By Alberto N Jones
HAVANA TIMES – La Liga de Ciudades de los Estados Unidos selecciona cada año las mejores cincuenta ciudades del país. La de Palm Coast, localizada en el noreste de la Florida convertida en mi comunidad adoptiva desde año 1989, fue galardonada este año como la #39, lo que debió ser motivo de orgullo y regocijo personal.
No es así. Falta el sentido de pertenencia que aún me une a un Guantánamo polvoriento, empobrecido y falto de desarrollo, que dejé atrás a mediados de los años 60 para ir a estudiar, trabajar y servir a mi país, sin anticipar los cambios involuntarios que acechaban.
No pretendo hacer comparaciones entre los sentimientos foráneos y el profundo sentir por mi tierra, su sol, su gente, que podrá ser el vino amargo del que nos advirtió José Martí.
El clima de Palm Coast es mucho más benigno que el abrasador calor de Guantánamo y la belleza artificial que con la mano del hombre ha transformado a la comunidad de 26,407 habitantes que conocí en 1989.
En aquel tiempo existía un semáforo, un banco y un supermercado que el ingenio, tenacidad y trabajo del hombre convirtió en una vibrante comunidad con decenas de semáforos, bancos y supermercados, extensas áreas verdes, lagos, canales, senderos, facilidades recreacionales, sociales y cívicas, que han creado un entorno y calidad de vida que explica por qué su población se ha triplicado en 30 años hasta llegar a los 83,495 habitantes.
Una fuerte regulación del medio ambiente no permite la instalación de industrias contaminantes ni comercios que afecten la moral y la convivencia en un área de 117 kilómetros cuadrados, que es igual al terreno usurpado por la Base Naval de Guantanamo, sin montañas, valles, ríos y un símil de playa.
No quisiera dar la impresión que esto es un lugar idílico, pero el concepto de “comunidad planificada” bajo el cual fue diseñada y fundada durante sus primeros 30 años de existencia, se desarrolló a partir de 2 o 3 secciones o barrios a la vez, limitando las opciones de todas las personas interesada en reubicarse aquí.
Antes de completarse esas secciones se abrían otras, de manera que a pesar de los prejuicios y pre-concepciones tan extendidos en esta nación que pudiera arrastrar cualesquiera de sus moradores, en todas las secciones o barrios residen entremezclados blancos, negros, europeos, hispanos, asiáticos, musulmanes, caribeños, judios y australianos sin perder su idioma, idiosincrasia, cultura y hábitos a través de sus organizaciones sociales, que han impedido la balcanización o formación de guetos.
Lamentablemente, como en toda obra humana, la avaricia llevó a crear decenas de barrios exclusivos, aislados del resto con garitas, guardias, cercas, alarmas y reflectores, estratificando la comunidad al mismo tiempo que la calidad de la enseñanza ha decaído, la delincuencia juvenil es hoy motivo de preocupación y la drogadicción envuelve importantes sectores, por lo que ocurren esporádicos actos de violencia y vandalismos.
Presupuestos
¿Como explicarnos, entonces, que si las provincias de Guantánamo y Santiago de Cuba con una población 12 veces mayor que Palm Coast y en las que se encuentra una enorme reserva de profesionales, técnicos, científicos, materia prima, rica cultura, historia y deportes jamás visto en Palm Coast, esta última posea un presupuesto equivalente a ambas provincias sin que nos detengamos a analizar, evaluar y cuestionar ese hallazgo?
Cuba tiene que poner fin a la masiva pérdida de recursos materiales y bienes de consumo en millones de hectáreas de terreno agrícola baldío sin producir, mientras faltan alimentos para la población y de exportación y entonces el país está obligado a importar. En tanto miles de personas están ociosos o en envueltos en actividades ilícitas, debido a las severas restricciones sobre la tenencia de tierra y la proliferación de organismos improductivos como la ANAP, UBPC, CCS, CSA que parasitan y corrompen mediante la selectiva distribución de los escasos recursos que administran.
De igual manera, miles de profesionales de la Salud, Educación, Ciencia y Técnica que jamás han existido en Palm Coast, emigraron en busca de un futuro mejor que ha eludido a la mayoría; hoy sobreviven realizando trabajos mediocres, sin futuro, perdiéndose millones de años invertidos en su formación, mientras la Isla no se ha decidido a asumir la valiente postura de China, de llamar a sus hijos del exterior a regresar a casa y construir juntos un futuro luminoso.
La devastación regional que han causado los huracanes Sandy, Matthew, Irma y María, la calamitosa respuesta del Gobierno de los Estados Unidos a las víctimas de Katrina en Nueva Orleans y ahora en Puerto Rico y el reforzamiento del embargo por el presidente Donald Trump demuestran que Cuba no puede continuar preocupándose por lo que diga o haga los Estados Unidos en medio de su mayor crisis mundial, sino asumir su insustituible rol de líder e integrador del Caribe.
Cuba tiene que despojarse de su actitud dubitativa, defensiva y tomar una postura proactiva, valiente, mediante la creación de cientos de miles de empleos bien remunerados, atacando el envejecimiento poblacional, superando los impedimentos causantes de la baja natalidad, promoviendo la inmigración ordenada, flexibilizando la centralización administrativa y estimulando el desarrollo y aplicación del intelecto sin restricciones, hasta llevar su economía a la cima de la región mediante:
Esto no parecería un sueño de verano si el país se abriera a decenas de países interesados en invertir en Cuba o se removiera la tara que ha estigmatizado e impide a cubanos residentes en el exterior a normalizar su relación con su pais y en el desarrollo de la Patria.
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