Conflicto Israel – palestino

Vicente Antonio de Castro

“Esos ancianos que reclaman de los jóvenes la violencia que ellos no pueden llevar a cabo, no hay nadie peor”. -Fernando Sabater

Palestinos recuerdan el periodista asesinado Yaser Murtaja.

HAVANA TIMES – Al conflicto israelopalestino no hay Dios que lo entienda, ni la sabiduría del Talmud ni la inspiración del Corán iluminan sobre quien tiene o no la razón, eso asumiendo que algún libro sagrado ilumine algo alguna vez.

A estas alturas poco importa si los israelíes tienen o no “derecho” al espacio que ocupan, si los palestinos atacan o se defienden; poco importa la identidad nacional o las religiones y sus fanáticos, nada de eso importa, o al menos a mi, cuando hay tanto sufrimiento real y actual, sufrimiento de sangre y huesos, sufrimiento de lágrimas de huérfanos y viudas, sufrimiento de gritos de madres que entierran trozos de hijos.

Basta ya de apelaciones al Derecho Internacional, ese mito que solo se respeta cuando conviene y nadie acata cuando no; basta ya de usar el espantajo de las resoluciones de la ONU para flagelar de un lado y del otro; basta ya de encontrar razones para seguir resistiendo.

Solo hay un derecho en política internacional, el derecho de la fuerza y de los intereses. Intereses tienen ambas partes, fuerza, solo una. Désele el derecho, entonces, el derecho de conquista, el derecho de imposición, el derecho de hacer aquello que la otra parte no tiene fuerza, y, por lo tanto, derecho a impedir. Désele todo, aunque no se le dé la justicia.

¿Es tan difícil rendirse cuando no hay la más mínima posibilidad de vencer?

¿Cuántos jóvenes palestinos deben inmolarse antes de que los ancianos que gobiernan detengan los encendidos e inflamatorios llamados a la resistencia?

¿Cuánta incomodidad y escases rutinaria, muchas veces con mortales consecuencias, debe sufrir la población palestina para que cedan esos líderes que nadie ha elegido?

El conflicto de hoy no es culpa del imperialismo británico, no es culpa del sionismo, no es culpa del panarabismo. Este conflicto es culpa del siglo XX y la inconclusa evolución de la política internacional.

Intentar resolver la barbarie mediante teóricas leyes internacionales es irresponsable, máxime cuando ninguna de las partes necesita excusas para aniquilar a la otra, pues no le duelen esos muertos.

Debido a la diferencia de fuerzas, un conflicto como este, pero hace 300 años, hubiese concluido en 10 días. El ejército derrotado se hubiese rendido o desaparecido, la población hubiese sido integrada dentro del vencedor tras sangrientos desmanes y probables desplazamientos de multitudes, es decir, pasaría exactamente lo mismo que pasa ahora, solo que hubiese durado 10 días de guerra y un mes para imponer la paz, no los 100 años que llevamos viendo palestinos muriendo en vano.

Wilson y los estadounidenses pusieron de moda la legitimidad internacional basada en la justicia y no en la fuerza, algo en extremo loable, que ni ellos mismo respetan. Hasta que esa no sea la realidad, los conflictos se enquistan cuando la fuerza está de un lado y la opinión pública dividida.

Solo hay una solución real para este conflicto, dejarle las manos libres a Israel, que acabe de ocupar lo que vaya a ocupar, que los palestinos acepten su aplastante derrota y su absoluta indefensión, se integren lo mejor posible pensando en las personas, las reales, las que están vivas y padecen, no en ideales, causas, justicia, derechos o razones.

La Comunidad Internacional ¿? hace un daño horrible dándole alas y coartadas a los líderes palestinos, quienes desde sus climatizados despachos o confortables salones de Bruselas o Nueva York, azuzan a las masas para que se cubran el rostro y corran delante de los tanques de guerra, intercambiando balas por piedras, cohetes pirotécnicos por misiles teledirigidos, esos que convierten a la juventud y la infancia de su país en el mayor reclamo comercial del producto que con tanto éxito venden, el sufrimiento humano.

De Israel me asquea la política inmisericorde de sus líderes, el extremismo extravagante de sus “hombres santos” tan orgullosos de las masacres de sus antepasados, émulos de Josué y su espada, me asquean, pero, aunque no tengan la justicia, tienen la razón, porque tienen la fuerza.

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