Antídoto para un futuro incierto

Por Pilar Montes  Fotos: Orlando Domínguez

HAVANA TIMES — Ya lo dijo Mafalda, esa niña de inteligencia precoz que sale en los dibujos animados: “El futuro hoy ya no es como era antes”. Es algo que preocupa a todos: jóvenes y viejos, ricos y pobres.

En tiempos de mis padres, el futuro de ellos se podía conducir por un camino certero. Incluso los que se graduaban de una carrera universitaria sabían que lo aprendido les iba a durar años, con suerte, hasta la edad de retiro.

Los de peor situación, trabajadores del campo y obreros no calificados, como decía mi madre “quien nace para real, no llega a la peseta”. Pasaban una vida de necesidades, siendo esclavos del presente.

Pero ya en el siglo XX muchas cosas en el mundo cambiaron: dos guerras mundiales, la gran depresión económica primero y luego las crisis cíclicas. Tanta muerte y desolación hicieron a muchas personas más compasivas, pero a otros, mucho más ambiciosos y egoístas.

La caridad y la solidaridad con los más pobres fueron diezmadas. La avaricia de los países ricos se cubrió con manto de cordero, pero en la práctica succionó las riquezas naturales de los subdesarrollados.

Los ricos empezaron a prestar dinero con altas tasas de interés que hipotecaron el avance de los más necesitados. Por otra parte, su prosperidad atrajo a miles de profesionales formados en las naciones de la periferia, en lo que se conoce como “robo de cerebros”.

Las muertes violentas no cesaron en la segunda mitad del siglo XX, provocadas por los conflictos regionales que aún en el XXI siguen afectando a África y el Medio Oriente.

El desplazamiento de grandes masas desde las regiones en conflicto y víctimas del hambre y los desastres naturales, se añaden a los miles que por causas económicas buscan un futuro mejor para sus familias.

La emigración cubana

En su condición de isla y país subdesarrollado, siempre hubo un flujo migratorio de Cuba hacia los Estados Unidos. Antes de 1959, los cubanos emigrantes hacia el país del Norte eran tratados igual que a los demás extranjeros.

 

Vista desde el Morro de Santiago de Cuba.

Eso cambió cuando el Gobierno estadounidense se convenció que la Revolución que triunfó en Cuba era una guerra de liberación dirigida a asumir un camino independiente de influencias foráneas.

La respuesta fue una política agresiva que incluyó el financiamiento y apoyo logístico a una invasión de mercenarios reclutados, cubanos que huyeron en enero de 1959 hacia Estados Unidos.

El fracaso de sabotajes, apoyo a bandas armadas en el país y otras variantes subversivas hizo a Washington modernizar su estrategia hacia un bloqueo en lo económico, comercial y financiero.

Resulta una verdad de Perogrullo que puede hallarse cubanos en los cuatro puntos cardinales del planeta, unos 2.5 millones, según algunas fuentes.

La mayor comunidad cubana en el exterior reside en los Estados Unidos. Ocupa el cuarto lugar en la comunidad hispana en ese país, luego de los mexicanos, puertorriqueños y salvadoreños.

A diferencia de esos últimos, sin embargo, los cubanos que emigraron a Estados Unidos después de la Revolución tuvieron alicientes adicionales como subsidios en comidas, alojamiento, clases de inglés y atención médica gratuitas hasta recibir sus permisos de trabajo.

Antecedentes imprescindibles

A la hora de hablar de trabas para viajar, pocos recuerdan que en 1965 el Gobierno de la Isla anunció que durante 45 días estaría abierto el puerto de Camarioca, en Matanzas, para los emigrados que quisieran reclamar a familiares. En esa oportunidad salieron unos cinco mil ciudadanos.

Balseros

Poco después, por un acuerdo entre los presidentes Lyndon Johnson y Fidel Castro, se iniciaron los llamados “vuelos de la libertad”, dos veces al día, cinco veces a la semana desde el 1ro de diciembre de 1965 hasta abril de 1973, cuando fueron cancelados por el presidente Richard Nixon. En esos viajes salieron 260,561 nacionales.

Siete años más tarde se produjo la entrada masiva de los que querían emigrar a Estados Unidos, a través de la embajada de Perú en La Habana, provocando un incidente diplomático. Lo que se conoce como éxodo del Mariel permitió la salida de 125 mil cubanos, entre el 15 de abril y el 31 de octubre de 1980.

El secuestro del remolcador 13 de Marzo de la bahía de La Habana (13 agosto 1994) por parte de personas que intentaban ir  hacia Estados Unidos, dio inicio a la “crisis de los balseros”. Los guardafronteras cubanos fueron ordenados a retirarse, desde entonces permitiendo la salida de cualquier persona que así lo quisiera y solo acudiendo al rescate de náufragos.

Sin embargo, seis días después, la Administración del presidente Bill Clinton ordenó interceptar a los cubanos en alta mar y decidió su traslado a la Base naval de Guantánamo. A ese destino fueron conducidos 32,362.

Es preciso decir que la salida por mar de la mayoría de los emigrantes costó la vida a un estimado de uno de cada tres que intentó cruzar el estrecho de la Florida en embarcaciones caseras, precarias, ya que no fue por la concesión de visas de parte de Estados Unidos.

Atraídos hacia el peligro de una emigración insegura, cayendo víctimas de traficantes de personas, los familiares de miles de hombres, mujeres y niños jamás pudieron recuperar los cadáveres de sus seres queridos hundidos en las aguas del estrecho de la Florida, debido a la criminal política de Washington.

Después surgieron los desplazamientos por tierra desde Centroamérica y más allá, en países de América del Sur, hasta la frontera con Estados Unidos, con la política de “pies secos, pies mojados”.

Con las reformas en la ley migratoria del 1976, a partir del 14 de enero de 2013 los ciudadanos cubanos tienen el derecho a solicitar pasaporte y disponer de sus bienes si su intención es emigrar.

Ahora, todo cubano tiene derecho a solicitar un pasaporte para viajar al exterior, dependiendo su salida solamente de la visa del país de destino, solo que si es Estados Unidos, su gobierno cada día concede menos visas a los solicitantes.

Otra vía que ha permitido viajar libremente a muchos es la recuperación de la ciudadanía española, por tener padres o abuelos nacidos en el país ibérico. Se estima en unos 150 mil cubanos poseen esa condición.

¿Y el antídoto?

Manuel Calviño, psicólogo y profesor universitario cubano, se refirió recientemente en su programa televisivo Vale la Pena, al deseo de gran cantidad de cubanos, sobre todo jóvenes, de emigrar ante la incertidumbre que les presenta el futuro.

Explicó Calviño que muchos ven el futuro como algo que llega a la persona o se ve cómo será desde el presente. Pero eso es iluso, sobre todo, en estos tiempos de angustia y conflictos.

El profesor dio, entonces, otra interpretación más segura y positiva: la de construir el futuro, hacer lo que sea necesario para que se acerque lo más posible a lo esperado.

Por mi parte, recomendaría actualizar conocimientos que, aun siendo un profesional, cambian constantemente, ascendiendo con proyectos e innovaciones en su status laboral y social.

Claro, que los cubanos deben recordar cada día ese pequeño mandamiento de “cambiar lo que debe ser cambiado”, los dirigentes mantener la ética y ejemplaridad y pensar todos siempre en ser más eficientes en el campo en que se desenvuelvan.

Porque vale la pena.

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