La Democracia está en cuestión

Luis Miguel de la Bahía

Valencia, España

HAVANA TIMES, 28 feb — Cuando se ven episodios como los vistos ayer en Londres donde la policía llega en plena noche y desaloja a los ciudadanos de una plaza pública; cuando hace unos días en Valencia la policía antidisturbios reparte palos indiscriminadamente; desalojan los indignados de la Puerta del Sol; arrestan a miembros del grupo anonymous, verdaderos representantes de la libertad de expresión; desalojos de indignados en EE.UU., etc. Todo esto deja mucho que desear de nuestras democracias.

En primer lugar; lo público es de todos, por tanto ocuparlo es mucho más que un derecho ciudadano inalienable, es un deber político de toda persona que pretenda contribuir con su república.

Asimismo lo recoge también -en la libertad de reunión- la Declaración de Derechos Humanos de Naciones Unidas.

Todos sabemos, como lo acordaron nuestros antecesores, que cualquier pacto internacional prima sobre la legislación nacional de quien se adhiere.

Es, por tanto, no sólo algo inconcebible, que en el mundo posmoderno occidental ocurran tales atrocidades como son estos desalojos ilegítimos, sino que es una explícita violación de los derechos humanos recogidos en la antes citada declaración.

Si hubiera un mecanismo que de manera práctica permitiera a los ciudadanos llevar sus inquietudes a debate en el parlamento, no habría necesidad de tales protestas.

Si las fuerzas de seguridad del estado no silenciaran a los manifestantes, no habría justificación para que un grupo de hackers atacase entidades gubernamentales de diferentes países en defensa de la libertad de expresión.

Cosa que les corresponde, por cierto, a aquellos a quienes hemos entregado parte de nuestra autonomía en virtud de poder convivir en paz y libertad. No se han preguntado acaso nuestros legisladores el motivo de estas ocupaciones del espacio público. Al parecer no.

Y si es verdad que el nivel de nuestras democracias se mide con la prueba del cajón en la plaza pública, serían muchos los reprobados.

Cuando todo marcha bien no hay necesidad de ocupar el espacio público, es desde estas posiciones que se da todo el discurso democrático y de libertades civiles, pero cuando hace falta ocuparlas porque no marcha bien, entonces ya no se habla de libertades civiles y de derechos ciudadanos, sino de antisistemas ocupando la plaza.

Y yo le pregunto al Sr. Secretario General de Naciones Unidas Ban ki moon, ¿es que acaso sólo vamos a actuar cuando lapidan a una mujer en el Oriente Medio o golpean a luchadores por la libertad en Cuba, China o Corea del Norte?, ¿Hasta dónde vamos a llegar con la hipocresía?,

¿Por qué no viene a España, Inglaterra, Dinamarca o EE.UU. con un grupo de observadores internacionales para poner frenos a esta actitud medieval?

Entienda Ud. que esto no sólo son problemitas locales, sino que pone en cuestión algo que ya de por sí es cuestionable, las guerras culturales en el Medio Oriente.

Cómo le digo yo a un árabe que su cultura es medieval, y que estamos tratando de llevarles la luz de la ilustración europea y los valores humanistas de occidente, cuando en nuestras plazas públicas se están violando nuestras propias banderas y consignas.

¿Es que acaso lo mal hecho es sólo malo cuando lo hace otro?

A los cubanos, que ahora empiezan a reconstruir políticamente su república, este tipo de episodios debe servirles para saber que la democracia, las libertades civiles y demás conquistas políticas si no se repiensan y remueven constantemente se hacen viejas.

A tal punto, que pierden el norte y se convierten precisamente en aquello que trataron de abolir.

También deben saber que aquéllas no fueron posibles sino a través de una revolución, de la ocupación del espacio público, de la expresión ciudadana sin tapujos y sin miedo a los antidisturbios.

A vosotros que estáis construyendo una república joven, moderna, con sistemas de pensamiento evolucionados, debo deciros que la memoria pública, política, histórica o como se le quiera llamar es algo fundamental que debe llevarse junto a las demás antorchas de la vanguardia, porque es ella la que nos permite no cometer errores del pasado.

Creo que no querremos tener que decir como lo hacemos hoy en España: ¿cómo es posible que al cabo de tantos años de democracia ocurran estas cosas?

Por ello, cualquier situación de este tipo debe ser contestada con toda la contundencia posible, tanto de los ciudadanos como de la ley, pues sólo así se puede tener un estado verdaderamente basado en los derechos conquistados en Francia.

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