Contribuir saludablemente a un debate

Por Rogelio M. Díaz Moreno

Cuban doctors on a mission abroad. Photo: Caridad

HAVANA TIMES — En el sitio Havana Times han aparecido recientemente algunos trabajos que ilustran la refrescante diferencia de este medio con otros que también presumen de ser reflejo de las realidades cubanas.

En dichos trabajos aparecen tanto defensas como críticas a aspectos del sistema de salud pública de nuestro país, de acuerdo a los criterios personales de sus autores.

Me gustaría expresar, respetuosamente, algunas discrepancias con el texto de Elio Delgado Legón, Salud pública gratuita: un logro incuestionable de Cuba.

Lo peor que encuentro en este texto es la idea que fustiga a “algunos blogueros que responden a los intereses de los enemigos de la Revolución, y con los que se dedican a escribir comentarios en los que exageran situaciones para denigrar una actividad, que es perfectible, pero es el orgullo de los revolucionarios cubanos”.

Espero que Delgado Legón no se refiera a los colegas que discrepaban en Havana Times y otros medios que buscan, con mucho trabajo, mantener una postura equilibrada y basada en la libre opinión personal de sus autores, sin ceder al triunfalismo oficial ni a los intereses espurios dictados desde potencias extranjeras.

La actitud de tirar al ruedo calificativos como contrarrevolucionarios y demás, se aleja del intercambio basado en el respeto, los argumentos sólidos, escuchar con deferencia los criterios de los demás y considerar que todos tenemos una parte de la razón. Estos últimos factores cimientan la repercusión que han logrado alcanzar los sitios correspondientes.

Ciertamente uno de los méritos notorios del sistema de salud cubano es que sus logros estén al alcance aun del más humilde ciudadano. Esto se ha logrado solamente en algunos países capitalistas altamente desarrollados. En estos, naturalmente, hay muchas más posibilidades y recursos para la atención a los pacientes.

Se debe reconocer que nos falta mucho para llegar a ese nivel; también que estamos más cerca que otros países semejantes al nuestro. Esta última circunstancia no debe ser motivo para ignorar que debemos superarnos mucho y aspirar a avanzar en la dirección de los más adelantados.

La expresión de opiniones críticas es un método lícito para la identificación y corrección de las sombras y manchas del sol cuya detección tanto irrita al colega soliviantado. Él hace uso de su libérrima potestad de defender los aspectos que cree más valiosos de un sistema, y hace así una contribución importante.

Otros se echan arriba la más desagradable tarea de señalar las grietas por las que se escurre una parte considerable del crédito que merece el resto y hacen también una contribución importante.

A todo el mundo le gustaría tener solo cosas buenas de las que hablar, mientras que encarar lo malo es desgastante y expone al cubano crítico a peligros que hacen su empeño, además de valioso, valiente.

¿Quién le ha dicho a Delgado Legón, además, que todo el que critica al sistema de salud cubana es contrarrevolucionario? ¿Habrá olvidado cómo por el 2002, en los inicios de la llamada Batalla de Ideas, el entonces presidente de Cuba Fidel Castro llamó a hacer una revolución en la salud para arreglar la situación crítica que los revolucionarios ya identificábamos por aquel entonces?

¿Alguien cree que las palabras de Fidel en aquel entonces “responden a los intereses de los enemigos de la Revolución”? Cuidado, Elio, puede que descubra que ha “escupido para arriba”.

Los cubanos de a pie tenemos, espero, el mismo derecho de nuestros líderes a luchar por los sueños a los que aspiramos. Debe reconocérsenos entonces igual potestad para identificar y trabajar para solucionar los problemas que alejan esos sueños.

Me permito asimismo recordar algunos de los motivos y ejes de aquellos esfuerzos. Cuba ha resuelto los problemas fundamentales de las enfermedades típicas del Tercer Mundo, con campañas de vacunación y prevención que son el orgullo de todos. Los principales retos presentes consisten, por tanto, en enfermedades crónicas como diabetes, cáncer, cardiacas y neurológicas, que requieren equipamiento sofisticado para diagnóstico y tratamiento.

La insuficiencia percibida en estos medios dio pie a planes ambiciosos de dotación tecnológica a un gran número de centros. Así el paciente no tendría que recorrer largas distancias o esperar mucho tiempo por una prueba o terapia, factores que influyen fuertemente en su contra.

Este plan, debido a las dificultades económicas que conocemos y a la corrupción de algunos dirigentes, no pudo cumplimentarse. Hoy en día, de hecho, debido a fuertes restricciones financieras, la política es mantener los resultados alcanzados pero reduciendo el número de centros y profesionales que trabajan para ello.

Espero así que mi colega pueda reconocer que entre el blanco y el negro hay una gama infinita de grises. Espero también que él pueda condolerse de las dificultades de muchos pacientes con problemas para conseguir lentes para espejuelos de graduaciones atípicas; prótesis y sillas de ruedas para discapacitados; trabajos estomatológicos de alguna complejidad o alguna medicina específica difícil de encontrar en las farmacias –que son quejas recurrentes en el espacio del periódico Juventud Rebelde que encabeza el reconocido periodista y revolucionario José Alejandro Rodríguez.

Después de todo esto, todavía queda mucha tela por donde cortar. Ya a nadie se le puede engatusar con el cuento de “la Revolución te da, te resuelve, te regala”. La Revolución fue una gran cosa, indudablemente, en tanto inspiró a generaciones de cubanos y arrancó el motor del sistema.

Ahora, son personas concretas con su abnegación, su trabajo irrisoriamente remunerado, quienes atienden en una consulta, trabajan en el laboratorio, operan en un salón.

Son otras personas concretas quienes sostienen, con su trabajo igualmente mal remunerado, el oneroso sistema nacional de salud.

Si el mérito de los individuos se trasladar a una abstracta Revolución, esta tendrá que cargar también con las corrupciones, la decadencia de los centros hospitalarios inaugurados con problemas constructivos de reconocida seriedad, que pasan décadas sin adecuado mantenimiento.

Tendrá que achacársele también cada negligencia de cada persona desinteresada, agotada, o simplemente corrupta y acomodada a los cánones de las autoridades y la burocracia privilegiada, y que roba comida de los enfermos, mantas y medicinas y deja fallecer a pacientes indefensos ante calamidades que nada tienen que ver con el bloqueo o las malas intenciones de los medios extranjeros de comunicación.

Y no creo que ni Elio Delgado Legón, ni ninguno de los restantes colegas de Havana Times, sostenga sinceramente estos extremos tan truculentos.

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