Cuba, los avales y el sistema de castas

Ernesto Pérez Chang

La bendición. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — Buscar buenos empleos en Cuba no es nada fácil. Aunque demuestres que estás bien calificado para desempeñar una tarea o un cargo, en muchas ocasiones pesa más el haber sido “avalado”, es decir, respaldado, por un ciudadano ejemplar, un miembro del Partido Comunista que, como ha sido definido por el propio gobierno, es la “vanguardia de la sociedad cubana”.

Bajo esta selectividad, durante años se ha instituido y consolidado una especie de sistema de castas. El método, diseñado como estímulo a la mediocridad, ha dañado todas las estructuras del país. Ha permitido que personas carentes de vocación ni conocimiento terminen a la cabeza de la sociedad, detentando poderes sobre aquellos que, dueños de un talento real, no pertenecen al club de elegidos, es decir, de avalados.

Muchas de las medidas demenciales que han terminado por desangrar la economía, por convertir a Cuba en un cadáver insepulto, fueron puestas en práctica desde el voluntarismo y la perreta de quienes han asumido responsabilidades, simplemente por su confiabilidad política y no por su capacidad de enfrentar los problemas con inteligencia y consenso.

Acostumbrados a que una postura intransigente sea la garantía para conservar sus estatus y prebendas, obstaculizan cualquier iniciativa que resquebraje la imagen de confiabilidad frente a un gobierno que busca salvar el país pero sin remover aquellos mecanismos que garantizan que el poder de decisión se mantenga retenido por una casta que el propio sistema alienta a reproducirse.

No por azar los cargos importantes en las empresas más rentables han sido ocupados por militares de alto rango, por familiares de personas con poder político y por los llamados “cuadros” de dirección, entrenados en escuelas especiales donde el plato fuerte no es el desarrollo de habilidades en la toma de decisiones sino el adiestramiento en los más retorcidos mecanismos de control ideológico.

Un verdadero disparate en un país en donde a muy pocos ciudadanos ya les importa poco si el modelo a seguir es socialismo o feudalismo o Edad de Piedra, porque lo que necesitan es salir adelante, ganar dinero, vivir decorosamente porque están cansados de sacrificios inútiles.

La ciudad de atrás. Foto: Juan Suárez.

Cuando aspiramos a un empleo estatal bien remunerado o a una beca de estudios en determinadas escuelas precisamos de un aval que garantice nuestra naturaleza confiable.

Si la persona no cuenta con un ciudadano ejemplar en su círculo de amigos y familiares, las probabilidades de ser admitido decrecen en picada y el camino se le hará tortuoso, infernal.

Si lograra burlar el sistema, comprobará cómo las cosas se les hacen más fáciles a quienes, como decimos los cubanos, “tienen padrino y se bautizan”. No importa cuán estúpido pueda ser el feliz avalado. El documento y una buena cuota de fingimiento, de actuación, le garantizarán remontar la cuesta en helicóptero y con paracaídas de emergencia.

El pobre descastado será siempre el ayudante, el asesor, una pieza imprescindible pero que jamás plantará bandera en la cima. No obstante, si algo sale mal en el ascenso del protegido, será la cabeza común, enredada en las aspas de la nave descontrolada, la que rodará al precipicio.

Hace poco entré a una tienda recaudadora de divisas. Para intentar resolver una inconformidad pedí hablar con el gerente. Gran sorpresa me llevé al comprobar que el responsable del comercio era un antiguo jefe de mi época de servicio militar. Era un ex oficial, con grados de teniente coronel, que había sido sancionado por un caso de corrupción bien grave. Habían pasado algunos años, casi veinte, y ese hombre era quien atendía mis reclamaciones y, de paso, daba fe de la honestidad de su establecimiento.

¿Por qué ese corrupto estaba allí, recaudando divisas para su bolsillo, perdón, para el Estado? El aval de confiabilidad es la respuesta, también la pertenencia al sistema de castas donde son amparados los mediocres y los deshonestos. Pero cuidado, con el tiempo, esos mismos elegidos parirán un monstruo sangriento e implacable que nos devorará a todos, avalados y comunes, de un solo mordisco.

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