Corrupción en Cuba ¿Hasta cuándo?

Por Esteban Morales

Calle de la Habana. Foto: Juan Suarez

HAVANA TIMES — Cuando entre abril y  junio del 2010, escribí mis dos artículos sobre la corrupción, “Corrupción: la verdadera contrarrevolución” y  El misterio de la santísima Trinidad: corrupción, burocratismo contrarrevolución, no faltaron quienes me dijeran que por qué me metía  en ese tema, que le daba armas al enemigo y que el Partido quería mantener bajo la más completa discreción.

Para entonces, nuestra prensa, llamémosla oficial, no reflejaba el tema. Ahora, casi tres años después, tampoco lo hace. Apenas salen algunas pequeñas referencias de cosas que no les queda más remedio que publicar. De todas maneras, la gente está enterada, porque como decían siempre mis abuelas, “Entre cielo y tierra no hay nada culto”.

Mucho menos en el mundo de la fibra óptica y de los satélites de información. Una prensa alternativa, que se apoya en los blogs, los correos electrónicos e Internet, informa sistemáticamente sobre todo lo que la prensa oficial no publica.

¿Pero por qué nuestra prensa, a pesar de lo avanzada que esta la atención que presta el Gobierno  al tema de la corrupción, dentro de nuestra realidad, no refleja apenas nada sobre esta? Solo en una ocasión, hace ya algún tiempo, se dieron a conocer causas seguidas, condenas y nombres de los juzgados.

Ahora se conoce que hay cientos de procesados, por múltiples causas de corrupción, que han llegado incluso a cambiar la composición racial de los implicados, pero no existen detalles que nos permitan conocer cómo van los procesos y mucho menos los nombres de los que se encuentran  bajo esa condición.

¿Por qué se insiste en mantener bajo un “manto de discreción informativa” los procesos que tienen lugar? ¿Quiénes se benefician con eso?

Creo que lejos de estar frente a  una cuestión de discreción, que ya no tiene razón de ser, pues se trata de “un secreto  a voces”, me parece que la actitud de nuestra prensa ya da lugar a cierta sospecha.

¿Acaso es, de que a pesar de las críticas de Raúl Castro, existe alguien, en algún nivel de la estructura de dirección, con poder, interesado en que el tema no se divulgue?

Muy interesante, ademas, resulta que desde Barcelona han aparecido voces criticando que se esté atacando tanto a la corrupción. Sería bueno saber cuáles son sus amiguitos en Cuba.

Recientemente, Cuba ha recibido un reconocimiento por el trabajo que se viene realizando contra la corrupción. Pero no debemos dejarnos impresionar por ello. Aun nos resta mucho camino por recorrer para decir que tenemos a la corrupción bajo control.

Alrededor del Capitolio. Foto: Juan Suarez

La impunidad y la facilidad con que declaran,  los propios corruptos, haberse apropiado de los recursos del Estado, infunde temor, ante el grado de descontrol que se ve ello lleva implícito. Así como el nivel de comprometimiento que tales hechos han implicado.

Observándose claramente la existencia de una burocracia administrativa, que se deja sobornar con extraordinaria facilidad.

Viéndose, también, que se trata de mecanismos que funcionan durante largo tiempo y con muchas personas implicadas, que conforman verdaderas redes, que no pueden ser destrozadas, hasta que elementos ajenos al círculo de relaciones creadas no penetran, rompiendo algún eslabón de la cadena.

Ello se debe, sin dudas, a que el soborno desempeña un papel fundamental para que estos mecanismos de corrupción operen durante tanto tiempo. Por lo que cuando son descubiertos, las pérdidas son cuantiosas y prácticamente irrecuperables, dejando un lastre moral que ha corrompido y contaminado hasta sus cimientos la estructura de la entidad en cuestión.

De modo que, por lo general, nada es salvable, porque aun aquellos que no se hayan beneficiado de manera directa o esperaban su oportunidad para beneficiarse, convivían con la situación sin tener capacidad física o moral para detener el proceso.

Por eso, en uno de mis artículos, al referirme a este proceso, apuntaba, como ahora se demuestra, que el mercado que está funcionando, fuera de los márgenes físicos del supermercado estatal, donde a la entrada del mismo, varios individuos, proponen las más disímiles mercancías, desde aires acondicionados, hasta la pintura, piezas de repuesto, y otros, que a veces no están en venta oficial, no son más que una extensión privada, del propio mercado estatal que funciona dentro.

Los que controlan este mercado, diríamos marginal, son simples empleados, de los que desde adentro le suministran las mercancías, que no salen sino de los propios almacenes estatales.

Porque como también decía, ni esas mercancías que se ofrecen a las puertas del supermercado pueden salir de los paquetes que vienen de Miami, ni los que las venden fuera cuentan con los mecanismos para importarlas.

Luego no se trata de una simple venta ilegal, ni de algo robado, sino más que eso. Se trata de que los propios funcionarios estatales, encargados de vender las mercancías, las trasladen al otro mercado, donde ellos son los dueños. Pudiendo incluso operar con precios preferenciales a su favor, sobre todo, con aquellas mercancías escasas, que en cuanto llegan desaparecen rápidamente, para poder ser vendidas en la bolsa negra.

Tal mecanismo corrupto no pueden dirigirlo sino aquellos funcionarios estatales, que son los que reciben las mercancías, controlan sus existencias en los almacenes y cuentan con los dispositivos administrativos que les permiten mantener dos mercados, el del estado y el propio. Pudiendo, además, dentro de la misma tienda estatal, alterar los precios, lo cual solo puede hacerse en coordinación con los empleados internos.

Salvo el llamado fraude de las mermas, que no son tales, tal mecanismo es indetectable financieramente. Porque en los controles oficiales nunca aparecerían los precios a los que las mercancías han sido realmente vendidas, eso solo lo sabe el que compra, que será multado, respecto a los precios las mercancías debieron ser oficialmente vendidas.

Calle de La Habana. Foto: Juan Suarez

Sin embargo, el ciudadano nunca podrá estar seguro si el precio a que está comprando, dentro o fuera, es el verdadero que tiene la mercancía, porque ese nunca aparecerá, ese lo guarda el funcionario, para saber cuánto puede ganar y que es lo que debe entregar al estado, para que el fraude no pueda ser detectado.

Por tanto, la corrupción contamina todo la estructura estatal de gobierno y política, deviniendo en un problema de seguridad nacional.

Por lo que debe ser atacada, atendida por la estructura gubernamental y política y penada con todo rigor por la estructura legal.

Se trata de un fenómeno, que requiere un tipo de pena, que impida a toda costa la reincidencia, la reanimación de las relaciones que lo engendran y la imposibilidad de que entre en los marcos de una conexión con la delincuencia internacional.

De no lograrse mantenerla bajo control en el ámbito nacional, hace causa común con el narcotráfico, el comercio  ilegal de armas, las mafias, el contrabando de personas  y hasta con el terrorismo de estado.

Quienes se habitúan a vivir a costa de los bienes del estado, acumulando con impunidad dinero, riquezas y poder, de manera ilegal, no se detienen ante ninguna frontera que les limite la posibilidad de la vida fácil. Por lo que la corrupción, de no poder ser detenida, puede llegar al crimen y hasta al magnicidio.

La posibilidad de detener la corrupción debe basarse en un sistema de participación colectiva. Pues no es suficiente ningún aparato burocrático para combatirla, dado que la tendencia de la burocracia es hacer causa común con la corrupción, auto imponiéndose límites y estableciendo compromisos, mientras a más alto nivel se tropieza con la corrupción.

Por lo que junto a los dispositivos estatales y de gobierno que combaten  la corrupción, deben estar los trabajadores organizados, defendiendo los rigores del tratamiento a la corrupción, fiscalizando los procedimientos, sirviendo de contrapartes a los funcionarios estatales y de gobierno, evitando la penetración de los mecanismos y exigiendo la transparencia en los procedimientos.

Es que la burocracia resulta ser corrupta por su propia naturaleza; tiende a usufructuar los bienes estatales como si les pertenecieran y en medio de esa confusión, de la que no nos hemos librado aun, entre propiedad estatal y propiedad social, la burocracia inclina más las cosas hacia el ordeno y mando, disponiendo de los bienes estatales, administrándolos, e incluso, disfrutando de ellos, olvidando, no pocas veces, que los bienes son del pueblo, son propiedad social y no de ningún estado o gobierno en particular.

Por lo que los trabajadores no deben permitir, que ningún organismo burocrático luche solo contra la corrupción, sin su explicita participación y fiscalización.

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