Ni escoria ni redentores

Fernando Ravsberg

Muchos emigrados comenzaron ya a enviar dinero a sus familiares para comprar casas, automóviles y crear negocios. Foto: Caridad

HAVANA TIMES, 11 agosto — En el post anterior volvió a surgir el tema de los emigrantes de Cuba en EE.UU.  y una cubana, asidua de este blog, situó la cifra en 2 millones de personas.  Otro de nuestros lectores me informó que “oficialmente” son 1.8 millones.

No pongo en duda su honestidad pero cuando pedí conocer sus fuentes “la pescadilla se mordió la cola.” Resulta que sus datos provienen de blogs anticastristas o de los periódicos de Miami, todos con intereses políticos muy claros.

La migración se utiliza como muestra del fracaso de la revolución pero para que esa propaganda sea efectiva es necesario manipular las cifras de tal forma que el porcentaje de emigrados cubanos sea mayor que el del resto de América Latina.

Eso explica por qué no se consulta a la oficina del Censo que maneja los datos oficiales de forma pública.  Un colega de Miami lo hizo y le enviaron la cifra de inmigrantes cubanos, es decir de las personas nacidas en Cuba y residentes en Estados Unidos.

En 2009 –según esta fuente– el número de inmigrantes cubanos en EE.UU.  era de 991.385 personas (1), lo que representan menos del 8 percent de la población de la isla y nada menos que la mitad de la cifra aportada por nuestra lectora.

Es que ni siquiera sumando a los hijos y nietos nacidos en territorio estadounidense, se llega a los 2 millones, pues el censo sostiene que el total de personas de “origen cubano” que residían allí hace un par de años es de 1.589.757.

Verdad es que también emigrantes se han instalado en otras latitudes pero su número es ínfimo comparado con los que optaron por EE.UU., el único país desarrollado que está obligado por ley a darles un trato de refugiados políticos.

Y lo siguen haciendo a sabiendas de que una tercera parte de los cubanoamericanos vinieron de vacaciones a la isla en 2010, poniendo en entredicho la idea de que son una comunidad de exiliados políticos perseguidos del comunismo.

Pero las falsedades sobre los emigrados no vienen de un solo lado.  Durante décadas se les llamó “gusanos” o “escoria” y, aunque se tratase de la persona más decente del mundo, el deseo de dejar Cuba bastaba para denigrarlo hasta extremos.

Uno de los episodios migratorios más cuestionable ocurrió en 1980, durante la salida masiva por el puerto del Mariel.  Miles de cubanos acosaron, insultaron y lanzaron huevos a otros cubanos que se iban del país, a pesar de que lo hacían autorizados por el gobierno.

Pero tengo la impresión de que hoy nadie se enorgullece de haber participado en aquellos mítines de repudio.  En todos los años que llevo en Cuba nunca encontré a una sola persona que reconociera haber lanzado huevos contra los que se iban.

Ahora la verdad empieza a abrirse paso, el presidente Raúl Castro acaba de reconocer algo trascendental: “casi todos (los emigrados) preservan su amor por la familia y la patria que los vio nacer y manifiestan de diferentes formas solidaridad hacia sus compatriotas.”

Días después un periódico provincial publica el articulo “Cuba somos todos.” afirmando que en “los jóvenes, como constructores actuales de la Revolución, está la oportunidad de comenzar el proceso de normalización de las relaciones entre el pueblo cubano que vive dentro y fuera de Cuba.”

El primer paso concreto es una mayor flexibilidad de viaje para los cubanos de Cuba y también para los emigrados, “como una contribución al incremento de los vínculos de la nación con la comunidad de emigrantes.” según explica Raúl Castro.

En tanto, una parte de la comunidad cubana en el extranjero sigue negándose a aceptar la existencia de cambios en Cuba y apuestan por continuar intentando derrocar a la revolución, como lo han hecho durante medio siglo.

Sin embargo, muchos emigrados comenzaron ya a enviar dinero a sus familiares para comprar casas, automóviles y crear negocios.  Incluso importantes empresarios cubanoamericanos están a la espera de poder invertir en la isla.

La desconfianza es mutua y mucha.  El camino será largo y complejo pero si todos se deciden a empedrarlo con verdades podría conducirlos hacia el ideal martiano de construir una nación “con todos y para el bien de todos.”

Publicado con la autorización de BBC Mundo.

 

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