Cambios necesarios para el futuro de Cuba

Los municipios de Cuba.  Mayarí (en rojo) la provincia de Holguín en amarillo. Mapa: wikipedia.org

Por Osmel Ramírez Álvarez

HAVANA TIMES — A cada rato circula aquí en mi pueblo, Mayarí, el rumor de que lo van a convertir en provincia. Personas que por alguna razón se codean con las autoridades defienden esta hipótesis argumentando que “en una reunión lo mencionaron o lo dejaron entrever”. Los más creíbles dicen que se está valorando desde hace mucho tiempo dividir a Holguín en dos provincias y la parte este, la nuestra, convertirla en una provincia especial industrial, porque incluiría a Nicaro y a Moa, centros niquelíferos, y Felton-Cajimaya, otro centro industrial. Supuestamente Mayarí sería la capital.

Esos rumores, más allá de si son ciertos o no, ponen muy contenta a la gente. Las llena de esperanzas de posibles mejorías. El estado de los municipios es deprimente y los recursos muy limitados. El sistema cubano imposibilita la autonomía municipal, a pesar de las últimas normativas que por vez primera tratan de fomentar algún tipo de autogestión. Lo cierto es que no importa cuánto produzca un municipio ni cuánto podría producir, su riqueza no repercute directamente en sus finanzas.

Parque Martí en Mayarí. Foto: radiorebelde.cu

Todos los recursos del país van directo al nivel central y luego los financiamientos se distribuyen por provincias y municipios. Independientemente de la gestión o del esfuerzo que se hizo son otros los parámetros distributivos. Es por eso que un municipio rico en recursos económicos, como Mayarí, puede tener uno o varios baches de medio metro de profundidad en su calle principal, por años, y parecer que a nadie le importa. Por citar un ejemplo entre los muchos desastres inconcebibles.

Los jefes del partido o  del Poder Popular sufren incluso con esos baches a diario mientras se trasladan a sus casas o en la rutina laboral. Pero nada hacen. Cada cierto tiempo le echan relleno o una capita insignificante de asfalto que sobró de otra obra, pero a las dos o tres semanas ahí está el hueco de nuevo y solo aportan más polvo y fango el entorno urbano.

El pueblo ve pasar a los jefes y como desconocen el funcionamiento presupuestario del país los critican entre dientes y culpan por no preocuparse por las cosas del pueblo. No creen que el problema está arriba, sino abajo. “Si Fidel o Raúl vieran esto: los jóvenes que dirigen están acabando con el país y lo único que quieren es vivir ellos”. Así se repite con lo que no funciona, que es casi todo.

Esta idea se refuerza por el hecho de que cuando los altos dirigentes van de visita a los territorios se movilizan recursos de las reservas especiales y mejoran en días y hasta en pocas horas los viales. Pintan fachadas y en los hospitales guardan las sábanas rotas y ponen momentáneamente ajuares nuevos. La gente lo interpreta como una muestra del descaro de los dirigentes locales y no de los grandes jefes que diseñaron y han promovido semejante sistema.

Como todo se hace al trote no puede tener calidad y los recursos gastados no tienen siquiera el valor social esperado: al poco tiempo lo arreglado se deteriora de nuevo. Es un círculo vicioso. Pero en las cabeceras provinciales la cosa es un poco diferente. Como “el prisma está invertido”, está al revés, los municipios no manejan la parte que debiera tocarles de la riqueza generada y deben esperar una distribución gubernamental. Sin embargo, los que son cabecera tienen ciertos privilegios: más recursos, más posibilidades de sostener reparaciones e inversiones, que por muy pequeñas que sean marcan gran diferencia con un municipio común.

Es por esta causa que la gente quiere tanto mudarse a La Habana  o a una capital de provincia o desearía que mágicamente a su municipio le den tal categoría. Dudo mucho que los residentes en Los Ángeles crean que Sacramento es más importante y mejor que su ciudad ni los de Nueva York envidian a los de Albany ni los de Miami a los de Tallahassee, por solo citar tres ejemplos de ciudades que han prosperado y crecido más que sus capitales.

Donde hay autonomía territorial para manejar recursos y fomentar la economía, el crecimiento y desarrollo dependen principalmente de la gestión local. Aquí dependemos de nombramientos y distribución privilegiada, alejada del factor económico y del espíritu creador.

Mi propio municipio, continuando con el mismo ejemplo, tenía cerca de 120 mil habitantes hace pocos lustros y tal vez hoy no llegue ni a 100 mil. Todos los años emigran miles de personas hacia el extranjero, la capital u otras provincias. Casi todos los médicos especialistas se fueron para Ecuador y están trabajando allá por su cuenta. Por Ecuador antes y ahora por Guyana miles y miles de jóvenes se han marchado para los EUA y otro tanto está preparando el viaje. Aquí en mi pequeño barrio suburbano han emigrado decenas de personas en los últimos meses.

Minas de níquel en Moa. Foto: tripadviser.es

Sin embargo, este municipio tiene excelentes tierras aptas para la agricultura (posiblemente más de 20 mil hectáreas, no tengo el dato exacto, pero solo el antiguo central Preston tenía 10 mil para cañas de azúcar, ocupando gran porcentaje de las tierras llanas, y el 60% del territorio es montañoso y muy agrícola). Unido esto a que tenemos dos grandes embalses, uno de ellos la famosa presa Mayarí, entre las mayores y más estratégicas del país. En los Pinares de Mayarí hay grandes reservas de laterita (hierro, níquel, cobalto y cromo), hoy sin explotar por el cierre y destrucción de la fábrica de Nicaro, son los famosos yacimientos que Fidel a los 12 años le ofreció a Roosevelt en una carta.

También existen aquí importantes recursos forestales, de café y ganaderos, aunque deprimidos por el abandono estatal. Tenemos en el valle de Mayarí miles de hectáreas óptimas para el cultivo del tabaco, con tradición centenaria, ni siquiera superadas en calidad por las mejores fincas de Vueltabajo. Hoy esta industria se está recuperando y creciendo nuevamente. Somos el municipio del país que más electricidad produce, principalmente en la termoeléctrica de Felton; la producción de azúcar estuvo cerca de las 100 mil toneladas, pero fue disminuyendo poco a poco por mal administración hasta destruir el central; lo mismo pasó con la planta de níquel, con la de torula, con la de hielo, etcétera.

Muchos recursos y mucha destrucción, aparejada a la mala administración. Muchas riquezas agrícolas, mineras e industriales, pero al mismo tiempo un pueblo carente de alimentos que emigra y una ciudad hecha pedazos, a pesar de cierta prioridad que hoy tiene por un proyecto especial de desarrollo que lleva como una década y apenas muestra pequeños resultados.

En la década pasada un municipio español llamado Alcorcón, hermanado con Mayarí, donó importantes recursos para obras sociales y se cuenta como chiste en la calle (porque estas cosas no se divulgan en los medios) que en una de sus visitas la Asamblea Municipal les leyó un informe con los datos económicos del territorio y sus riquezas y se sorprendieron mucho; al punto de expresar que “si su municipio tuviese los recursos de Mayarí fuese uno de los más ricos de Europa”. Jamás volvieron con donaciones.

Es solo un ejemplo de la verdadera causa de nuestros males y sus verdaderos resultados. Mucho es lo que Cuba debe cambiar si pretendemos salir del atolladero en que nos metieron el voluntarismo, la utopía y la falta de democracia real (estigmas que ahora carga el socialismo en general). El bloqueo estadounidense  es la gran escusa y su daño es grande, pero aún mayor lo es el bloqueo interno que genera este sistema disfuncional, potenciador de ineficiencia, ineficacia y destrozo.

Muchos cambios tenemos que hacer en la Nueva Cuba: desde la autonomía municipal, (que potenciará el desarrollo local), hasta una nueva división político-administrativa (que disminuya el número de provincias), que hoy solo traen más burocracia, más gastos, más jefes y no será necesario para tener privilegios de crecimiento.

El crecimiento y el desarrollo serán fruto del correcto aprovechamiento de los recursos, del potenciamiento libre de la gestión económica, de la creencia en que a mayores esfuerzos mayores resultados palpables, no abstractos y solo estadísticos como hasta hoy. En fin, el resultado de la libertad económica, la democracia y el disfrute de todos los derechos humanos.

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