Tenemos Internet y ¿qué?

Gaby Rabassa

HAVANA TIMES — ¿Me ayudas con el IMO?, me dice un señor mientras me conecto. Cuando logro comunicarlo con su hija, la cual no veía hace más de 15 años, sus lágrimas me hicieron reflexionar.

Por años, el cubano estuvo privado de INTERNET. Sabemos que millones de familias se separaron y que muchas de ellas no se habían comunicado durante todo ese tiempo.

La Rampa (Vedado), el Anfiteatro (Marianao),  La Vereda (Lisa), entre otros pocos, son sitios cubanos actualmente denominados  “zonas WI-FI”.  Son los únicos lugares, excepto algunos centros de trabajo, donde puedes conectarte con el mundo, o sea, utilizar Internet pagando 2 cuc por hora.

Por tanto, acá va mi pregunta:

• ¿Han observado esos sitios cuando está lloviendo, cuando el Sol raja las piedras, cuando no hay asientos, bebidas, comida, confort?

Pues yo sí. Y es una de las cosas más deprimentes del mundo.

En estas zonas encontramos a personas desesperadas tratando de comunicarse con sus familiares, ya que por fin pueden hacerlo. Con ese objetivo destinan un poco de su mísero salario y tratan de comunicarse, y digo tratan, porque a veces es tan lenta la conexión que pierdes la hora intentándolo.

Encontramos también a los revendedores, que se llevaron todas las tarjetas del telepunto y ahora te la venden más cara (3 CUC = 75 MN, la hora); a los “especialistas en informática” que, tratando de buscarse la vida, logran conectarte, no sé cómo, solo por 1 CUC = 25 MN la hora.

Se ven personas sentadas en el suelo sucio, gritando uno al lado del otro para que el que está detrás de la pantalla los pueda oír mejor. Vemos familiares en cámara lenta por la mala conexión. Llantos y risas. Y por supuesto, al ladrón, que espera el mínimo descuido para llevarse la laptop o el celular.

Es un panorama que refleja la desesperación, la resignación del cubano. Un panorama que nos vende al mundo como prostitutas desesperadas por el  mejor cliente. Un panorama triste.

¡Ya tenemos Internet! Años atrás ese servicio era una utopía, pero aún es largo el camino. El confort y la consideración deben tenerse en cuenta en la “reconstrucción de nuestra sociedad”.