, cercano a la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana (SINA), serían tanto como un semestre de historia de Cuba.

No existe otro lugar en nuestro país donde diariamente se reúnan cientos de personas, sin previa convocatoria política, lejos de cualquier distinción clasista, edad, sexo, profesión, matices de la piel o cualquier otro detalle distinguible entre los seres humanos, juntos por el único afán de obtener una VISA que les permita cruzar la calurosa Corriente del Golfo.

Para mi bastó con el aviso automático del Departamento de Estado de los EE.UU, recibido a través del correo electrónico, resultado de una previa invitación a la XXIV Conferencia anual de la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana (ASCE), de acuerdo a sus siglas en inglés.

En casa no sabían si felicitarme por tan grata e inesperada noticia, dados los más de 300 dólares iniciales involucrados en una operación de final incierto, pero Cuba es Cuba, tratándose de emergencias como esta, siempre hay “milagros” frente a la puerta. Primero gastamos los pocos ahorros, después hubo un préstamo generoso, además de otro adelanto sobre posibles beneficios a mi regreso de Miami. Yo viajaba al “Yuma”, la tierra prometida.

La noche anterior a la entrevista consular dormí muy poco, asediado por los consejos del círculo familiar íntimo: “Habla poco, no digas mentiras porque estos gringos se la saben todas”. No faltaron las velas encendidas, los conjuros contra algún que otro envidioso del barrio y el santiguado de una santera.

Al amanecer era uno más en la multitud del parque junto a la funeraria de Calzada y K, tranquilo ante lo inevitable, dispuestos a llorar de emoción o de pena en dependencia de la respuesta de ese día.

Cola en el parque en frente la Sección de Intereses de EE.UU. Foto: voanews.com

El vecindario vive al tanto y a expensas de los allí congregados y sus necesidades: hay abogados, escribamos doctos en llenar cualquier formulario, fotógrafos, entrenadores sapientes en cuestiones de entrevistas, vendedores de sobres transparentes y, no faltan los múltiples servicios gastronómicos. Todo gira alrededor del planeta SINA.

El torbellino atómico somos los esperanzados solicitantes de visas, algo así como neutrones desencadenados de un reactor nuclear, refrigerados por los agentes del orden, junto a los empleados cubanos del servicio consular norteamericano, evitando cualquier posible explosión.

El “parque de las lágrimas” reúne tantas historias como personas, es la noticia eternamente soslayada, sin embargo, la mejor o peor para decenas de miles de cubanos cada año.

Conocí de madres esperando reencontrarse con hijos idos en una balsa años atrás, hubo chicos y chicas acompañados por el abuelo imprescindible, ahora buscando a sus padres. No faltaron héroes del internacionalismo africano, invitados por un hermano antes considerado “traidor” porque se fue a Miami mientras el otro marchaba a Luanda. Un ex militante comunista reconocía no importarle la religiosidad de un amigo de la infancia. La familia, el barrio también, encontraban suficiente atracción para recuperarse de tantos desacuerdos inútiles.

El último acto del día será el encuentro con el oficial estadounidense, un genuino inquisidor del siglo XXI, quien haría cualquier cantidad de preguntas, decidiendo finalmente nuestro destino.

Yo no conseguí entender el gesto de entrevistador, evidentemente de origen italiano, cuando tiró mi pasaporte en un cesto a su lado. Una empleada cubana me haló por el brazo, típico saludo deportivo, en tanto otra chica proveniente del ventanillo aledaño, eufórica, me abrazó entre lágrimas porque alcanzamos igual suerte.

Aterricé en Miami 45 minutos después de abandonar La Habana. Mi hotel era un Hilton, recordándome el Habana Libre de mi juventud, cuando podíamos tomarnos unos tragos en el bar “Las Cañitas”, junto a la piscina, pagando en la misma moneda de nuestro salario.

Lo asombroso es que nunca necesité hablar inglés, me recibió una jovencita oriunda de Camagüey, cuya amabilidad llegó hasta prestarme su móvil, ayudándome a establecer las necesarias comunicaciones con nuestro país. En el bar un ecuatoriano terminó regalándome las cuchillas de afeitar olvidadas al salir de Cuba, la mesa buffet contó con sonrisas argentinas, ciertas dudas fueron aclaradas por un haitiano, Jefe del Lobby, en tanto la tiendecita donde compré las tarjetas telefónicas prepagadas contaba con los servicios de una mexicana.

Cuando me fue posible bajar del cielo-digo, del piso 18- caminé por la avenida Biscayne, respirando la naturaleza de la ciudad luego de tanto aire acondicionado. Un aguacero tropical, típico de cualquier tarde habanera, me llevó hasta las cobijas de palma real de un pequeño restaurante, donde el porte y aspecto de los empleados advertía que era innecesario decir Do You Speak English.

La cuenta del hotel terminó como todas las cuentas, pero me recibió un amigo de Hialeah, profesor de secundaria al igual que yo, lector de Havana Times, quien generosamente me entrenó en el complicado mundo de los inmensos Malls, unos supermercados donde puedes necesitar la ayuda de un empleado a la hora de encontrar la salida.

Caminé de tienda en tienda, con mi eterno maletín traído de Cuba y mis bolsos de compras, sin importarles a los empleados cuánto cargaba en mis equipajes.

De vuelta en el aeropuerto, aunque no había sobrepeso, mi bolsillo carecía de 42 dólares para cumplir el monto total requerido por los impuestos. Durante varios minutos estuve al borde del suicidio hasta que apareció nuevamente la acostumbrada solidaridad de mis compatriotas, dos cubanos ocasionales aportaron el dinero sin permitirme compensación alguna.

Posteriormente hubo más, también al estilo más cubano de la realidad actual: Siendo mi primera visita, no pagaría en divisas al ser chequeado por la aduana habanera, por tanto, otros viajeros me encargaron parte de sus envíos, contando yo con inesperados pero bien recibidos regalos.

El vuelo de regreso transcurrió con la exactitud de la ida. Entre risas y alguna pequeña decepción, mi pequeña familia aceptó el hecho de ver cómo la mayor parte del equipaje terminaba en posesión de sus legítimos dueños. Nos fuimos a casa contentos, contándoles retazos de los cortos pero intensos días pasados.

Seis meses después todavía me pregunto si realmente fui a los Estados Unidos.
—–
Vicente Morín Aguado: morfamily@correodecuba.cu

 

Articulos recientes:

  • Foto del dia
  • Noticias

Estación de Pra Loup, Provence, Francia – Foto del día

Xavier Anaise de Francia tomó nuestra foto del día: "Estación de montaña Pra Loup" en…

  • Cuba
  • Diarios
  • Eduardo N. Cordovi

La Habana de nuestro tiempo

No que los humanos tengan que inmolarse o sacrificarse, para que las ideologías prevalezcan a…

  • Mundo
  • Noticias

Miles de personas se manifiestan en diferentes ciudades de Australia para exigir el fin de la “epidemia” de la violencia contra las mujeres y más noticias internacionales

Presentamos las noticias internacionales en breve recopilada por Democracy Now el lunes 29 de abril de 2024.

Con el motivo de mejorar el uso y la navegación, Havana Times utiliza cookies.